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Historia de España

LA BUENA ALIMENTACIÓN COMO BASE PARA LA SALUD EN LA OBRA DE PEDRO DE VALENCIA (SIGLO XVI)

LA BUENA ALIMENTACIÓN COMO BASE PARA LA  SALUD EN LA OBRA DE PEDRO DE VALENCIA (SIGLO XVI)

        Acabo de leer un trabajo del profesor Eduardo Álvarez del Palacio sobre el Tratado de Medicina del zafrense Pedro de Valencia y sorprenden los datos. El humanista segedano estaba convencido de que la alimentación era la base de una buena salud. Me han sorprendido sus recomendaciones –disculpen mi ignorancia- pues no difieren mucho de las que haría un dietista o un endocrino del siglo XXI. A su juicio la alimentación debe regirse por varios principios:

        Primero, la necesidad, es decir que se coma para saciar el hambre no por gula o por disfrute. Segundo, el límite, que se hagan como máximo dos comidas diarias. Tercero, la moderación, ya que el empacho reiterado es muy perjudicial para la salud. Cuarto, la variedad, pues interpreta que ningún alimento es tan completo como para que contenga todos los nutrientes que el cuerpo necesita. Y quinto, la salubridad de los alimentos, pues deben ser ricos en fibras y bajos en grasas y azúcar, y estar poco condimentados. Y concluye diciendo que la mayor parte de las enfermedades provienen de una inadecuada alimentación, bien por la escasa calidad y variedad de los alimentos, o bien, por la ingesta excesiva.

        Los alimentos que recomienda son el pan, especialmente el pan frito en aceite, la carne de ave, la miel, el vino y los dátiles. Y desaconseja el queso muy curado, la carne de vaca vieja y el pescado en salazón entre otros.

        Completa sus recomendaciones con otros dos consejos útiles para mantener una salud de hierro: uno, pasear después de comer, ya que a su juicio facilitaba la digestión. Y otro, dormir la tercera parte del día –ocho horas- siempre conservando los biorritmos, es decir, durmiendo de noche y velando de día.

        Bueno, pues ahí queda eso, para los que creen que los hombres del siglo XXI hemos descubierto la pólvora.

 

 

PARA SABER MÁS

 

ÁLVAREZ DEL PALACIO, Eduardo: “La valoración de la salud corporal en la obra de Pedro de Valencia”, II Jornadas del El Humanismo Extremeño. Trujillo, 1998, pp. 299-313.

 

SÁNCHEZ GRANJEL, Luis: La Medicina Española Renacentista. Salamanca, Universidad, 1980.

 

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

TRABAJO, RESISTENCIA Y CASTIGO DE LOS ESCLAVOS EN TIERRA DE BARROS (SIGLOS XVI AL XVIII)

TRABAJO, RESISTENCIA Y CASTIGO DE LOS ESCLAVOS EN TIERRA DE BARROS (SIGLOS XVI AL XVIII)

        Buenas tardes: nuevamente, traigo a estas jornadas un trabajo relacionado con la esclavitud un tema que yo vengo estudiando desde que era estudiante de la carrera de Historia. Empecé analizando la esclavitud en el reino de Sevilla, luego trabajé la de las colonias americanas, y últimamente llevo varios años investigando la de Tierra de Barros. Pero está claro que es difícil ser el primero; antes que yo fue estudiada globalmente por Fernando Cortés en su libro la esclavitud en la Baja Extremadura y más recientemente por Rocío Periáñez, mientras que para el caso de esta comarca contábamos con unas valiosas páginas que Francisco Zarandieta dedicó al tema, aunque limitadas, a Almendralejo en los siglos XVI y XVII.

El máximo esplendor de la institución en Extremadura se produjo entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII, descendiendo notablemente en la segunda mitad de esta centuria, para convertirse en un fenómeno residual en la segunda mitad del XVIII.

En el siglo pasado, algunos historiadores sostuvieron que el principal motivo del fenómeno esclavista fue la ostentación social de las familias propietarias. Fernand Braudel, Antonio Domínguez Ortiz o Bartolomé Bennassar sostuvieron tal extremo aunque actualmente hay sobradas pruebas que demuestran la rentabilidad económica de los aherrojados como su principal razón de ser. De hecho, esta mano de obra forzada se solía emplear en las ocupaciones al que se dedicaba su dueño. Era fácil que el maestro de una forja lo tuviese trabajando en su taller o el agricultor lo emplease en las tareas agrícolas. Otros muchos se usaban en las tareas domésticas, y a veces, cuando el dueño estaba necesitado de liquidez, hasta se alquilaban sus servicios, cobrando aquel el estipendio. Algunas esclavas además eran empleadas como amas de crías, debiendo amamantar al hijo de sus dueños con preferencia incluso al suyo propio. Hemos detectado la existencia de bautizos de hijos de esclavas justo después de haberse bautizado el vástago de sus dueños, lo que podría indicar una intencionalidad.

En esta comunicación analizamos algunos casos singulares sobre las no siempre fáciles relaciones entre los dueños y los esclavos. Se trata de un aspecto poco estudiado por la historiografía debido a que la documentación notarial y sacramental no suele aportar mucha información sobre ese aspecto. En estas páginas aportaremos algunos datos documentales, obtenidos a pie de archivo, sobre las relaciones dueño-esclavo, a veces muy traumáticas y siempre lesivas para la parte más débil de la cadena, es decir, para el aherrojado.

 

UNAS RELACIONES DIFÍCILES


Si la relación entre dueño y esclavo era buena o muy buena, la situación de éste era más o menos llevadera. Ahora bien, si por el contrario era mala la situación se podía tornar muy delicada para el esclavo. En ocasiones, si el adquiriente comprobaba que la pieza adquirida no era de su agrado podía deshacer la transacción, que era la solución menos gravosa para el cautivo. Este fue precisamente el caso de una esclava comprada por una señora de Solana de los Barros. Ésta encargó a su compadre Gabriel Joseph, en febrero de 1710, que adquiriese para ella una esclava para el servicio doméstico de su casa. Éste se personó en Ribera del Fresno y, en enero de 1710, la compró al presbítero de Fuente de Cantos Francisco Guerrero de las Beatas. Ésta estaba bautizada con el nombre de Ana Florencia, tenía 22 años, de color blanco –debía ser berberisca, aunque no se especifica- y pagó por ella 1.750 reales de vellón. Pues bien, una vez en Solana, transcurridos tan solo unos días, la señora decidió devolverla, alegando que no era de su gusto. Su compadre aceptó realizar las gestiones para su devolución alegando lo siguiente: que lo hacía por no importunar a su comadre que era la que tenía que lidiar con ella aunque se había informado de que era una buena trabajadora y que poseía bondades no muy comunes entre los aherrojados. Dicho y hecho, remitió la escritura de compra-venta y una carta con sus intenciones, y tres días después, exactamente el 6 de febrero de 1710, ante el escribano de Ribera, Alonso Rodríguez de la Fuente se formalizó la devolución de la esclava y el reintegro del dinero. Se trata de una muestra singular de cómo se trataba a estas personas hace poco más de tres siglos. Se comerciaba con ellas como si fuesen animales y su suerte dependía básicamente del capricho de su propietario o de su interés por preservar su inversión.

La documentación notarial y sacramental no suele aportar información sobre las relaciones entre dueños y esclavos. Solo encontramos casos extremos en los que en la carta de compraventa se señala alguna merma o enfermedad provocada por los malos tratos de su dueño. Y ello porque el vendedor estaba obligado a especificar las posibles enfermedades o taras que tuviese la pieza que pretendía vender. Fue el caso de la esclava María, de 21 o 22 años, de color albarrana que fue vendida por Juan Ortiz Guerrero, vecino de Villalba de los Barros, el 27 de marzo de 1762. El comprador, Juan de Bolaños y Guzmán, se comprometió a pagar 2.700 reales por ella. Sin embargo, el abono no se realizaría hasta el día de Santiago, tras verificar que su enfermedad no se agravaba. Y ello porque el vendedor reconoció que en general estaba sana pero que había sufrido un pequeño accidente que describió con las siguientes palabras:

 

"Que estaba sana más que en una ocasión que yo el dicho Juan Guerrero la castigué por haberse vuelto contra su ama y porque le dio al parecer un accidente de que llamado al médico actual de esta villa y reconocida dijo que era aflicción a perecer"

 

Estaba claro que la esclava padecía una especie de depresión traumática y que su miedo a morir se debía fundamentar en los castigos que su dueño le imponía. No parece que el comprador deshiciese la transacción por lo que posiblemente la aherrojada mejoró de su aflicción.

