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RECONCILIACIÓN Y MEMORIA. FRANCISCO FRANCO Y EL VALLE DE LOS CAÍDOS

RECONCILIACIÓN Y MEMORIA. FRANCISCO FRANCO Y EL VALLE DE LOS CAÍDOS

 

 

 

La cuestión del Valle de los Caídos y la exhumación de los restos del caudillo Francisco Franco por Decreto Ley del Consejo de Ministro, previsto para el próximo viernes 24 de agosto, ha levantado ampollas. Sé que se trata de una cuestión polémica que todavía hoy, cuando hace más de cuatro décadas de la desaparición del régimen franquista, sigue levantando pasiones.

Como persona tengo mi propia visión particular, pues mi familia y yo mismo vivimos el franquismo desde uno de los dos bandos. Sin embargo, como historiador tengo otra concepción, la que me ofrece mi conocimiento del pasado. Huelga decir que la pasión es lo contrario a la razón y que, por tanto, yo voy a tratar de ofrecer un punto de vista razonado y no apasionado.

Independientemente de cuestiones sobre quién provocó la guerra y de las matanzas de la misma, lo cierto es el bando autodenominado Nacional ganó la guerra. Y como todos los vencedores a lo largo de la historia, hicieron tabla rasa. Los caídos en el bando Nacional fueron todos exhumados, dándoles cristiana sepultura. Y el vencedor de la contienda comenzó la edificación de una obra megalómana, construida por los propios presos republicanos, que recordase la gesta victoriosa del nuevo régimen y que de paso sirviese de mausoleo a los restos de su líder indiscutible. La Basílica del Valle de los Caídos fue construida entre 1940 y 1958, bajo la dirección de los arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez, y con la participación de escultores como Juan de Ávalos.

Y ¿qué pasó con los vencidos? Pues desde la guerra y la postguerra han permanecido en fosas comunes, al tiempo que su memoria histórica fue cercenada. Los vencedores tuvieron 36 años para eliminar pruebas comprometedoras y para reescribir la historia. Yo como historiador soy consciente que hacer historia implica necesariamente reconstruir el pasado nunca escrito de los eternamente vencidos. Y en esto me gusta recordar la frase de Walter Benjamin cuando dijo que si la situación no da un vuelco definitivo, "tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, un adversario que no ha cesado de vencer". Una afirmación axiomática en el caso que nos ocupa, pues a los vencidos no solo les robaron sus vidas sino también su memoria.

Creo que más de cuatro décadas después de la llegada de la democracia ya tenemos –o deberíamos tener- la madurez suficiente para permitir a las familias sacar a sus muertos de las cunetas y de las fosas comunes. No puede ser que mi país, España, encabece el ranking mundial de desaparecidos, solo superado por Camboya. Tampoco parece una normalidad democrática que el caudillo que lideró un golpe de estado descanse en un mausoleo mientras que los que se opusieron al mismo sigan estando en fosas comunes.

Duele comprobar que la España democrática, la misma que con orgullo se dedicó durante años a juzgar genocidios internacionales ocurridos muy lejos de nuestras fronteras, tenga tantos muertos escondidos y haya corrido un tupido velo de silencio sobre ellos. Creo que los españoles estamos ya preparados para conocer la verdad, sin venganzas y sin rencores. Simplemente se trata de permitir, a aquellos derrotados en una guerra ya lejana, enterrar dignamente a sus muertos y de restaurar el honor a decenas de miles de personas y sus familias que fueron asesinadas y maltratadas durante décadas por el simple hecho de simpatizar con la república o de no ser afectos a los alzados. En la Transición se cometió el error de vincular la reconciliación al olvido lo cual, según ha escrito el Prof. Miquel Izard, es una constante en todas las dictaduras, es decir, que tras su desaparición afloran los organizadores del olvido. Pero esto nunca debió hacerse así y menos aún, como escribió Francisco Espinosa, que la amnistía se extendiera a la historia.

Centrarse en si la fórmula más adecuada es o no un Decreto Ley es quedarse en la anécdota. Lo importante es que estamos ante una oportunidad histórica de reconciliación. No se trata de reabrir heridas, como algunos afirman, sino al contrario, de cerrarlas de una vez, destapando la verdad, por dura que ésta sea. El general debe salir de su mausoleo, de un espacio público, construido con el dinero de todos y con el sudor y la sangre de los vencidos. El cementerio de El Pardo podría ser un buen destino, junto a su esposa doña Carmen Polo, al Almirante Carrero Blanco y a amigos como el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. El edificio del Valle de los Caídos debe ser reinterpretado, como un centro sobre la memoria histórica o sobre las guerras de España.

Insisto que todos debemos estar a la altura de las circunstancias y ver el asunto como una gran oportunidad de reconciliación. Pero para ello es necesario que todos hagamos un esfuerzo de empatía, tratando de ponernos en la piel del otro.

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

FRANCISCO PIZARRO. UNA NUEVA VISIÓN DE LA CONQUISTA DEL PERÚ

FRANCISCO PIZARRO. UNA NUEVA VISIÓN DE LA CONQUISTA DEL PERÚ

      

Esteban Mira Caballos: “Francisco Pizarro. Una nueva visión de la conquista del Perú”. Barcelona, Crítica, febrero de 2018, 412 págs. ISBN: 978-84-17067-66-3 (2ª edición, marzo de 2018) 

 

En este libro se traza una biografía exhaustiva y ecuánime sobre el conquistador trujillano, alejada de los tópicos. Francisco Pizarro fue el arquetipo de conquistador, un guerrero experimentado en la guerra indiana. Su capacidad estratégica era fruto de un proceso de acumulación de conocimientos que comenzaron en el Caribe y se continuaron en Panamá y el Perú. La combinación de estas experiencias le daba una superioridad sobre sus oponentes. El imperio inca era un estado bastante joven y muchos pueblos todavía guardaban un resentimiento contra los incas por haberles privado de su antigua independencia. En el fondo, la mayoría de los reyezuelos locales soñaban con recuperar su añorada libertad y solo aceptaron la sumisión por la política de terror desplegada por el estado incaico. El trujillano valoró adecuadamente esa baza que utilizó en su propio beneficio.