 

LA CONDENA A TRABAJOS FORZADOS


Otras veces, cuando el dueño interpretaba que la actitud de su esclavo merecía una condena o sanción, la situación podía ser verdaderamente delicada, pues no dudaba en emplearlo en ocupaciones más sórdidas, enviándolo, temporalmente o de por vida, a realizar alguna prestación real que no fuese de su agrado. Sin embargo, el trabajo en las minas reales de Almadén era tan duro que los dueños sólo los enviaban cuando estaban dispuestos a perder su inversión. Rocío Periáñez documentó un caso en Cáceres en el primer tercio del siglo XVII, y Francisco Zarandieta otro en el Almendralejo en la misma centuria. A juzgar por los testimonios que hemos localizado, parece que el envío a las minas Reales era tan duro y tenían tal fama que debió ser la amenaza habitual de los dueños a aquellos que no se comportaban como se esperaba de ellos. Debió constituir una forma de presión y de control del comportamiento de estas minorías aunque sólo en ocasiones puntuales y quizás extremas se llegaba a convertir en realidad.

Hemos conseguido documentar unos cuantos casos más en la comarca de Tierra de Barros. Así ocurrió en 1735 cuando Rodrigo Villalobos Moscos, vecino de Almendralejo, envió a su esclavo Sebastián, de 45 años, robusto y de color amembrillado, por un año y medio a servir en las perniciosas minas de mercurio. Los motivos que lo impulsaron a ellos no podían ser más explícitos: por haberle faltado a la obediencia y respeto que le debe tener como al tal su amo y señor y se ha ausentado de su casa, llevándose consigo a algunas mujeres de mal vivir y andaba de un pueblo a otro. Más claro aún fueron Juan Montaño y María Rengela de Guzmán, vecinos de Aceuchal, cuando fundamentaron la donación al Rey de su esclavo Juan Martínez, de color blanco, de unos 30 años, robusto de cuerpo y capaz de cualquier trabajo corporal en los siguientes términos:

 

        "El cual por justas causas que me mueven lo doy y cedo para que sirva a Su Majestad por todos los días de su vida en las Reales minas de Almadén o Espartería o en otro cualquier presidio, donde más utilidad con su trabajo pueda dar al Rey… sin que pueda el susodicho salir con su libertad de la parte donde se dé dicho destino porque mi ánimo es que perezca trabajando a beneficio de la Real hacienda, sin tener libre uso de su persona"

 

        Las palabras de sus dueños están henchidas de malas intenciones: lo envían a la mina de por vida, para que muriese allí trabajando, es decir, que la carta parece como mínimo una condena del esclavo a cadena perpetua o peor aún, a la pena de muerte.

        No menos claro es el caso de un esclavo de Ribera del Fresno donado por su dueño, Fernando de Brito Lobo y Sanabria, a la Corona para que sirviera por tres años en el citado yacimiento. Al parecer había mantenido una relación carnal con la sirvienta de la casa, contraviniendo el sexto mandamiento de la Ley de Dios: No cometerás actos impuros. Tras denunciarlo fue encerrado en la cárcel real de Ribera y, poco después, donado por su dueño a servir durante tres años en las temidas minas de mercurio. Se supone que ello le debía servir de escarmiento. Una medida que de nuevo nos parece extremadamente cruel e injusta por tres motivos: primero, porque el esclavo no hizo más que mantener una relación secreta con una sirvienta, algo que tenía prohibido, pero que no dejaba de ser natural en un chico de 25 años. Segundo, porque los propios dueños contravenían el sexto mandamiento cada vez que le daba la gana, teniendo incluso hijos con sus esclavas, ante la connivencia de todos. Y tercero, porque era casi una condena a muerte, pues la supervivencia media en Almadén se situaba entre los tres y los cuatro años. Así que no sabemos si el pobre esclavo Antonio José, mulato de un cuarto de siglo de edad sobrevivió a tal condena. Sorprende la actitud de Fernando de Brito, que había sido varias veces alcalde ordinario de Ribera por el estado noble, ya que liberó altruistamente a al menos tres esclavas, a saber: A María Ana el 20 de marzo de 1749, a Anselma Lucía el 18 de agosto de 1749 y a María Candelaria el 4 de febrero de 1754.

El mal comportamiento no era el único motivo por el que un encadenado podía acabar sirviendo al rey, en sus minas o en sus galeras, como remeros. Si le sobrevenía un defecto físico, tal como una ceguera, podía convertirse en una pesada carga para una familia, pero podía desempeñar sin problemas otros trabajos en el banco de una galera como remero o en una mina, extrayendo el preciado cinabrio. El 28 de septiembre de 1747, el presbítero de Villafranca de los Barros, Fernando Gutiérrez de la Barreda, apoderó a Manuel Gutiérrez Cervantes y Bartolomé Sánchez, también vecinos de esa villa, para que tratasen de vender en Sevilla o en otro lugar, a un esclavo ciego que el otorgante había heredado de su tía Catalina Mexía. Se trataba de Marcos, color amembrillado, 25 años y de buena corpulencia. Al parecer, se había criado en casa de su tía desde pequeño, hijo de una esclava de ésta. Pero el presbítero no podía o no podía atender al pobre ciego y tampoco parece que quisiera mantenerlo sin obtener beneficio alguno. Por ello, si no encontraban comprador, algo que parecía lógico, les daba amplios poderes para que hagan "cesión y donación de él a favor de Su Majestad el Rey Nuestro Señor, en paraje donde su trabajo pueda serle de alguna utilidad, o al de cualquier convento, monasterio, obra pía o persona particular que bien visto les fuere y se haga cargo de su manutención y de cualquier suerte que efectúen la enajenación otorguen escrituras de venta o donación…"

Otro dato más que ejemplifica bien la perversión social que la esclavitud ha supuesto a lo largo de la historia de la humanidad. Bien es cierto, que Catalina Mexía sí que permitió el mantenimiento del ciego hasta los veinticinco años de edad. Su muerte debió ser una verdadera desgracia para el pobre Marcos, cuyo destino exacto desconocemos pero que con toda probabilidad debió ser trágico. Uno siempre tiene la esperanza de que estos retazos del pasado nos sirvan para ser mejores en el presente y en el futuro, aunque la realidad casi siempre se muestra tozuda.

 

LA HUIDA


Podríamos preguntarnos, si el esclavo podía rebelarse ante la tiranía de su dueño. Es cierto que a veces la única opción desesperada que les quedaba era la huida, pero apenas si recurrían a ella porque al estar marcados a hierro no tenían ninguna posibilidad de éxito. Y una vez capturado las consecuencias podían ser dramáticas para el huido, pues incluso podían ser encarcelados, enviados a galeras o a las minas de cinabrio, de las que como hemos señalado pocos escapaban con vida. En esto la historia fue muy diferente a lo ocurrido en las colonias americanas, donde se formaron extensas áreas de cimarrones.

        Hemos documentado algunos casos sonados de huídas pero necesariamente fueron escasos y acabaron con la captura del fugado. El 19 de julio de 1710, Manuel Lorenzo, vecino de Ribera dio poder a Pedro de Torrejón para que fuese a la cárcel de los padres teatinos de Sevilla donde estaba retenido un esclavo suyo que se había fugado de su casa la víspera del día de San Pedro. El esclavo en cuestión se llamaba Joseph, de 20 años, y cuyos rasgos físicos eran los siguientes: "de color tinto, de buen cuerpo, la cabeza larga (y) algo hoyoso de viruelas". Como puede observarse, el esclavo se había escapado el 28 de junio y el 19 de julio, ya sabía su dueño que estaba preso en Sevilla. Es decir que la libertad apenas le debió durar diez o quince días, aunque sorprende que pudiese llegar hasta la capital hispalense.

En 1778 encontramos otro caso de resistencia, pero muy diferente al anterior. En la localidad de La Parra vivía Francisco González y Rivera que disponía de un matrimonio de esclavos, llamados Domingo y Antonia. Tras su muerte, y dado que no tenía hijos, heredaron sus sobrinos correspondiéndole a Francisco Antonio Zalamea, vecino de Ribera del Fresno, un lote de bienes que incluía a los dos aherrojados. Pues bien, dicho matrimonio se negó a marchar a Ribera y permaneció viviendo en La Parra con sus recursos, escasos pero suficientes. Sin embargo, Francisco Antonio Zalamea, con la ley en la mano, otorgó poderes a Vicente González Máximo, vecino de La Parra para que procediese contra sus esclavos, deportándolos forzosamente y confiscándole sus bienes, con el objetivo de resarcir al demandante de sus pérdidas. No conocemos más del asunto, pero dado que al demandante le asistía el derecho y la justicia es posible que consiguiese sus objetivos y que los aherrojados fuesen expropiados y deportados de La Parra.

        Otro signo de una relación difícil o problemática entre esclavos y señores se aprecia en algunas cartas de ahorría. Con cierta frecuencia encontramos que los liberaban con la condición de que se marchase a vivir fuera de la localidad. En 1654, Francisco Calderón liberó a su esclavo Juan Dorado, mulato, de 27 años, con la condición de que residiese fuera de un radio de diez leguas a la redonda de Almendralejo y Don Benito. Gómez Golfín de Figueroa fue algo más allá, pues en su testamento, fechado el 24 de septiembre de 1662, liberó a un esclavo mulato con la condición que se exiliase perpetuamente no sólo de Almendralejo sino de toda Extremadura:

 

Declaro tengo por mi esclavo sujeto a servidumbre a Juan, de color mulato luego que yo muera es mi voluntad quede libre con calidad y condición que dentro de ocho días salga de esta villa y no resida en ella ni en lugar alguno de la Extremadura. Y si asistiere quede sujeto a servidumbre para Su Majestad y que cualquier justicia lo pueda prender y remita a reales galeras porque mi voluntad expresa es que no pare en esta villa ni en lugar alguno de esta provincia de Extremadura”.

 

        Algunos esclavos, incluso se atrevieron a litigar frente a sus dueños. Fue el caso de Fernando y Diego Ortiz, dos esclavos que habían gozado del aprecio de su dueña María Esteban de Nieto, esposa de Pedro Martín Rengel. Al parecer, la señora había mostrado siempre su deseo de liberarlos, pues había sido incluso madrina de sus respectivos enlaces. El problema se presentó cuando la mujer falleció abintestata y, por tanto, no pudo disponer la citada liberación. Su heredero, el licenciado Diego Fernández Nieto, cura de la villa, se negó a aceptar su ahorría por lo que los hermanos dieron poder al procurador de causas Pedro Hernández Bermejo para que interpusiese diligencias. Desconocemos el desenlace del proceso pero probablemente desistieron o en cualquier caso perdieron el juicio, pues poco podían hacer con el testimonio verbal de una difunta frente a un miembro de la élite local.

 

CONCLUSIONES

 

La institución traía consigo una alienación tal de las personas que, incluso su liberación se podía convertir en un agravante para sus míseras condiciones de vida. El trato a los esclavos dependía simplemente de la voluntad y de la humanidad de sus dueños. Los esclavos Antonio González y María Vivas, temían a su dueño Juan Rodríguez Diosdado de quien decían que su amo era de terrible y áspera condición. Su indefensión era total no sólo por su condición de esclavos sino porque su dueño, hijo de un alcalde ordinario del mismo nombre, pertenecía a una de las familias más influyentes de la villa. A veces los dueños usaban de manera perversa de sus esclavos, obligándolos a cometer delitos contra sus enemigos, arriesgando sus vidas. Éste fue el caso de Sebastián Hernández Corrales, vecino de Almendralejo, que envió a su esclavo Juan a acuchillar a Diego Hernández Corrales, lo cual hizo con gran eficacia, siendo encarcelado por tales hechos.

Y para colmo, algunos dueños solían actuar con total desprecio hacia la maternidad y hacia la familia, vendiendo a sus esclavas y a los hijos de éstas juntos o separados, a su conveniencia. Ante todo ello, el esclavo no podía hacer otra cosa más que aguantar, aunque como hemos visto en esta comunicación algunos optasen infructuosamente por la huida.

Es cierto que no todos los dueños actuaron con mala fe; muchos, sobre todo los que los habían tenido en sus casas desde niños, les dieron trato más o menos humano, dándoles un enterramiento digno e incluso dejando sufragios por la redención de sus almas. Pero si las relaciones eran malas, el que podía ver su vida convertida en un infierno era sin duda el esclavo.


 

ESTEBAN MIRA CABALLOS


 

(*)Se trata del texto resumido que defendí en la comunicación, sin notas a pie de página ni apéndices. El próximo año saldrá publicada completa en las Actas de las VII Jornadas de Historia de Almendralejo y Tierra de Barros.

LA LACRA NACIONALISTA: EL CASO CATALÁN

LA LACRA NACIONALISTA:  EL CASO CATALÁN

        El nacionalismo ha sido una de las peores lacras que ha azotado el Mundo en la Edad Contemporánea. Responsable de la mayor parte de los enfrentamientos armados. ¿Qué si no provocó la guerra ruso-japonesa, las dos Guerras Mundiales o la de Vietnam por poner solo algunos ejemplos? También en la Guerra Civil española los nacionalismos –español y periféricos- tuvieron un peso en su desencadenamiento aunque también hubo cuestiones sociales y económicas.

        Bajo el ideario casi mítico de las nacionalidades, se esconden siempre oscuros intereses económicos y territoriales, tanto cuando se trata de un nacionalismo segregador como integrador. Y la importancia de los intereses económicos es tan determinante que no tiene nada de particular que haya sido siempre la alta burguesía la impulsora de nacionalismos como el italiano o el alemán cuando consiguieron la unificación. En ambos casos, la burguesía deseaba la unificación de sus respectivos países por el interés de un mercado más amplio para aumentar su negocio. Por eso está claro que el nacionalismo desde un primer momento se alió con el ideario liberal, y en mucha menor medida con el socialista, en la medida en que éste se proclama internacionalista. Por tanto, ya tenemos la primera idea clara: el nacionalismo siempre esconde oscuros intereses económicos, casi siempre de la élite comercial e industrial.

         Y para conseguir adhesiones consiguen implementar dos ideas falsas que la mayoría termina asumiendo: una, que las personas que viven en ese territorio poseen rasgos históricos, culturales y lingüísticos que les hermanan fraternalmente, superando cualquier diferencia clasista. Y dos, que hay un enemigo común externo del que hay que defenderse.

        En relación al nacionalismo catalán quiero empezar citando un párrafo que mi amigo y maestro Miquel Izard publicó hace ahora tres lustros, un catalán de pura cepa que nunca se ha dejado embaucar por el sentimiento nacionalista. El texto no tiene desperdicio:

 

        “Cualquier nacionalismo es esperpéntico, excluyente, irracional y racista. Hay abundante bibliografía desenmascarándolo, pero el catalán alcanza su cénit y tiene curiosas particularidades, ser muy tardío, ni pretender la clase social que lo alumbró, la burguesía a principios del 20, conquistar, como las demás, el estado sino neutralizar un arraigado proletariado internacionalista y libertario con un proyecto arrebatador, trabado y alternativo o la incapacidad de la izquierda, tras la muerte de Franco, de echar por la borda la telaraña de enredos, mentiras y trampas que habían urdido intelectuales que mudaron, cómo no, de chaqueta cuantas veces hizo falta”

 

        Muy clarividente, el nacionalismo catalán surgió como un intento de neutralizar el movimiento proletario, tan arraigado en Cataluña desde finales del siglo XIX. No previó Izard en el año 2001 que la voracidad del nacionalismo terminaría también por pedir su estado propio, como ha ocurrido a estas alturas del siglo XXI.

Cuando las tropas franquistas ocuparon Cataluña a principios del 1939 las élites burguesas no dudaron en cambiar la chaqueta nacionalista por la nueva España ultraconfesional, centralista y patriótica, mientras otros nacionalistas y separatistas de base eran represaliados.

        Y con la democracia llegó otra gran oportunidad, un nuevo cambio de chaqueta, de la élite burguesa con los Puyol, Mas y otros al frente que se volvieron a erigir en los herederos de la más rancia tradición catalanista. Estos nuevos salvadores de la patria catalana no se parecen en casi nada a aquellos nacionalistas soñadores como Companys, Cambó o Maciá. Estos son oportunistas que vienen sacando tajada política y económica a costa de engañar a la mayoría. La situación económica y social de Cataluña es delicada, pero los culpables no son sus élites nacionalistas y sus mordidas sino otra nacionalidad histórica, la española. “España nos roba” esa es la consigna para aglutinar seguidores al tiempo que les sirve de coartada para que nadie se fije en los que verdaderamente han saqueado y saquean Cataluña.

        Y lo peor de todo, es que esto no ha hecho más que empezar. La élite nacionalista ha creado un monstruo que va a afectar a todos los españoles y en particular a los catalanes. Tarde o temprano la patraña de que “España nos roba” se va a caer y va a dejar al descubierto a los verdaderos ladrones.