Ahora bien, fue un buen conquistador pero un mal gobernador, al no poseer la preparación adecuada para administrar un territorio. A nivel político permitió el surgimiento de enemistades entre españoles e indios y de los hispanos entre sí que dieron lugar a las llamadasguerras civiles. La administración de la hacienda real fue un verdadero caos y tanto él como sus hermanos tomaron dineros de la hacienda real cada vez que les interesó. Su asesinato en 1541 fue la crónica de una muerte anunciada, fruto de los odios mutuos entre pizarristas y almagristas.

En el Perú de la conquista se vivieron infinidad de dramas, injusticias, traiciones, destrucciones y matanzas, sufridas casi siempre por los naturales y ocasionalmente por las huestes. No hay que sorprenderse por ello, los guerreros han actuado siempre así, en cualquier tiempo y en cualquier espacio. El Inca Atahualpa mandó asesinar a su medio hermano Huáscar, Francisco Pizarro y Diego de Almagro a Atahualpa, los hermanos Pizarro a Diego de Almagro, el hijo de éste a Francisco Pizarro y el licenciado Vaca de Castro a Diego de Almagroel Mozo y a sus secuaces. Como puede observarse, la mayor parte de los grandes protagonistas de la conquista del Tahuantinsuyu perecieron de manera violenta y, lo peor de todo, luchando entre ellos mismos.

Todos ansiaban su propia gobernación, a ser posible rica, como la que poseía el admirado Hernán Cortés. Francisco Pizarro obtuvo la gobernación de Nueva Castilla y Diego de Almagro, unos años después, la de Nueva Toledo. Pero este último, ignorante aún de las grandes riquezas de Potosí, que caían en su gobernación, quiso reclamar Cusco y Lima, a sabiendas de que los Pizarro nunca aceptarían. No hubo voluntad, sosiego, ni capacidad por ninguna de las dos partes de solucionar el conflicto sin derramamiento de sangre. Las consecuencias de las actitudes irreductibles de unos y de otros fueron trágicas.

En pleno siglo XXI la conquista sigue sin estar totalmente asimilada en el imaginario colectivo peruano pues pervive un sentimiento de nostalgia, quizás idealizado, hacia el mundo incaico. Se trata de lo que los quechuas llaman ellamento andino.De aquellos barros estos lodos.

MÁS SOBRE LAS MANIPULACIONES DE IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA

MÁS SOBRE LAS MANIPULACIONES DE IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA

 

He escrito en varias ocasiones sobre el libro “Imperiofobia y Leyenda Negra”, que ha tenido –y sigue teniendo- una repercusión mediática tremenda. Su defensa de la existencia de una leyenda negra contra los imperios y en particular contra el Hispánico ha calado hondo y ha sido recibido con muchas adhesiones, incluso de una parte de la intelectualidad. De alguna forma ha escrito lo que todo el mundo quería leer y escuchar. Por eso argumentar contra su obra es arriesgado porque uno recibe el varapalo de los que no les interesa la ciencia histórica y solo hablan desde la ideología. Pero como historiador me siento en la obligación de destapar estas erratas o manipulaciones.

Ya escribí en otra ocasión que para demostrar su hipótesis fuerza datos en unas ocasiones y en otras los manipula para verificar siempre su hipótesis. Distorsiones verdaderamente inadmisibles como reducir injustificadamente el número de indígenas que había en la América Prehispánica, para aminorar la hecatombe demográfica o reducir drásticamente el número de ejecutados por la Inquisición para presentarla como una institución más tolerante.

Hoy el investigador Emilio Monjo Bellido me alertaba de una nueva manipulación que ha detectado y que yo había pasado por alto. El dato es obvio como podrán comprobar a continuación y vuelve a mostrar a las claras los usos poco ortodoxos de la filóloga –no historiadora como ella suele decir- de Elvira Roca Barea. En la página 277 de su libro cita lo siguiente:

 

Según el investigador protestante E. Schafer, autor de un monumental trabajo de investigación sobre el protestantismo en España, el número de protestantes condenados por la Inquisición española entre 1520 y 1820 fue de 220. De ellos solo doce fueron quemados (Schafer, 1902: I, 345-367)”.


 

Bueno, pues el profesor Emilio Monjo se ha molestado en ver la citada obra del alemán Ernesto Schäfer que por cierto tiene traducción al castellano y ¡sorpresa! Dice lo siguiente:


 

De alrededor de 2.100 personas a las que según nuestras actas se les hizo proceso por protestantismo, solo fueron quemadas 220 aproximadamente en persona y otras 120 aproximadamente en estatua…”

 


Por tanto, 2.100 condenados que Elvira Roca reduce a 220, y 220 quemados en persona que la citada investigadora aminora a tan solo 20. Algunos podrán decir que se trata de un simple dato sin importancia, 220 personas calcinadas que Elvira Roca reduce a 20. Pero es que no se puede montar toda una hipótesis en defensa del buen nombre de la patria hispana a base de manipular un dato por allí y otro por allá. En este caso se trataba de una obra de principios del siglo XX, editada en alemán que sabía que muy pocos o nadie podría revisar ni menos aún comprobar su veracidad. Al principio pude pensar que se trataba de errores de la autora que cualquier investigador puede tener pero a estas alturas mucho me temo que esta reiteración de datos errados obedecen a una intencionalidad.