        Mi previsión es que va a comenzar un tedioso y aburrido tira y afloja entre las pretensiones independentistas de la élite catalana y los recursos interminables de inconstitucionalidad que planteará el estado español. Todo ello, va a crear un clima de ineficacia administrativa, al tiempo que se descuida la atención social, se acentúa la crisis económica, se destruye tejido industrial y aumenta la crispación social y política. Soy pesimista, pero al final, cuando estemos con la soga al cuello habrá que llegar a un acuerdo de mínimos entre el Estado español y la Generalitat, para encauzar la convivencia. Pero desgraciadamente antes nos tocará sufrir, seguramente durante varios años, quizás lustros.

 

PARA SABER MÁS:

 

CASANOVA, Julián: “Cataluña y España: soluciones políticas y buenos modales” Página personal en Facebook (2-9-2015).

 

IZARD, Miquel: “Himnos y baladas” Boletín Americanista año LI Nº 51. Barcelona, 2001, pp. 145-165.

 

RÉMOND, René: Introducción a la historia de nuestro tiempo. El siglo XIX, 1815-1914. Barcelona, Vicens Vives, 1983.

 

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

UN ESCLAVO DE RIBERA DEL FRESNO CONDENADO A TRABAJOS FORZADOS EN LAS MINAS DE ALMADÉN (1751)

UN ESCLAVO DE RIBERA DEL FRESNO CONDENADO A TRABAJOS FORZADOS EN LAS MINAS DE ALMADÉN (1751)

        En el día de ayer, me salió a la palestra este documento no único pero tampoco frecuente, sobre un esclavo de Ribera del Fresno (Badajoz) que fue donado por su dueño a servir en las minas de azogue de Almadén. Fue su propio dueño, Fernando de Brito Lobo y Sanabria el que lo denunció a las autoridades. Al parecer había mantenido una relación carnal con la sirvienta de la casa, contraviniendo el sexto mandamiento de la Ley de Dios: “No cometerás actos impuros”. Tras denunciarlo fue encerrado en la cárcel real de Ribera y poco después, donado por su dueño a servir durante tres años en las temidas minas de mercurio de Almadén. Se supone que ello le debía servir de escarmiento.

        Una medida extremadamente cruel e injusta por dos motivos: primero, porque el esclavo no hizo más que mantener una relación secreta con una sirvienta, algo que tenía prohibido, pero que no dejaba de ser natural en un chico de 25 años. Segundo, porque los propios dueños contravenían el sexto mandamiento cada vez que le daba la gana, teniendo incluso hijos con sus esclavas, ante la connivencia de todos. Y tercero, porque era casi una condena a muerte, pues la supervivencia media en Almadén se situaba entre los tres y los cuatro años. Así que no sabemos si el pobre esclavo Antonio José , mulato de 25 años sobrevivió a tal condena.

Sorprende la dureza del dueño, Fernando de Brito ya que éste liberó altruistamente a al menos tres esclavas, a saber: A María Ana el 20 de marzo de 1749, a Anselma Lucía el 18 de agosto de 1749 y a María candelaria el 4 de febrero de 1754. Pero, en realidad, este tipo de abusos era común en una sociedad que se basaba en la desigualdad por nacimiento entre los seres humanos.

 

 

Carta otorgada por Fernando de Brito Lobo y Sanabria, 26 de mayo de 1751.

 

 

        En la villa de Rivera, a veintiséis días del mes de mayo, año de mil setecientos cincuenta y uno, ante mí el escribano de su Majestad público y testigos pareció don Fernando de Brito Lobo y Sanabria, vecino de ella que doy fe Conozco y dijo tiene por suyo propio un moreno esclavo sujeto a perpetua servidumbre, llamado Antonio José, de edad de veinticinco años, el cual con poco temor de Dios y en menosprecio de el respeto y veneración que debiere tener a la casa de su señor, fue aprehendido con una criada de la misma casa, cometiendo culpas contra el sexto precepto de sus santos mandamientos. Y averiguado por los antecedentes, parece había tiempo permanecía en esta incontinencia por lo que mandó ponerlo preso en la cárcel real de esta villa donde se halla. Y para que le sirva de enmienda y a otros de ejemplo, desde luego en la mejor forma que puede y ha lugar de derecho, siendo cierto y sabedor del que en este caso le pertenece, otorga que el dicho su esclavo lo cede a Su Majestad para que le sirva en los trabajos de sus reales minas de Almadén del azogue, por tiempo y espacio de tres años, que han de empezar a correr y contarse desde el día que entre en ellas, para lo cual se le formará asiento. Y cumplidos que sean protesta se le entregue para que continúe su servidumbre, repasándose del dominio y señorío que sobre el dicho esclavo tiene y le pertenece, cediéndolo por el dicho (fol. 324r) tiempo en su servicio como queda dicho, haciendo y otorgando esta escritura, con todas las cláusulas y circunstancias y requisitos que de derecho sean necesarias para su mandato, validación y firmeza y para ello obliga todos sus bienes y rentas con poder que da a las justicias y jueces de su Majestad para que le apremien a su cumplimiento, como por sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada sobre que renuncia todas y cualesquier leyes, fueros y derechos de su favor y la general, en forma, en cuyo testimonio así lo otorgo y firmo, siendo testigos don Mateo López Barragán, presbítero, don Juan Lorenzo Pérez y Clemente de la Rocha, vecinos de esta dicha villa. Firma: don Fernando de Brito Lobo y Sanabria. Ante mí Pedro Hernández Azulado (fol. 324v).

(A,M.A. Ribera del Fresno, Pedro Hernández Azulado 1751, fols. 324r-324v)

 


ESTEBAN MIRA CABALLOS

RESISTENCIA Y CASTIGO DE LOS ESCLAVOS EN LA ESPAÑA MODERNA: ALGUNOS EJEMPLOS

RESISTENCIA Y CASTIGO DE LOS ESCLAVOS EN  LA ESPAÑA MODERNA: ALGUNOS EJEMPLOS

        Las relaciones entre los señores y los esclavos dependían de varias circunstancias, relacionadas siempre con el primer eslabón de la cadena que era el propietario: su carácter, su concepto de la caridad cristiana y sus propias circunstancias económicas. Con un poco de suerte, si el dueño poseía ciertos valores humanísticos o cristianos y holgura económica podía llegar la liberación. Si por el contrario, la situación financiera del mismo era precaria nunca iba a consentir perder un bien tan valioso como un esclavo, salvo que éste fuese anciano y el coste de su mantenimiento fuese superior al rendimiento de su trabajo.

        En aquellos casos en los que el esclavo se resistió o simplemente sus relaciones con su señor fueron malas, la situación para la parte más débil de la cadena podían ser dramáticas. Lo normal es que en estas condiciones lo destinara a realizar tareas sórdidas, arrendándolo o enviándolo temporalmente o de por vida a realizar alguna prestación Real. El trabajo en las minas reales de Almadén era tan duro que los dueños sólo enviaban a sus esclavos cuando creían oportuno darles un escarmiento. Rocío Periáñez detectó un caso en Cáceres en el primer tercio del siglo XVII: el de Pedro Roco Campofrío, vecino de Cáceres, que en su codicilo fechado el 11 de julio de 1632 afirmó haber tenido entre sus esclavos un niño berberisco de doce o trece años pero que por haber salido travieso y bellaco lo vendió en 30.000 maravedís a los Fúcares para que lo llevasen a Almadén (Periáñez, 2009: 392). Pero parece que la práctica se mantuvo en el tiempo no dejo de ser un recurso excepcional, usado como escarmiento por los dueños.

A juzgar por los testimonios que hemos localizado, parece que el envío a las minas Reales era tan duro y tenían tal fama que debió ser la amenaza habitual de los dueños a aquellos esclavos que no se comportaban como se esperaba de ellos. Debió constituir una forma de presión y de control del comportamiento de estas minorías aunque sólo en ocasiones puntuales y quizás extremas se llegaba a convertir en realidad. Así ocurrió en 1735 cuando Rodrigo Villalobos Moscos, vecino de Almendralejo envió a su esclavo Sebastián de 45 años, robusto y de color amembrillado por un año y medio a servir en Almadén. Los motivos que lo impulsaron a ellos no podían ser más explícitos: por haberle faltado a la obediencia y respeto que le debe tener como al tal su amo y señor y se ha ausentado de su casa, llevándose consigo a algunas mujeres de mal vivir y andaba de un pueblo a otro. Más claro aún fueron Juan Montaño y María Rengela de Guzmán, vecinos de Aceuchal, cuando fundamentaron la donación al Rey de su esclavo Juan Martínez, de color blanco, de unos 30 años, robusto de cuerpo y capaz de cualquier trabajo corporal en los siguientes términos:

 

        "El cual por justas causas que me mueven lo doy y cedo para que sirva a Su Majestad por todos los días de su vida en las Reales minas de Almadén o Espartería o en otro cualquier presidio, donde más utilidad con su trabajo pueda dar al Rey… sin que pueda el susodicho salir con su libertad de la parte donde se dé dicho destino porque mi ánimo es que perezca trabajando a beneficio de la Real hacienda, sin tener libre uso de su persona".

 

        Las palabras de sus dueños están henchidas de malas intenciones: lo envían a Almadén de por vida, para que muera allí trabajando, es decir, que la carta parece como mínimo una condena del esclavo a cadena perpetua.

        Podríamos preguntarnos, si el esclavo podía rebelarse ante la tiranía de su dueño. La única opción desesperada que le quedaba era la huida, pero apenas si recurrían a ella porque al estar marcados a hierro no tenían ninguna posibilidad de éxito. Y una vez capturado las consecuencias podían ser dramáticas para el esclavo, pues incluso podían ser enviados a galeras o a las minas de cinabrio de Almadén, de las que pocos escapaban con vida.

        Hemos documentado algunos casos sonados de huídas pero necesariamente fueron escasos y acabaron con la captura del fugado. El 19 de julio de 1710, Manuel Lorenzo, vecino de Ribera dio poder a Pedro de Torrejón para que fuese a la cárcel de los padres teatinos de Sevilla donde estaba retenido un esclavo suyo que se había fugado de su casa la víspera del día de San Pedro. El esclavo en cuestión se llamaba Joseph, de 20 años, y cuyos rasgos físicos eran los siguientes: de color tinto, de buen cuerpo, la cabeza larga (y) algo hoyoso de viruelas. Como puede observarse, el esclavo se había escapado el 28 de junio y el 19 de julio, ya sabía su dueño que estaba preso en Sevilla. Es decir que la libertad apenas le debió durar diez o quince días, aunque sorprende que pudiese llegar hasta la capital hispalense.

En 1778 encontramos otro caso de resistencia, pero muy diferente al anterior. En la localidad de La Parra vivía Francisco González y Rivera que disponía de un matrimonio de esclavos, llamados Domingo y Antonia. Tras su muerte, y dado que no tenía hijos, heredaron sus sobrinos correspondiéndole a Francisco Antonio Zalamea, vecino de Ribera del Fresno, un lote de bienes que incluía a los dos aherrojados. Pues bien, dicho matrimonio se negó a marchar a Ribera y permaneció viviendo en La Parra con sus recursos, escasos pero suficientes. Sin embargo, Francisco Antonio Zalamea, con la ley en la mano, otorgó poderes a Vicente González Máximo, vecino de La Parra para que procediese contra sus esclavos, deportándolos forzosamente y confiscándole sus bienes, con el objetivo de resarcir al demandante de sus pérdidas. No conocemos más del asunto, pero dado que al demandante le asistía el derecho y la justicia es posible que consiguiese sus objetivos y que los aherrojados fuesen expropiados y deportados de La Parra.

Como puede observarse, las posibilidades de estos pobres hombres de eludir la esclavitud o el trabajo forzado eran mínimas por no decir nulas. Ni había milagros, ni redención, ni cuentos de hadas. Habían nacido en el lugar y en el momento equivocado, y la mayoría solo se liberaba de la pesada carga de la servidumbre con la muerte. Hacen cierta la alabanza fúnebre: “Todos tratan de evitar conocerme, pero todos acaban recibiendo mi visita… Y cuando por fin me encuentran descansan…”. Muchos de estos aherrojados vieron la muerte con la esperanza de justicia y con el deseo de reencontrarse con sus seres queridos.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

¿QUÉ FUE DE LOS ESCLAVOS QUE VIVIERON EN ESPAÑA DURANTE LA EDAD MODERNA?

¿QUÉ FUE DE LOS ESCLAVOS QUE VIVIERON  EN ESPAÑA DURANTE LA EDAD MODERNA?

Muchos de ellos fueron liberados al final de las vidas de sus dueños, pero en cualquier caso a partir de su abolición en el siglo XIX todos adquirieron su libertad. Sin embargo, una cosa era recuperar su libertad legal y otra escapar del servilismo laboral. No parece que su vida cambiase demasiado, siendo la principal diferencia que no podían ser vendidos, lo que no era poco y que podían disponer su alma y testar. Se suponía que cuando algún sujeto alcanzaba la condición de libre es que estaba totalmente deculturado y había asumido todos los patrones de comportamiento propios de los cristianos viejos.

Acostumbrados a la servidumbre paternalista, la libertad actuó de manera traumática. Muchos tuvieron que recurrir en los últimos años de su vida a la caridad de sus conciudadanos. El 25 de noviembre de 1733 se enterró en Santa Marta (Badajoz) la liberta Magdalena con cargo a la parroquia, y no se le señalaron misas porque era muy pobre. Éste era el triste sino de los libertos, es decir que vivieron y murieron siempre, con muy pocas excepciones, en la miseria. Bien es cierto, que su situación no debía ser peor que la de otros pobres de solemnidad, la mayoría de ellos blancos y cristianos de pura cepa, que con tanta frecuencia encontramos a lo largo de la Edad Moderna en toda Europa. Por ejemplo, en los mismos años en los que los esclavos y libertos se enterraban unos con misas sufragadas por sus dueños o señores y otros sin ellas, se hizo el siguiente asiento: el 8 de noviembre de 1684 se enterró Vicente, pobre, sin acompañamiento, no tuvo misas.

Hubo excepciones, como es el caso de María de la Trinidad, natural de Villanueva de la Serena pero avecindada en Almendralejo. Ésta, tras obtener su libertad y la de su hijo Gerónimo, llevó una vida más o menos holgada. Su negocio consistía en vender en su casa al por menor el vino que le proporcionaba Francisco Nieto Flores así como quesos de cabra que ella elaboraba y vendía. Con dicho trato consiguió comprar ocho fanegas de tierra y bastantes enseres para su casa. Además en su enfermedad estuvo asistida por Isabel Márquez y por el médico de la villa permitiéndose en su testamento disponer numerosas misas por su alma e inhumarse solemnemente en la parroquial de la Purísima. Le sobrevivieron tres hijos: Gerónimo, bautizado el 16 de octubre de 1720 y que, según su testamento era liberto, Antonia del Rosario y Marcelina Antonia, ambas esclavas y residentes la primera en Villanueva de la Serena y la segunda en Mérida. Alegando que los esclavos no podían tener bienes, deja como heredero universal de todos ellos a su hijo Gerónimo. A lo largo de toda la geografía española encontramos numerosos enterramientos de libertos en los que ellos mismos o su cónyuge dejaron algunas misas por su alma, frecuentemente una treintena.

Ahora bien, pese a todos estos inconvenientes, los esclavos siempre ansiaban su libertad. Además del orgullo de haber conseguido dicha condición para ellos y sus sucesores, su nuevo status les permitía al menos en teoría, mantener una vida pública. Dado que los esclavos no podían otorgar escrituras, muchos libertos, aunque tuviesen pocos recursos económicos, redactaban orgullosamente su testamento para disponer algún número de misas por su alma. De esta forma, además de mimetizar el comportamiento de los blancos, conseguían, según sus creencias, salvar su alma. Y en caso de no disponer de dinero, dado que seguían como criados junto a sus antiguos dueños, solían ser partícipes de la caridad de sus señores, quienes normalmente entregaban alguna limosna por que se rezasen algunos sufragios por sus almas. Sus antiguos dueños solían dejar mandas en su testamento tanto a favor de sus esclavos como de sus libertos. Además en caso de que el liberto no tuviese recursos, casi siempre era el antiguo dueño el que se hacía cargo de entregar alguna limosna para que se celebrasen un número determinado de sufragios por el alma del finado.

A partir del siglo XVIII proliferaron los libertos; sin embargo, que legalmente fuesen libres no significa que no estuviesen marginados socialmente. El estigma de la negritud, de la ilegitimidad y de la esclavitud pesó durante generaciones en los descendientes de aquellos antiguos esclavos. De hecho en una partida de defunción de la parroquia del Soterraño de Barcarrota (Badajoz), fechada el 26 de mayo de 1837 se inscribía el fallecimiento de Juan José Clímaco, septuagenario, hijo de Inés María, esclava que fue de Juan José Tovar. Es decir, décadas después, incluso, estando ya abolida la esclavitud, se señalaba el pasado servil de un liberto. Aunque se refiera a Barcarrota, el asunto debía ser similar en cualquier otro lugar de España.