Me parece perfecta la tesis que defiende; faltaría más, cualquiera puede defender cualquier idea o hipótesis, pero no es admisible para un historiador, medianamente serio, aceptar que las fundamente en datos manipulados intencionadamente.

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

RECOMENDACIONES PARA LLEVAR UNA VIDA SANA, SEGÚN UN TRATADISTA DEL SIGLO XVI

RECOMENDACIONES PARA LLEVAR UNA VIDA SANA, SEGÚN UN TRATADISTA DEL SIGLO XVI

 

        Leyendo un escrito del profesor Eduardo Álvarez del Palacio sobre el Tratado de Medicina del zafrense Pedro de Valencia sorprende la actualidad de sus palabras. El humanista segedano estaba convencido de que la alimentación era la base de una buena salud. Me han sorprendido sus recomendaciones –disculpen mi ignorancia- pues no difieren mucho de las que haría un dietista o un endocrino del siglo XXI. A su juicio la alimentación debe regirse por varios principios:

        Primero, la necesidad, es decir que se coma para saciar el hambre no por gula o por disfrute. Segundo, el límite, que se hagan como máximo dos comidas diarias. Tercero, la moderación, ya que el empacho reiterado es muy perjudicial para la salud. Cuarto, la variedad, pues interpreta que ningún alimento es tan completo como para que contenga todos los nutrientes que el cuerpo necesita. Y quinto, la salubridad de los alimentos, pues deben ser ricos en fibras y bajos en grasas y azúcar, y estar poco condimentados. Y concluye diciendo que la mayor parte de las enfermedades provienen de una inadecuada alimentación, bien por la escasa calidad y variedad de los alimentos, o bien, por la ingesta excesiva.

        Los alimentos que recomienda son el pan, especialmente el pan frito en aceite, la carne de ave, la miel, el vino y los dátiles. Y desaconseja el queso muy curado, la carne de vaca vieja y el pescado en salazón entre otros.

        Completa sus recomendaciones con otros dos consejos útiles para mantener una salud de hierro: uno, pasear después de comer, ya que a su juicio facilitaba la digestión. Y otro, dormir la tercera parte del día –ocho horas- siempre conservando los biorritmos, es decir, durmiendo de noche y velando de día.

        Bueno, pues ahí queda eso, para los que creen que los hombres del siglo XXI hemos descubierto la pólvora.

 

 

PARA SABER MÁS

 

ÁLVAREZ DEL PALACIO, Eduardo: “La valoración de la salud corporal en la obra de Pedro de Valencia”, II Jornadas del El Humanismo Extremeño. Trujillo, 1998, pp. 299-313.

 

SÁNCHEZ GRANJEL, Luis: “La Medicina Española Renacentista”. Salamanca, Universidad, 1980.

 

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

FRANCISCO PIZARRO: UNA NUEVA VISIÓN DE LA CONQUISTA DEL PERÚ

FRANCISCO PIZARRO: UNA NUEVA VISIÓN DE LA CONQUISTA DEL PERÚ

 

        Estamos ya en la recta final de la edición de mi nueva obra sobre el trujillano Francisco Pizarro, conquistador del imperio Inca, responsable de la desaparición de éste y del doloroso parto del Perú. Verá la luz a finales de enero de 2018 y he estado trabajando en ella desde el año 2010 en que publiqué mi biografía sobre Hernán Cortés.

        A mi juicio, siguiendo a Jorge Plejanov, los hilos de la historia los mueven los medios de producción de cada época y no las personas; éstas actúan de la manera que su época les impone. Por ello, nada tiene de particular que los conquistadores se comporten de un modo más o menos similar ante situaciones parecidas. Eran personas de su tiempo, por un lado cruzados medievales y, por el otro, guerreros modernos e individualistas que luchaban por ganar honra y fortuna. Creían en la escala de valores de la sociedad del quinientos que mantenía la antítesis caballero-valeroso frente a villano-cobarde, situando el ardor guerrero como una de las virtudes supremas. Aunaban altas dosis de intransigencia religiosa, con la valentía y con fuertes ansias personales de enriquecimiento, lo que les convirtió en armas casi indestructibles frente a sus enemigos. Estaban dispuestos a morir y a matar en nombre de Dios y del Emperador y eso les reportaba una extraordinaria fortaleza moral. Aunque en lo más profundo de su subconsciente sabían que muchas de sus acciones no eran éticamente correctas de ahí que al final de sus días, dispusiesen memorias y obras pías a favor de los naturales, los mismos a los que ellos se habían encargado de robar, someter y explotar.

         Ahora bien, aunque no sean las individualidades las que provocan los saltos hacia adelante, sí estoy convencido al menos de que existen personas con mucho más empuje y liderazgo que otras. Pues bien, uno de esos personajes singulares de la conquista fue Francisco Pizarro, que no era ningún héroe pero al menos sí, utilizando terminología de Max Weber, un individuo carismático.

         Como americanista he investigado la Conquista durante más de dos décadas, intentando desmitificar a los conquistadores. He escrito un libro revisando la conquista en su globalidad (2009), demostrando las estrategias violentas que se utilizaron y la ilegitimidad de la misma. No podemos olvidar que unos eran los conquistadores, es decir, los invasores, y otros, los conquistados o invadidos. En ese sentido, como ha escrito Antonio Espino, todas las reacciones de los naturales por defenderse, fuesen o no crueles, debemos verlas como legítimas. Y ello a pesar, de que la mejor arma de la que dispuso el trujillano fue la de los pueblos escasamente incaizados que suministraron una tropa auxiliar muy leal. Asimismo, he escrito biografías de algunos de estos protagonistas de la conquista, a saber: Nicolás de Ovando (2000), primer gobernador de las Indias, Hernán Cortés (2010) y Hernando de Soto (2012). Ahora pretendo hacer lo mismo con Francisco Pizarro, actor necesario tanto del inevitable hundimiento del Tahuantinsuyu como del traumático alumbramiento del Perú.