Finalmente, estas alusiones terminan desapareciendo en la documentación, al tiempo que encontramos algunos enlaces formados por un liberto o liberta y otra persona libre. Todo ello nos está indicando una paulatina integración de estas familias antaño esclavas. Lo que debe quedar claro es que cuando estos esclavos fueron liberados no se marcharon a ningún sitio porque la mayoría había nacido en España o al menos había vivido aquí la mayor parte de su vida. Su tierra era ésta y aquí permanecieron fusionándose e integrándose, con más o menos dificultad, en la sociedad española.

 

APÉNDICE

 

 

Testamento de María de la Trinidad, liberta, Almendralejo, 1737.

 

          En el nombre de Dios todopoderoso amen… Sepan cuantos esta carta de testamento, última y postrimera voluntad vieren como yo María de la Trinidad, liberta, vecina de esta villa de Almendralejo y natural de la de Villanueva de la Serena, estando enferma del cuerpo y sana de la voluntad en mi libre juicio, memoria y entendimiento natural el que Dios nuestro señor fue servido de me dar, creyendo como firme y verdaderamente creo en el misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero y en todo aquello que tiene, creee y confiesa la santa madre Iglesia Católica de Roma debajo de cuya fe y creencia yo he vivido y protesto vivir y morir como buena y fiel cristiana y temiéndome de la muerte que es cosa natural a toda criatura humana y deseando poner mi ánima en verdadera carrera de salvación, elijo para ello por mi intercesora y abogada a la gloriosísima reina de los ángeles Virgen Santa maría para que interceda con su preciosísimo hijo y mi redentor perdone mis pecados y lleve mi alma al cielo y con esta sagrada invocación la de mi nombre y los de mi devoción hago y ordeno este mi testamento en la forma y manera siguiente:

          Primeramente, encomiendo mi ánima a Dios nuestro Señor que la crió y redimió con su preciosa sangre, muerte y pasión y el cuerpo mando a la tierra de que fue formado. Y cuando su divina majestad sea servido darme y llevarme de esta presente vida mi cuerpo sea sepultado en la iglesia parroquial de esta villa en la sepultura que eligieren mis albaceas y acompañen mi entierro los curas y clero de esta comunidad, cruz alta y tres capas y por todo se pague la limosna que es costumbre. Y el día de mi entierro, siendo hora de celebrar y si no el siguiente se e digan tres misas cantadas con ministros por mi ánima y por ello se pague la limosna que es costumbre por mis albaceas.

          Mando se digan por mi ánima veintiséis misas rezadas de sacrificio por mi ánima y se pague la limosna acostumbrada.

          Mando se digan por penitencias mal cumplidas y especialmente a quienes fuere algún cargo otras cuatro misas rezadas y se pague por ellas la limosna que es costumbre.

          Mando a las mandas forzosas Casa Santa de San Francisco de Jerusalén, y redención de cautivos, la limosna acostumbrada con que la relevo y aparto del derecho y acción que tienen a mis bienes.

          Mando que dentro del año de mi fallecimiento o cuando pareciere a mis albaceas se me diga una misa cantada con ministros por mi ánima y por ello se pague lo que es costumbre en esta villa.

          Declaro está debiendo al señor don Francisco Nieto Flores, vecino de esta villa, ciento y cincuenta y dos reales de vellón, valor de diecinueve años de vino que me ha entregado para que le venda en mis casas a razón de ocho reales cada arroba y de dicha cantidad se deberá rebajar el dinero que yo a dicho señor di en una bota que no me acuerdo cuanto, quiero y es mi voluntad que en cuanto a esto se entre y separe por lo que dicho señor dijere y no me acuerdo deber otra cosa si con buena verdad pareciese se pague de mis bienes.

          Declaro me están debiendo lo siguiente: me debe Alonso Montes cuarenta reales de vellón; Alonso Moreno quince reales menos seis maravedís; el oficial del dicho Alonso Moreno doscientos reales y medio; Alonso López un real y veintidós maravedís; Sebastián Calas veintiocho reales; Alonso de Toro me debe ciento y dieciocho reales y un vale que me tiene hecho a cuya cuenta me ha dado quince reales y me resta deber ciento y tres, todas las cuales dichas deudas se cobren por mis albaceas y las demás que pareciere debérseme.

          Declaro tengo por mis hijos a Gerónimo de la Cruz, liberto, a Antonia del Rosario, esclava de don Pedro Godoy, vecino de la villa de Villanueva, y a Marcelina Antonia, esclava de Fernando de la Rocha, vecino de la ciudad de Mérida, declárolo así para que conste.

          Declaro que los bienes con que al presente me hallo y he adquirido durante mi libertad y que me había dado a ganar el dicho mi hijo son como siguen: ocho fanegas de garbanzos colmados; como dos arrobas de quesos de ovejas; una tarima de cama; dos colchones de sábanas; dos almohadas, la una con henchido, todo muy usado; un arca de pino con su cerradura; un manto de anascote viejo; una basquiña de bauta negra muy vieja; una saya de de bayetilla verde servida; doce camisas de mucho uso servidas; otra arca de pino con cerradura; cuatro mesitas grandes y pequeñas; cuatro tinajas pequeñitas de rollo; cuatro bancos tordos de corcha y dos de tabla; una caldera mediana; un calderito nuevo; un almirez; un peso de balanzas; con sus pesas; otro peso de garfios; tres candiles viejos; tres asadores; un gato de hierro; dos pares de atriles; dos escopetas; una espada; tres jergas servidas; un costal también servido; dos toallas con encajes servidas; unos manteles viejos; un cazo pequeño; y dos sartenes muy viejas, declárolo así para que en todo tiempo conste.

          Mando por vía de limosna se le dé luego que yo fallezca a Isabel Márquez, mujer de Juan Carrasco, vecina de esta villa, el manto de anascote, saya negra y dos camisas que llevo declarado entre mi testamento en atención a estarme asistiendo en mi enfermedad y le pido me encomiende a Dios.

          Asimismo mando por vía de limosna a Juan Benítez, mi sobrino, una saya de bayetilla verde usada que llevo declarado para que de ella haga un jubón y forre una casaca y le pido me encomiende a Dios.

          Quiero y es mi voluntad que de lo más pronto de mis bienes se pague por mis albaceas los medicamentos de botica que estuviere debiendo y asistencia que me ha hecho el médico de esta villa en la presente enfermedad que padezco.

          Y para cumplir y pagar este mi testamento nombro por mis albaceas al señor don Fernando Bolaños Golfín y al dicho Gerónimo de la Cruz, mi hijo, liberto vecino de esta villa y a cada uno de por sí, insolidum, a quienes doy poder cumplido para que de lo mejor y más bien parado de mis bienes cumplan y paguen este mi testamento, vendiendo los que bastaren en almoneda o fuera de ella como les pareciere y aunque sea pasado el año del albaceazgo para que les prorrogo el término necesario hasta su entero y debido cumplimiento.

          Y cumplido y pagado este mi testamento, mandas y legados en él contenidos en el remanente que quedare de todos mis bienes, derechos y acciones que en cualquier manera me toquen y pertenezcan respecto que las dichas mis hijas que llevo declaradas en este mi testamento están y se hallan sujetas a esclavitud y no pueden ni deben haber cosa suya propia por su esclavitud, nombro e instituyo por mi único y universal heredero de todos ellos al dicho Gerónimo de la Cruz, mi hijo, liberto, para que los haya, lleve, goce y herede con la bendición de Dios y la mía y vean que es mi ultima y determinada voluntad y le pido me encomiende a Dios.

          Y por este mi testamento revoco y anulo y doy por ninguno todos otros cualesquiera testamentos, mandas, codicilos o legados que antes de este haya hecho y otorgo por escrito o de palabra que quiero no valgan ni hagan fe en juicio ni fuera de él, salvo éste que al presente hago y otorgo que quiero que valga por mi testamento o escritura pública o como mejor por derecho lugar haya en cuyo testimonio así lo otorgo ante el presente escribano público y testigos en la villa de Almendralejo, en veinte días del mes de noviembre de mil setecientos y treinta y siete, siendo testigos Clemente Antonio Barroso, Alonso Martínez Moriano y Pedro Sánchez, todos vecinos de esta villa y esta otorgante a quien yo el presente escribano doy fe que conozco no firmó por no saber, a su ruego lo hizo uno de los dichos testigos y fueron asimismo llamados y rogados para el otorgamiento de este testamento de que doy fe.

(Archivo Municipal de Almendralejo, escribanía de Lucas Francisco Rodríguez de Vitoria 11737, fols. 29r-30v).

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

 

¿QUÉ PASABA SI UN ESCLAVO SE LLEVABA MAL CON SU DUEÑO? UN DRAMÁTICO CASO EN VILLALBA DE LOS BARROS (1762)

¿QUÉ PASABA SI UN ESCLAVO SE LLEVABA MAL CON SU DUEÑO? UN DRAMÁTICO CASO EN VILLALBA DE LOS BARROS (1762)

        En teoría estos esclavos tuvieron el status de cosas, siendo vendidos en los mismos mercados y ferias donde con frecuencia se hacían las transacciones ganaderas. Algunas cartas de compraventa chocan especialmente por la naturalidad con que se hacían las transacciones. Así el 6 de mayo de 1540 se formalizó una carta de trueque en Baza (Granada) de un esclavo por un asno (Asenjo Sedano, 1997: 98).

        Obviamente a nadie le debe sorprender que la compra-venta se realizase con una pasmosa naturalidad, tratando a los esclavos como a animales o simplemente como a bienes materiales. Nos sorprende a nosotros pero no a sus protagonistas en la España Moderna que muy al contrario lo interpretaban como algo no solamente legal sino también legítimo. Sin embargo, en la práctica se les solía tratar bien, en unos casos por simple caridad cristiana, y en otros, por una cuestión de racionalidad económica, es decir por el deseo de no perder la inversión realizada.

        Ahora bien, si una esclava doméstica que vivía en contacto permanente con sus dueños era mala o se había deteriorado, la aherrojada tenía todas las de perder: su vida se podía convertir en un auténtico calvario.

La documentación notaria o sacramental no suele aportar información sobre las relaciones entre dueños y esclavos. Solo encontramos casos extremos en los que el aherrojado era enviado a las minas reales, fundamentalmente a las de Almadén. Tenían fama de ser tan mortíferas que debió ser la amenaza habitual de los dueños a aquellos esclavos que no se comportaban como se esperaba de ellos. Debió constituir una forma de presión y de control del comportamiento de estas minorías aunque sólo en ocasiones puntuales y quizás extremas se llegaba a convertir en realidad. Así ocurrió, por ejemplo, en 1735 cuando Rodrigo Villalobos Moscos, vecino de Almendralejo envió a su esclavo Sebastián de 45 años, robusto y de color amembrillado por un año y medio a servir en Almadén. Los motivos que lo impulsaron a ellos no podían ser más explícitos: "por haberle faltado a la obediencia y respeto que le debe tener como al tal su amo y señor y se ha ausentado de su casa, llevándose consigo a algunas mujeres de mal vivir y andaba de un pueblo a otro".

También pueden aparecer reflejadas en las cartas de compraventa alguna merma o enfermedad provocado por los malos tratos de su dueño. Y ello porque el vendedor estaba obligado a especificar las posibles enfermedades o taras que tuviese la pieza que pretendía vender. Fue el caso de la esclava María, de 21 o 22 años, de color albarrana que fue vendida por Juan Ortiz Guerrero, vecino de Villalba de los Barros, el 27 de marzo de 1762. El comprador, Juan de Bolaños y Guzmán, se comprometió a pagar 2.700 reales por ella pero el día de Santiago, tras verificar que su enfermedad no iba a más. Y ello porque el vendedor reconoció que en general estaba sana pero que había sufrido un pequeño accidente que describió con las siguientes palabras:

 

 

“Que estaba sana más que en una ocasión que yo el dicho Juan Guerrero la castigué por haberse vuelto contra su ama y porque le dio al parecer un accidente de que llamado al médico actual de esta villa y reconocida dijo que era aflicción a perecer”.

 

Estaba claro que la esclava padecía una especie como de depresión traumática y que su miedo a morir se debía fundamentar en los castigos que su dueño le imponía. No parece que el comprador deshiciese la transacción por lo que posiblemente la aherrojada mejoró de su aflicción. Podríamos preguntarnos, ¿Por qué no huían de sus dueños? Apenas si recurrían a ella porque al estar marcados en la mejilla o en la frente no tenían ninguna posibilidad de éxito. Y una vez capturado las consecuencias podían empeorar aún más para el aherrojado. Era el alto precio de una sociedad fundamentada en la desigualdad entre las personas.

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE EN LA HISTORIA: DEL NEOLÍTICO A LA ACTUALIDAD

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE EN LA HISTORIA: DEL NEOLÍTICO A LA ACTUALIDAD

Ya en el Neolítico se dio lo que Marshall D. Sahlins llamó la ley del predominio cultural. En realidad era más bien una praxis. Ésta trajo consigo que los grupos neolíticos desplazaran a los nómadas a lugares aislados y poco productivos, abocando a muchos de ellos a su extinción. En este sentido, ha escrito Lucy Mair que todos los males de la humanidad comenzaron precisamente cuando apareció en escena el Homo Sapiens. Sin embargo, fue con el nacimiento de las primeras civilizaciones cuando se generalizó el concepto de universalidad, cuyo objetivo no era otro que extender sus ideales a los demás pueblos supuestamente no civilizados. Sobre este concepto se justificó la expansión de la civilización europea al resto del mundo, con el desprecio intrínseco de los valores ajenos. La civilización nació, pues, unida al concepto de expansión o lo que es peor, el expansionismo puede considerarse inherente a toda civilización. Si a ello unimos que todas las grandes religiones monoteístas son ecuménicas, es decir tienden a expandir su verdad por todo el orbe, ya está configurado el choque de civilizaciones que desgraciadamente ha presidido buena parte de la historia de la humanidad. Y encima con la bendición del poder, tanto espiritual como temporal.

Fue en la antigüedad cuando apareció lo que Max Weber llamó el colonialismo Imperialista, es decir, el derecho de los pueblos superiores a conquistar, someter y aculturar a los inferiores. El primer paso consistió en reconocer que unas personas eran superiores a otras. De hecho, ya en el Código de Hammurabi, del año 1775 a. C., se diferenciaban dos tipos de seres humanos, los que estaban destinados a servir y los que debían mandar. Pero había que dar un paso más allá y extender este concepto de lo individual a lo colectivo. Igual que había personas superiores a otras, también existían civilizaciones, culturas o Estados que eran superiores a otros. Así, en la Grecia Clásica, lo heleno era lo civilizado, antítesis de la barbarie que reinaba en el resto del mundo. Asimismo, los romanos aplicaban la barbarie a los que no hablaban latín o no estaban sometidos a su Imperio, especialmente a los celtas y a los germanos. Los ataques a Numancia, Osma o Calahorra forman parte de la historia negra de la conquista romana de la Península Ibérica. Un proceso que contó también con su particular Bartolomé de Las Casas, pues un historiador romano denunció la gran crueldad empleada en la conquista de Hispania. Entre otras cosas escribió: "llaman pacificar un país a destruirlo", palabras que recuerdan bastante a las empleadas por algunos miembros de la corriente crítica en la Conquista de América.

Posteriormente, el Cristianismo equiparó paganismo con barbarie y durante siglos se ha venido perpetuando este dualismo entre civilización y barbarie. En el mundo del siglo XVI, civilizados eran los europeos y bárbaros los indígenas, lo mismo americanos, que africanos o asiáticos. Una posición que se mantuvo inamovible hasta el Imperialismo contemporáneo. Otra cosa bien diferente es que, como escribió Malinowski, la única prueba de esa superioridad fuesen las armas. De hecho, en 1814, José María Blanco White contrapuso a los negros de la costa occidental africana, a quienes sus contemporáneos daban el nombre de bárbaros, frente a los europeos que eran considerados por aquéllos como unos paganos ignorantes, aunque muy temibles. Y es que está claro que durante varios milenios la civilización más avanzada llamó bárbaro a todo el que no compartiera sus principios. De hecho, Michel de Montaigne, humanista francés del siglo XVI, criticó en relación a los indios antropófagos que se les podía llamar bárbaros en relación a las reglas de la razón, pero no con respecto a nosotros que los superamos en todo tipo de barbarie. Desgraciadamente, estos postulados pacifistas de humanistas del siglo XVI, como el citado Montaigne, Erasmo de Rotterdam o fray Bartolomé de Las Casas, al igual que los contemporáneos, como Anatole France, León Bloy o Mahatma Gandhi, han sido siempre minoritarios y marginales frente a la línea de pensamiento oficial que ha justificado siempre la expansión imperialista.