        En pleno siglo XXI, la historiografía social española mantiene un cierto desfase con respecto a la europea. En las últimas décadas han aparecido algunos trabajos pioneros en materia social, sin embargo en lo concerniente a la historia de América la situación es aún más incipiente pues, durante buena parte del siglo XX, el pretérito patrio se fundamentó en los grandes mitos de la España Imperial. Y cómo no, uno de los pilares de esa historia pseudomítica, fueron los conquistadores, especialmente Hernán Cortés y Francisco Pizarro.

        Centrándonos en el caso que ahora nos ocupa, la extensa historiografía contemporánea se ha polarizado, entre los que le atribuyen cualidades sobrehumanas y los que lo denigran, vertiendo sobre él los peores calificativos. La mayor parte de las biografías del trujillano, al igual que las de Hernán Cortés, son hagiográficas, es decir, se limitan a destacar las excelencias, la grandeza, las dotes militares y la extraordinaria personalidad del biografiado. Manuel José Quintana, a mediados del siglo XIX, propuso explicar vivamente a la juventud la figura de conquistadores como Francisco Pizarro para que sigan su ejemplo y magnifiquen e imiten sus obras. En 1929, con motivo de la inauguración de la estatua de Pizarro en Trujillo, el ministro peruano Eduardo S. Leguía afirmó que la figura de Pizarro representaba la voluntad de una raza en cuyos dominios espirituales nunca se pondrá el sol. Asimismo, en 1949, otro biógrafo, Luis Gregorio Mazorriaga, ensalzaba las excelencias del trujillano con las siguientes palabras:



         “Como representante genuino de las virtudes raciales, en el que los niños pueden ver un ejemplo de la reciedumbre del carácter y temperamento de los hijos de España, Pizarro ocupa lugar preferente entre las figuras más eminentes de nuestra historia”.



        No menos elogioso se mostró Clodoaldo Naranjo quien se pregunta si el trujillano no fue, al igual que otros héroes, un elegido por Dios para cumplir amplios fines evangélicos. No es el único, pues según Mallorquí Figuerola, las hazañas del trujillano le hacían pensar que “Dios debió de escogerle como flagelo destructor del imperio de los incas”. Todavía en pleno siglo XXI, se pueden encontrar historiadores que aluden a él como un héroe ante el que había que “inclinarse reverentemente”. Está claro que cada época posee una historiografía determinada, adecuada a los valores sociales imperantes. Francisco Pizarro, era un modelo de fuerza, tesón y energía, valores que han sido ensalzados largamente a lo largo de la historia.

        En cambio, otra parte de la literatura, sobre todo los hagiógrafos de Cortés y los almagristas, lo han denigrado, focalizando en él todos los males del conquistador: cruel, desagradecido, tirano, ambicioso, etc. Y no es que no tuviera todas o algunas de esas cualidades sino que se trata de calificativos que se pueden aplicar prácticamente a todos los conquistadores del siglo XVI.

        Afortunadamente, en la actualidad la mayoría compartimos otros valores o modelos completamente opuestos a los que exhibía el trujillano, como la humanidad, la inteligencia, la clemencia, la laboriosidad, el humanismo o el pacifismo. Urgía realizar una nueva biografía del trujillano desde una metodología propia del siglo XXI. En este sentido, ha escrito Benedetto Croce que toda historia es siempre contemporánea, en tanto en cuanto responde a una necesidad de conocimiento y de acercamiento desde nuestro tiempo. Y efectivamente, cuando analizamos las construcciones del pasado que se hacen en cada época, nos damos cuenta de la imbricación permanente de este pasado-presente. Por tanto, se hace necesario trazar un nuevo perfil vital desde una técnica y una metodología actual. ¿Será una obra definitiva? Obviamente no, ningún libro de historia lo es porque cada generación plantea nuevas preguntas sobre el pasado y mira los hechos desde ópticas muy diferentes. ¿Cómo se verá a Francisco Pizarro en el siglo XXII o en el XXX? No lo podemos saber. En el presente trabajo hemos querido trazar una semblanza renovada, es decir, una biografía nueva para un lector de nuestro tiempo. Para ello, hemos considerado dos premisas:

        Una, la exhaustividad, es decir, el uso de todo el material manuscrito e impreso sobre la materia, lo que equivalía a contrastar decenas de crónicas de la época, varios centenares de historias, regestos documentales y manuscritos localizados en muy diversos repositorios. Pese a que los historicistas presumieron siempre de haber desempolvado y publicado miles de documentos, lo cierto es que no fueron exhaustivos pues todavía hoy es posible encontrar bastantes referencias documentales inéditas que nadie recopiló y que nos han servido para perfilar la vida del personaje.

        Y otra, el cotejo de todas y cada una de las versiones de los hechos. De Francisco Pizarro se han ofrecido visiones muy dispares y en ocasiones antagónicas. Dependía de que su autor hubiese prestado más atención a unos testimonios que a otros para sostener una cosa o la contraria. Hay varias decenas de crónicas e historias, la mayoría escritas por españoles pero otras por mestizos o por indios. Sin embargo, todos estos textos hay que leerlos de manera crítica porque todos encierran unos intereses muy personales y una visión de la historia condicionada por sus circunstancias personales. Después de pasar varios años revisando, transcribiendo e interpretando hechos, pude comprobar que había al menos tres visiones diferentes que era necesario identificar y contrastar para intentar acercarnos a la realidad.



ESTEBAN MIRA CABALLOS

INDEPENDENTISMO EN CATALUÑA: LA TRAICIÓN DE LAS ÉLITES

INDEPENDENTISMO EN CATALUÑA:  LA TRAICIÓN DE LAS ÉLITES

 

 

El 3 de septiembre de 2015 publiqué en mi blog un artículo titulado “La lacra del Nacionalismo: el caso catalán” en el que insistía en el hecho de que los nacionalismos habían sido la mayor enfermedad de la Edad Contemporánea, responsable de casi todas las guerras. Y en relación al independentismo en Cataluña decía que quedaban muchos años de tira y afloja entre las independentistas catalanes y el Estado español.

Pues bien, poco más de dos años después me ratifico totalmente en lo que decía e, incluso, me permito abundar en mi argumentación. Como es bien sabido, el nacionalismo catalán surgió como un intento de la burguesía catalana por neutralizar el movimiento proletario, tan arraigado en aquella tierra desde finales del siglo XIX. Décadas después, cuando las tropas franquistas ocuparon Cataluña a principios de 1939, las élites burguesas no dudaron en cambiar la chaqueta nacionalista por la de la nueva España ultraconfesional, centralista y patriótica, mientras los nacionalistas de base y los independentistas eran represaliados. Como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia se produjo la traición de las élites nacionalistas en favor de sus propios intereses personales, sin importarles a los militantes de base que quedaron a los pies de los caballos.

Con el advenimiento de la democracia en España y la aprobación de la Constitución de 1978 llegó otra nueva oportunidad para estas élites catalanas. Una vez más se produjo un nuevo cambio de chaqueta de la burguesa, cuya cabeza visible durante décadas fue la familia Puyol. Estos se erigieron en los herederos de la más rancia tradición catalanista que iban a usar para consolidar sus intereses económicos y su poder hasta nuestros días. Estos nuevos salvadores de la patria catalana no se parecen en casi nada a aquellos nacionalistas soñadores como Companys, Cambó o Maciá. Como a estas alturas sabemos todos, estos son oportunistas que vienen sacando tajada política y económica a costa de engañar y manipular a una mayoría ignorante o poco formada. Me gusta citar al respecto la opinión sobre esta cuestión que ofrece el maestro Miquel Izard, un catalán de pura cepa, nada sospechoso de hispanofilia, pero que nunca se ha dejado embaucar por las mentiras nacionalistas. Un intelectual íntegro que siempre ha dicho lo que ha pensado, sin someterse ni vincularse al poder, de un lado ni de otro. Este texto redactado en el año 2001, no tiene desperdicio:



“Cualquier nacionalismo es esperpéntico, excluyente, irracional y racista. Hay abundante bibliografía desenmascarándolo, pero el catalán alcanza su cénit y tiene curiosas particularidades: ser muy tardío y no pretender la clase social que lo alumbró, la burguesía, a principios del 20, conquistar el Estado sino neutralizar un arraigado proletariado internacionalista y libertario con un proyecto arrebatador, trabado y alternativo, o la incapacidad de la izquierda, tras la muerte de Franco, de echar por la borda la telaraña de enredos, mentiras y trampas que habían urdido intelectuales que mudaron, cómo no, de chaqueta cuantas veces hizo falta” (Izard, 2001: 145-165).



Todo nacionalismo, incluido obviamente el español, se fundamenta en mitos, en medias verdades o directamente en puras mentiras. Un ideario ficticio que calan mejor si a sus militantes se les ha adoctrinado desde la más tierna infancia y si el nivel intelectual de estos es medio o bajo.

El monstruo que el ultranacionalismo ha generado en Cataluña ha provocado una desafección notable entre una parte de la población catalana y el resto de España. Educar desde niños a las nuevas generaciones en el “España nos roba”, al tiempo que se traza una historia mítica de los países catalanes, ha creado unos sentimientos opuestos a todo lo español. Hay dos millones de independentistas en Cataluña –quizás más- que están convencidos de todo ello y de que la nueva República les traerá una sustancial mejora del bienestar social.

Lamentablemente, el doble enfrentamiento está servido: primero, entre los catalanes independentistas y los que no lo son. Y segundo, entre los primeros y la inmensa mayoría de los españoles. Un problema irresoluble porque la independencia en la Europa del siglo XXI no es factible. En el mundo globalizado y neoliberal en el que vivimos las ideologías cuentan poco, lo realmente importante es el capital y las multinacionales. Estoy totalmente seguro que no va a haber independencia porque no le interesa económicamente a nadie: ni a los españoles, ni a los catalanes, ni a los europeos. Tampoco a las multinacionales que pretender campar a sus anchas por el mundo sin que nadie les levante fronteras. Y como cualquier historiador sabe, al final, en el fondo de cualquier hecho histórico, siempre están los intereses económicos, lo mismo si se trata de las guerras de religión, que de las cruzadas o de la Conquista de América.

Asimismo Cataluña no va a ser independiente porque lo proclame –y acto seguido lo desactive- el presidente de la Generalitat ni el problema va a desaparecer porque el Estado lo prohíba. No basta con decir, “soy independiente”, pues para serlo realmente lo tienen que reconocer los demás, y de momento, no parece que lo vaya a reconocer ni el propio Puigdemont.

¿Qué va ocurrir? Pues me ratificó en las mismas palabras que escribí hace varios años, el problema se va a enquistar y durará años, quizás décadas. Un tira y afloja entre unos y otros que tendrá momentos más álgidos y otros más tranquilos. Pero en cualquier caso afectará gravemente a la convivencia entre los propios catalanes y entre una parte de estos y el resto de España. También se verá afectada la economía, especialmente la catalana que puede sufrir en los próximos lustros un efecto descentralizador con traslados de empresas a otros lugares de España e incluso de Europa. Asimismo, la economía española se verá afectada por la inestabilidad catalana, que supone el 20 por ciento del P.I.B. español, y por el deterioro de la imagen de España en el mundo. Eso puedo provocar un descenso de la inversión extranjera y quizás a largo plazo un freno de la principal industria de este país, el turismo. Igualmente, la prima de riesgo está empezando a subir ligeramente y seguirá haciéndolo, perjudicando gravemente la financiación de un Estado tan endeudado como el nuestro.

Por tanto, el problema de Cataluña no es solamente de los catalanes sino de todos los españoles. Y es importante decirle a la gente que nos va a afectar a todos, incluso a aquellos que no quieren saber nada del problema. Hasta un pensionista de cualquier rincón de España, que ni siquiera sabe lo que es el Nacionalismo, puede verse afectado económicamente por el conflicto.

Algunos pensarán que soy pesimista, pero como siempre digo mi conocimiento del pasado y las circunstancias del presente no me hacen albergar muchas esperanzas. La situación no pinta nada bien y es poco lo que yo como historiador puedo hacer más allá de destapar las mentiras y las miserias de una parte de la élite catalana que ha montado todo esto en su propio beneficio. Que nadie tenga dudas: cuando las cosas se pongan feas abandonaran el barco y pagarán el pato otros, como ocurrió durante el franquismo. Al final, los políticos se las apañaran para pactar su propia amnistía y ¿quiénes pagarán? Pues la gente de a pie, el propio jefe de los Mossos de Escuadra que será detenido en breve, directores de colegio, maestros adoctrinadores, funcionarios, etc. etc. Algunos pasaran algún tiempo a la sombra mientras que otros serán inhabilitados de empleo y sueldo durante algún tiempo. Y el resto, cualquier funcionario, pensionista, autónomo o parado de toda España sufriremos la crisis económica y la inestabilidad que todo esto va a provocara. Y todo ello, por culpa de unos pocos que además seguro que se van a ir de rositas.



ESTEBAN MIRA CABALLOS

VENEZUELA, POBRE VENEZUELA

VENEZUELA, POBRE VENEZUELA

 

 

Nicolás Maduro ha ganado las elecciones, aunque me temo que la oposición -nacional y sobre todo internacional- no se va a conformar con el resultado. Aún no se habían celebrado los comicios y ya se hablaba de fraude electoral. Y es que existen demasiados recursos mineros y energéticos en el país como para que el capitalismo internacional acepte una revolución de cualquier tipo, bolivariana, china o leninista.

A nivel internacional se habla del desabastecimiento intolerable del pueblo y de la lucha armada que se vive en las calles. Pero solo dos matices: el desabastecimiento se debe en gran parte al bloqueo internacional y a la bajada del precio del petróleo, base de la economía del país. Y en cuanto a la violencia, solamente mencionaré un dato: en México son asesinadas diez o doce veces más personas al año que en Venezuela y nadie por ello cuestiona la viabilidad del gobierno mexicano.

Venezuela, siempre Venezuela, pobre Venezuela. Tierra de promisión donde Cristóbal Colón ubicara el paraíso terrenal y después los españoles el mito del Dorado. Uno de los países más ricos del mundo, con metales preciosos, grandísimas plantaciones de cacao y las mayores reservas petrolíferas de América Latina. Esa ha sido precisamente la cruz de Venezuela, sus riquezas que han destrozado el territorio desde el mismo siglo XVI cuando los banqueros alemanes obtuvieron una gobernación para saquearlo. Efectivamente los despropósitos comenzaron cuando Carlos V entregó el territorio a unos banqueros alemanes para saldar deudas. Entre 1528 y 1546 Venezuela estuvo regida por estos empresarios teutones. La búsqueda de metal precioso alimentó las grandes expediciones de los alemanes encabezadas sucesivamente por Ambrosio Alfinger, Jorge Espira, Nicolás Federman y Felipe de Hutten. En su demencia áurea llegaron a vadear las altísimas cadenas montañosas de los Andes, las intransitables selvas tropicales y las infinitas sabanas. Asimismo, se enfrentaron a naturales hostiles que lanzaban sobre ellos flechas envenenadas, a caimanes, insectos y a prolongadas hambrunas. Como no podía ser de otra forma, todas acabaron fracasando, dejando eso sí, un reguero de muerte y destrucción por todos los lugares por donde pasaron. Varios millares de europeos fallecidos y el mundo indígena asolado, muriendo unos en enfrentamientos bélicos y otros por hambrunas y enfermedades.

A finales de la época colonia Venezuela se especializó en el cultivo del cacao que exportaba masivamente a Nueva España, a la metrópoli y, mediante el contrabando, a otros lugares de Europa. Este último comercio ilícito aumentó a partir del decreto de libre comercio de 1789. Pero de este comercio solo se beneficiaba la élite, pues el uno por ciento poseía la mayor parte de los cacaotales del país.

Esta oligarquía criolla cacaotera mantuvo el poder político y económico tras la Independencia. Simón Bolívar ofreció la libertad a los esclavos para ganar apoyos, librándose la batalla final en Carabobo el 24 de junio de 1821. Los españoles quedaron reducidos a la plaza de Puerto Cabello hasta que, dos años después, el resto de las tropas realistas fueron evacuadas de la zona. Una vez más, tras varias décadas de lucha, Venezuela había quedado totalmente asolada y para colmo en breve se produciría la ruptura de la Gran Colombia porque la oligarquía venezolana interpretaba que sus intereses estaban muy alejados de los de los colombianos.

           Como ha afirmado el profesor Miquel Izard, el egoísmo de la élite mantuana, incapaz de hacer la más mínima concesión, provocó que la Independencia no contribuyera al cambio social, negando cualquier transformación de la estructura socioeconómica del país. La nueva república se estructuró de acuerdo a sus propios intereses de clase. Se mantuvo inalterado el modo de producción y el sojuzgamiento de la clase subalterna. Dejaron de depender de España y pasaron a hacerlo de terceros países, como Inglaterra o los Estados Unidos de América. La traición de la burguesía, fue en el caso de Venezuela, la de la oligarquía terrateniente sobre el resto de la estructura social.

Y ¿qué paso con la población indígena tras la Independencia? Pues desgraciadamente hay que hablar de una nueva hecatombe. Hay que tener en cuenta, siguiendo de nuevo al Prof. Izard, que durante la colonia solo se ocupó realmente el veinte por ciento del territorio, quedando un inmenso espacio de libertad, donde se asentaron sociedades cimarronas, formadas por negros alzados, indios y renegados europeos de todo tipo. A lo largo del siglo XIX se produjo la ocupación de los Llanos en un proceso de expansión “civilizatorio” que acarreó el exterminio de aquellos extensos espacios de libertad. Y todo ello se hizo bajo la cobertura moral de todo un discurso “germinal y patriótico” que trató de justificar el genocidio en pro de la civilización, de la unidad nacional y de la patria. Fueron negadas y aniquiladas todas las identidades subalternas, homogeneizándolas todas a la fuerza bajo la excusa de la civilización. Y es que en el fondo los criollos estaban convencidos de que los indígenas representaban un lastre para el desarrollo por lo que estaban decididos a sacarlos del pasado y a incorporarlos a su nueva sociedad. Ya no habría ni República de indios, ni nación india, ni comunidades indígenas, tampoco sociedades cimarronas, esas categorías desaparecerían por las buenas o por las malas.

           El triunfo de la Revolución Bolivariana, especialmente a partir de la aprobación de la Constitución de 1999 supuso un hito en la historia de este país. Como ha escrito Hans-Jürgen Burchardt, la prioridad de este régimen ha sido siempre la universalización de los derechos sociales y el fomento de la participación económica y política de toda la ciudadanía. Y además con la idea de servir de referente, es decir, de locomotora para otros países que se quieran sumar al movimiento bolivariano. Ha habido grandes avances en la lucha contra la pobreza, la política social y la participación política de la ciudadanía que se combinan con aspectos menos positivos, como el clientelismo y el paternalismo político, tan típicos, por otro lado, de la cultura política venezolana en particular y latinoamericana en general.

Ahora bien, la República Bolivariana ha sido y es una de las pocas alternativas serias al capitalismo, hasta el punto que algunos la denominan ya como el “socialismo del siglo XXI”. Por ello, lo que empezó siendo una aventura aislada y aparentemente pasajera de un militar se ha convertido en una seria opción política que incomoda al capitalismo, a las multinacionales y a los poderes imperialistas. Los gobiernos de Nicolás Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador están liderando, con resultados dispares, una ruptura con la democracia liberal y con el tradicional monopolio de los altos cargos políticos por parte de la oligarquía.

           Actualmente, Venezuela sufre una crisis económica brutal, favorecida por el descenso notable del precio del petróleo, que es la base de la economía del país, y por el bloqueo internacional. Nicolás Maduro ha cometido grandes errores en el fondo y en las formas, como casi cualquier dirigente político. La República Bolivariana tiene sus miserias; eso lo sabemos todos. Sigue habiendo graves problemas sociales y económicos. Pero, y ¿cómo era Venezuela en la época pre-bolivariana?, ¿Era un edén perdido que arruinó la Revolución? Pues francamente no; una élite, incluyendo a la clase media-alta, vivía en la abundancia, mientras que el sesenta por ciento de la población vivía no solo en los umbrales de la miseria sino apartada incluso de la participación política. Sirvan de ejemplo estas palabras con las que Eduardo Galeano describía la Venezuela pre-chavista, allá por los años ochenta:

 

“Venezuela es uno de los países más ricos del planeta, y también uno de los más pobres y uno de los más violentos… En las laderas de los cerros, más de medio millón de olvidados contempla, desde sus chozas armadas de basura, el derroche ajeno…Un sesenta por ciento del país vive marginado de todo. En las ciudades prospera una atolondrada clase media con altos sueldos, que se atiborra de objetos inservibles, vive aturdida por la publicidad y profesa la imbecilidad y el mal gusto en forma estridente… En la pasada fiesta electoral, el censo de inscritos arrojó un millón de analfabetos entre los dieciocho y los cincuenta años de edad”.

 


          Pero por si alguien duda de la objetivida del citado historiador, citemos las palabras de otro gran estudioso como Guillermo Morón que describía la situación del país allá por 1979 con las siguientes palabras:

 

          "Todavía somos una república petrolera que aspira a la diversificación industrial...Los problemas principales que aquejan al país: alto costo de la vida, pobreza masiva, delincuencia, desempleo, niñez abandonada. Un estado multimillonario y un pueblo empobrecido..."


 

          Da la impresión que el origen de las dramática situación que vive el pueblo venezolano es más antigua de lo que algunos creen.

 

 

 

PARA SABER MÁS


 

BÜSCHGES, Christian/ Olaf Kaltmeier/ Sebastián Thies (eds.): “Culturas políticas en la región andina”. Madrid: Iberoamericana, 2011.

 

CAVA MESA, Begoña (Coord.): “Las Independencias Americanas y Simón Bolívar, 1810-2010”. Bilbao, Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 2010.

 

GALEANO, Eduardo: “Las venas abiertas de América Latina”. Madrid, Siglo XXI, 1980.

 

IZARD, Miquel: “El miedo a la revolución. La lucha por la libertad en Venezuela 1777-1830”. Caracas, Centro Nacional de Historia, 2009.

 

MIRA CABALLOS, Esteban: “Conquista y destrucción de las Indias”. Sevilla, Muñoz Moya Editor, 2009.

 

----- La colonización de Venezuela: El fiasco de los banqueros alemanes, “La Aventura de la Historia”, Nº 226. Madrid, agosto de 2017.

 

MORÓN, Guillermo: Breve historia de Venezuela. Madrid, Austral, 1979.

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS



LA ARMADA GUARDACOSTAS DE CATALUÑA EN EL SIGLO XVI

LA ARMADA GUARDACOSTAS DE CATALUÑA EN EL SIGLO XVI

          La costa catalana y en especial el puerto de Barcelona jugaban un papel fundamental en el comercio y en la navegación peninsular con el mediterráneo. En el puerto de la ciudad Condal se ubicaban uno de los más activos astilleros de toda la Península, donde se construyeron muchas de las galeras que abastecieron las armadas y las flotas comerciales españolas. No olvidemos que Barcelona tenía al alcance de su mano un elemento cada vez más escaso en las zonas costeras europeas, la madera. Se abastecía de pinos y de robles del Pirineo catalán que se consideraban de una calidad excelente para la construcción de galeras (Braudel 1987: I, 186). Así, por ejemplo, el veintisiete de marzo de 1528 se dispuso que se condujese abundante madera a las atarazanas de Barcelona porque el Emperador había mandado construir allí nada menos que medio centenar de galeras (Fernández Duro 1972: I, 407). Tan solo dos años después se aprestaron seis galeras y se mandaron entregar al capitán general de la Armada Real de Galeras Álvaro de Bazán (Ibídem: 409).Y ya, hacia 1568, se dio la orden para que la galera Real que se iba a construir para la batalla de Lepanto se realizase en Cataluña porque el pino catalán es “el mejor leñamen que en Asia, África y Europa se halla…” (Camarero 1999: 721).

           Probablemente sus astilleros fueron languideciendo a lo largo de la centuria de manera que hacia 1594 se buscaba un nuevo maestro Mayor de las Atarazanas de Barcelona que conociese las destrezas del oficio y enseñase a otros. Una carta dirigida por el rey Prudente a Juan Andrea Doria, el diez de septiembre de 1594 no tiene desperdicio en ese sentido:

 

           “Para que la fábrica de las galeras que se hacen en el atarazana de la ciudad de Barcelona se haga más acertadamente como conviene y se enmienden las faltas que algunas de las que hasta aquí se han hecho han tenido, os encargo y mando que hagáis diligencia para saber dónde habrá algún famoso maestro, de ellos para que se procure traer a Barcelona y se críen con él hombres que puedan sucederle en el oficio…” (Vargas-Hidalgo 2002: 1377).

 


           También la Ciudad Condal constituía uno de los puntos de atraque más comunes, junto con Málaga y Cartagena, de la Armada Real de Galeras de España, así como punto fundamental en el abastecimiento de víveres, especialmente del bizcocho. Pero además de ello, en este puerto tenía su sede una armada de galeras que se encargaba, primero, de la defensa de noreste peninsular y segundo, de servir de refuerzo a otras armadas cuando la situación así lo requería. Sabemos de su existencia en el cuatrocientos y de su pervivencia, más o menos precaria a lo largo del siglo XVI.

           De todas formas su importancia era limitada en tanto en cuanto se le solía asignar a la Armada Real de galeras de España la protección de sus costas. Pero, en ocasiones, cuando la Armada de Galeras de España estaba muy ocupada defendiendo las costas andaluzas se encargaba a las armadas italianas, su protección. De hecho, en marzo de 1587 Felipe II ordenó a Juan Andrea Doria que se dirigiera a “limpiar” y “abrigar” las costas de Cataluña y Cartagena “por ser pocas las galeras que acá hay y haberse de ocupar en las costas más a poniente…” (Vargas-Hidalgo 2002: 1204).

           Por tanto, queda claro que la escuadra catalana debió ser una pequeña e inestable, aprestada en años concretos por necesidades también muy concretas. Y de hecho son muy pocas las referencias documentales que han llegado a nuestros días. Concretamente, de la Armada Guardacostas de Cataluña existe algún documento referente a la jurisdicción del Capitán General, que al menos nos sirve para confirmar su presencia en la decimosexta centuria (AGS, GyM 1318-70).

           Entre 1508 y 1510 estuvo al frente de esta escuadra el prestigioso marino don Ramón de Cardona que había estado en los años previos al frente de la Armada Real (Fernández Duro 1972: I, 93). No disponemos de muchos más datos de esta armada, lo cual quizás nos esté evidenciando su carácter eventual e inestable. Prueba de ello es la petición que hizo el Emperador a su hijo, en 1551, para que solicitara al general de Cataluña que aprestara una galera “para la seguridad y reputación de aquella costa” (Fernández Álvarez 2003: III; 325).

 

 

PARA SABER MÁS:

 

 

FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo (1972): Armada española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Madrid, Museo Naval.

 

MIRA CABALLOS: Las Armadas Imperiales. La guerra en el mar en tiempos de Carlos V y de Felipe II. Madrid, La Esfera de los Libros, 2005.

 

VARGAS-HIDALGO, Rafael (2002): Guerra y diplomacia en el Mediterráneo. Correspondencia inédita de Felipe II con Andrea Doria y Juan Andrea Doria. Madrid, Ediciones Polifemo.


 

ESTEBAN MIRA CABALLOS