Queda bien claro que Europa ni tenía derecho a hacer lo que hizo, ni dejaba de tenerlo, porque desde la Antigüedad hasta pleno siglo XX la irrupción de los pueblos superiores sobre los inferiores se vio como algo absolutamente natural y hasta positivo. El colonialismo se justificó no como una ocupación depredadora sino como un deber de los pueblos europeos de expandir una cultura y una religión superior. Hasta muy avanzado el siglo XX, con la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), no ha habido realmente una legislación protectora de los pueblos indígenas. Aún hoy, el genocidio sobre los indios guatemaltecos o brasileños sigue siendo una praxis recurrente, en medio de la indiferencia mundial. De hecho, en 1997, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, dependiente de la ONU advertía:

 

"Que en muchas regiones del mundo se ha discriminado a las poblaciones indígenas y se les ha privado de sus derechos humanos y libertades fundamentales… Los colonizadores, las empresas comerciales y las empresas de Estado les han arrebatado sus tierras y sus recursos. En consecuencia, la conservación de su cultura y de su identidad histórica se ha visto y sigue viéndose amenazada".

 

        Llamémosle, pues, "ley de predomino cultural, capitalismo imperialista" o de cualquier otra forma, pero la realidad es que el sometimiento de unos pueblos a otros ha sido una constante a lo largo de todos los tiempos. La historia de la humanidad ha sido, la de la imposición de unos sobre otros, de los más fuertes sobre los más débiles. Toda la memoria de la humanidad está atravesada por el drama de la guerra y los imperialismos. Como decía a finales del siglo XVIII Inmanuel Kant el estado natural del ser humano es la guerra y, por tanto, la paz es una conquista que debe conseguir el ser humano. Y no le faltaba razón, pues el genocidio ha estado presente en todas las guerras de conquista desde la antigüedad hasta las guerras preventivas practicadas en nuestros días por los Estados Unidos. Se han llegado a cuantificar las guerras ocurridas a lo largo de 5.600 años de historia documentada en 14.500, con un balance total de 3.500 millones de muertos. Los datos no pueden ser tomados demasiado en serio pero nos sirven para demostrar que la guerra y la destrucción han estado plenamente ligadas a la historia del hombre y, sobre todo, a la historia de la civilización.

        Y por si fuera poco, la Edad Contemporánea, y en particular el siglo XX, ha sido el más dramático de todos los tiempos. Los imperialismos de los siglos XIX y XX implicaron un verdadero holocausto a escala planetaria, implicando prácticamente a todos los continentes. Paradigma de la sinrazón del ser humano fueron las matanzas sistemáticas e indiscriminadas de los belgas en el Congo. Pero la capacidad del ser humano para causar daño no había alcanzado techo. En el siglo pasado las dos conflagraciones bélicas mundiales, terminaron convirtiendo al siglo XX en el más bárbaro de todos los tiempos, la centuria de las guerras como la denominó Nietzsche. Además, el genocidio adquirió un carácter más perfeccionado y refinadamente inhumano. Obviamente las masacres han sido más masivas y sanguinarias a medida que la ciencia ha ido poniendo en manos del hombre artilugios cada vez más letales. Y es que la guerra moderna evolucionó hacia lo que unos llaman la guerra total industrial y otros, como Carl von Clausewitz, la guerra con objetivos ilimitados, que implicaba la utilización de avanzadas tecnologías y la movilización de las masas para causar el mayor daño posible al enemigo. En 1916, R. Tagore, premio Nobel de la Paz, en un discurso pronunciado en la universidad de Tokio afirmó lo siguiente:

 

        "La civilización que nos llega de Europa es voraz y dominante; consume a los pueblos que invade, extermina o aniquila las razas que molestan su marcha conquistadora. Es una civilización con tendencias caníbales; oprime a los débiles y se enriquece a su costa…"

 

        Todavía no sabía el bueno de Tagore que, pocos años después, esas prácticas no serían exclusivas de Europa, pues, se sumarían primero Asia –y en particular su país, Japón- y luego América. Los genocidios ocurridos en el último siglo se cuentan por decenas. El fascismo exaltó la guerra, reservando la gloria a los caídos por la Patria. Un caso extremo fue el de los Nazis que, en su perturbado afán de conseguir la pureza étnica, depuraron, vejaron y finalmente asesinaron a unos seis millones de judíos –otros tantos se salvaron porque les faltó tiempo-, además de a otras decenas de miles de gitanos, polacos, eslavos, rusos e incluso alemanes con defectos físicos o psíquicos. Ninguno de ellos estaba a la altura de lo que exigía la mítica pureza racial aria y merecían ser exterminados. Y obviamente no se trataba de la idea de un personaje aislado, pues está demostrado que muchos miembros del partido nazi, incluidos no pocos científicos, compartían los mismos ideales que su líder. Pero desgraciadamente el genocidio Nazi con ser el más conocido no ha sido ni mucho menos el único. A la par que los Nazis, su alma gemela que era el Japón de la II Guerra Mundial, estaba llevando a cabo su expansión genocida por el Pacífico. También ellos pretendían alcanzar lo que Michael Ghiglieri llama el espacio vital para la raza yamato. Ha habido decenas de casos más antes y después, con el agravante de que no han calado tanto en la opinión pública y, en algunos casos, no ha habido nada parecido a los juicios de Núremberg. Por ejemplo, el lanzamiento de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, cuando ya se sabía que los japoneses estaban dispuestos a suscribir la paz. Primó el interés de los estadounidenses por comprobar si su nuevo artilugio era realmente letal. Por desgracia, fue todo un éxito.

En el lado opuesto, el gobierno comunista de Pekín, desde su ocupación del Tíbet, en 1959, se estima que ha eliminado a más de tres millones de tibetanos. En Camboya los Jemeres Rojos, liderados por el comunista Pol Pot, aterrorizaron a parte de la población y ejecutaron al menos a 14.000 personas. Pese a que sus actos de genocidio fueron mundialmente conocidos, el cruel líder camboyano murió rodeado de los suyos y sin haber respondido ante la justicia.

No menos flagrante fue el régimen de terror implantado en Uganda por el presidente Idi Amín Dada, entre 1971 y 1979, que costó la vida a decenas de miles de ugandeses. Asimismo, la dictadura militar de Guatemala se estima que asesinó impunemente, entre 1978 y 1984, a más de 250.000 opositores, provocando además el desplazamiento a México de 150.000 refugiados. Sus máximos responsables no sólo no han respondido de sus crímenes ante un tribunal nacional o internacional sino que algunos de ellos siguen desempeñando cargos de responsabilidad política. Mucho más recientemente, en 1994, se desencadenó en Ruanda el genocidio entre hutus y tutsis, que costó la vida a más de un millón de personas de una y otra etnia. Uno de los hechos más luctuosos se desencadenó el 23 de abril de 1994 cuando una unidad del Ejército Patriótico Ruandés, liderado por los tutsis, concentró en el estadio de fútbol de Byumba a 25.000 hutus a los que a continuación masacró indiscriminadamente. Otros genocidios siguen activos en nuestros días, como el de los palestinos en su enfrentamiento asimétrico con los israelíes, el de los kurdos a manos de los turcos y de los sirios, o el de diversas comunidades indígenas en algunos países Hispanoamericanos.

Por desgracia, la barbarie ha aumentado a lo largo del siglo XX hasta límites de locura colectiva. El arsenal nuclear actual es similar al de un millón de bombas como las lanzadas en 1945, con capacidad para destruir todo rastro de vida en la tierra unas veinte veces. Y lo peor de todo, es que nada parece indicar que esta escalada haya acabado. Actualmente vivimos un nuevo renacer de la violencia: por un lado, las llamadas guerras de cuarta generación que incluiría los conflictos llamados preventivos que tan asiduamente práctica Estados Unidos, y las acciones contra el terrorismo internacional. Y por el otro, grupos terroristas que actúan en el Tercer Mundo, aprovechándose del vacío de poder y del sufrimiento de los más pobres, y regímenes tiránicos que se mantienen en el poder masacrando a la población civil. Desgraciadamente, nada parece indicar que el siglo XXI no vaya a superar o al menos igualar al dramático siglo XX. Y ya tenemos muestras de esa sinrazón humana en el drama humanitario que se vive en el Mediterráneo con la muerte de miles de inmigrantes y con los asesinatos perpetrados por el Estado islámico que sufren con especial crudeza los propios musulmanes.

Por todo lo expuesto queda claro que mi ultrapesimismo tiene una fuerte base: mi conocimiento del pasado. Desde la II Guerra Mundial, el pesimismo domina entre la intelectualidad. Aunque eso sí, un pesimismo esperanzado porque no queda otra; la esperanza es innata, un mecanismo de supervivencia generado por la especie humana.

 

PARA SABER MÁS:

 

FERRO, Marc (Dir.): “El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento”. Madrid, La Esfera de los Libros, 2005.

 

MIRA CABALLOS, Esteban: “Conquista y destrucción de las Indias”. Sevilla, Muñoz Moya editor, 2009.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS