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UN PACTO COLONIAL SELECTIVO: PORTUGUESES EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVI

UN PACTO COLONIAL SELECTIVO: PORTUGUESES EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVI

          Desde los primeros momentos, la Corona estableció un férreo control sobre el Nuevo Mundo con la intención de preservarse para sí el disfrute de sus riquezas, centralizando dicho monopolio en la ciudad de Sevilla que pronto se convirtió en “puerta y llave del Nuevo Mundo”. Un monopolio que se justificó en dos motivos: primero, en la exclusividad de los beneficios americanos para los súbditos castellanos, y, segundo, en la prerrogativa de Sevilla como único puerto de salida y entrada de todo el tráfico entre España y América.

          Aunque en teoría fueron los castellanos los que gozaron del privilegio legal para aprovecharse de las riquezas que ofrecía el Nuevo Mundo, lo cierto es que desde el mismo Descubrimiento se produjo un goteo constante de extranjeros que llegaron a América. Estos consiguieron arribar a las Indias, bien a través de las numerosas licencias reales que se concedieron -como las de Leonardo Rotulor de Bravante, Nicolás Grimaldo, Jácome de Brujas, Dirit de Bruselas, etc-, o bien, a través de infiltraciones ilegales, las cuales alcanzaron grandes proporciones.

          Ya en el primer viaje de Cristóbal Colón estuvo presente un pequeño grupo de extranjeros, a saber: un portugués de Tavira, un genovés, un calabrés y un veneciano, aunque a su regreso, el propio Almirante solicitó a los Reyes Católicos que no permitiese que aquí trate ni haga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos. Igualmente en su segunda aventura oceánica, viajó algún portugués, siendo realmente en su tercera travesía cuando se volvieron a embarcar de nuevo un alto número de extranjeros, ante la negativa de los castellanos a alistarse, tras las malas noticias llegadas en el viaje anterior. No en vano, Fernández de Oviedo escribió, en relación al segundo viaje de Colón, que los españoles regresaron enfermos e pobres, e de tan mala color que parecían muertos, infamóse mucho esta tierra e Indias, y no se hallaba gente que quisiese venir a ella. De manera que en este tercer viaje colombino nos consta la existencia de algún francés, de algunos portugueses y de al menos doce italianos. Y finalmente, en su cuarto viaje, encontramos que al menos un doce por ciento de la tripulación era genovesa como el propio Cristóbal Colón. Sin embargo, la antipatía contra los genoveses afloró pronto entre los colonos castellanos de la factoría colombina que no tardaron en hacerlo llegar al Cardenal Cisneros, en los términos que exponemos a continuación:

 

 

          “Ítem, que Vuestra Señoría trabaje con sus Altezas como no consientan venir a esta tierra genoveses, porque la robarán y destruirán que por codicia de este oro que se ha descubierto, Juan Antonio Genovés, trabajará ya de hacer partido con los vecinos de la isla acerca de los bastimentos, porque otros no pudiesen venir aquí con mercadurías lo cuales en daño del pueblo y de Sus Altezas...”

 

 

          Estos memoriales adquirieron realidad práctica cuando, en 1501, se le ordenó al Comendador Mayor frey Nicolás de Ovando que expulsase de La Española a todos los extranjeros, medida que la Corona se vio obligada a modificar en 1503, al disponer quepermaneciesen los quince que ya residían en la isla pero que, en adelante, no se consintiera la llegada de nuevos efectivos. A lo largo de esta primera década del siglo XVI, las prohibiciones fueron continuas, dada la prosperidad que la isla ofrecía, hasta el punto de que, en 1507, fue el propio gobernador frey Nicolás de Ovando el que insistió en que desde Sevilla no se dejara pasar a ningún advenedizo.

          No obstante, la legislación se volvió a flexibilizar a fines de este primer decenio, dada la falta acuciante de colonos, estableciendo la Corona, en 1511, que se relajase el examen de los que querían ir a las Indias porque a causa del férreo control muchos dejaban de embarcarse. Esta situación duró hasta 1513, año en el que nuevamente se ordenó que no se alistasen extranjeros, salvo los genoveses Juan Antonio y Andrés Genovés a quienes se les dio expresa licencia, pues probablemente habían establecido una composición con el Rey. Entonces se abrió un nuevo ciclo caracterizado por la cerrazón a la emigración que duró prácticamente hasta 1527. En este tiempo las Indias estuvieron totalmente vedadas a la emigración extranjera pese a que, desde 1516, las autoridades de La Española estaban solicitando la llegada de nuevos colonos, aunque fuesen extranjeros. En este sentido, la Junta de Procuradores de la Isla Española, reunida en 1518, insistió de manera insistente en que se dejase entrar a los extranjeros, exceptuando a los genoveses, que eran considerados como personas non gratas. Incluso, en una carta dirigida por los Jerónimos al Cardenal Cisneros le indicaron la necesidad que había de que “todos los que quisiesen ir a las Indias de estos reinos o de reinos extraños lo puedan hacer, especialmente portugueses y de Canarias, porque en las islas Canarias se ha visto que los portugueses son grandes pobladores y granjeros”.

          Sin embargo, la Corona siguió empeñada en mantener el monopolio sobre los nuevos territorios y sus riquezas, reiterando sus prohibiciones sobre el paso de extranjeros. Así lo hizo en 1523 y en los años sucesivos, peses a las peticiones de los vecinos de Concepción de la Vega que en 1526 manifestaron “la grandísima falta de gente y perdición de toda aquella tierra que ya casi no hay quien pase en ella...”.

          El Emperador terminó escuchando las reivindicaciones y en 1528, dispuso la apertura a los extranjeros, orden que reiteró en 1529 y en 1531, prolongándose la apertura hasta 1534. En lo sucesivo, y concretamente en 1535, 1538 y 1547 se dictaron órdenes para que se impidiese severamente el paso de foráneos.

          Sin embargo, conviene aclarar que los portugueses gozaron de un estatus especial, pese a la legislación restrictiva. Estos, además de ser en esos momentos aliados de España, tenían fama entre los europeos de buenos colonizadores y pobladores, especialmente a raíz de de la labor colonizadora que habían llevado a cabo en las islas Madeiras, en las Azores y en las Canarias. Fue por este motivo por lo que gozaron de un status especial con respecto al resto de los extranjeros, si no de derecho al menos sí de hecho.

          Ya en una carta de los Jerónimos a Cisneros, fechada en 1517, se le expuso como una de las soluciones básicas a los problemas de La Española, era potenciar la recluta de portugueses y canarios porque eran buenos pobladores. Poco tiempo después, fray Bernardino de Manzanedo volvió a plantear en los mismos términos la necesidad que había de pobladores lusos. Parece evidente, pues, que esta fama de buenos pobladores era común entre todos los habitantes de La Española, ya que nuevamente en la Junta de Procuradores de 1518 se volvió a insistir en la necesidad de que se fomentase su inmigración a la isla y que, por contra, se suprimiese totalmente el paso de extranjeros menos gratos como los franceses o los genoveses.

          Pese a todas las peticiones, la Corona se resistió, por sistema, a concederla al menos hata 1528, fecha en la que por fin autorizó a todos los naturales del vecino Reino de Portugal a emigrar a las Indias libremente, como “lo pueden hacer los naturales de estos nuestros Reinos y Señoríos” y con la única condición de que fuesen casados y llevasen a sus mujeres. Sin embargo, pese a la libertad dada a los portugueses casados la Corona siguió persiguiendo a los solteros, muy a pesar del buen recibimiento que se les dispensaba en las islas caribeñas, independientemente de su estado civil. Sirva de ejemplo el memorial remitido por la Audiencia de Santo Domingo al emperador, en 1535, en el que le informaba de la necesidad que había de que los doscientos portugueses solteros que había en la Española permaneciesen en ella. Dado el interés del texto lo reproducimos parcialmente a continuación:

 

            “Hay asimismo más de doscientos portugueses que no son casados y son oficiales de azúcares que sirven en los ingenios y otros que son labradores y se ocupan de las labranzas y haciendas y muchos carpinteros y albañiles y herreros y de todos los oficios. Y así hay cantidad de ellos en todas las poblaciones de estas partes...Que sería gran daño echarlos...”

 

            El documento es muy rico ya que no solo señala el número de lusos que vivían ya en la isla, sino que además se señala la situación socio-profesional que estos tenían.  Queda claro que se dedicaban a profesiones manuales, que habían sido obviamente rechazadas por los españoles, pues, como bien decían los documentos de la época, “en llegando (los españoles) a las Indias se olvidaban de sus oficios y se vuelven ociosos”.

           Parece ser que todas las represalias contra los portugueses solteros se debieron a la sorpresa que el emperador se llevó cuando fue informado que, sin su autorización expresa, venía operando en la isla un factor del rey de Portugal, llamado Andrea Ferrer, que se ocupaba de la entrega de esclavos negros a los alemanes. Así, pues, a pesar de los informes que, tanto la Audiencia de Santo Domingo como los vecinos de la isla, enviaron al Consejo de Indias, la Corona reiteró la prohibición a los portugueses solteros, instando a los oficiales de la Casa de la Contratación a que no lo consintiesen bajo ningún pretexto. Sin embargo no hubo nuevo pronunciamiento en lo concerniente a la salida de los portugueses solteros que ya estaban establecidos previamente en la Española por lo que es seguro que no se cumplió.

          Es evidente que la Corona no tuvo más remedio que ceder en sus pretensiones monopolistas y aceptar la realidad antillana, en la cual los portugueses estaban jugando un papel bastante importante como pobladores y colonizadores. Esto se demuestra al analizar diversos asientos establecidos entre la Corona y varios particulares españoles para poblar distintos lugares de América. Así, en primer lugar, conocemos la licencia otorgada a Pedro de Mazuelo para llevar treinta vecinos portugueses a poblar Nueva Sevilla (Jamaica), bajo la única condición de que fuesen casados y “gente de trabajo”. Y, en segundo lugar, hay otro asiento, fechado en 1545, en el que Francisco de Mesa se comprometió a pasar de las islas Canarias treinta vecinos portugueses, con la idea de poblar la villa de Montecristi en La Española. De esta forma se oficializaba tácitamente el paso de lusitanos al Nuevo Mundo.

          El número de portugueses asentados en el Nuevo Mundo era ya muy notable a mediados del siglo XVI, no solo en Las Antillas sino también en Nueva España y en el virreinato del Perú. Así, por ejemplo, en la lista de condenados por la rebelión contra las encomiendas en Perú, figuran quince extranjeros de los que nueve eran portugueses. Y aunque desconozcamos el número de portugueses en las décadas siguientes, podemos asegurar que su cifra debió de elevarse con el paso de los años, pues, según los datos consignados en las listas de extranjeros que se compusieron con la Corona, a fines del siglo XVI, el porcentaje de portugueses osciló entre el cuarenta por ciento del caso peruano y el ochenta y dos por ciento de los establecidos en la Audiencia de Quito.

          Ahora bien, no siempre la vida de estos portugueses en las Indias alcanzaba las metas para las que habían emigrado pues, por ejemplo, sabemos que el capitán Nuño de Castro, que luchó en la conquista del Perú, no pudo legar sus bienes a sus descendientes, dado que la Corona alegó que como no podían estar de derecho en las Indias “no pudo adquirir aprovechamiento alguno”.

          En definitiva, creemos que el súbdito portugués, por lo general, tuvo más fácil acceso a las colonias españolas que el resto de los extranjeros, haciendo la Corona la “vista gorda” en muchas ocasiones a sabiendas de su relevante papel en la colonización de las nuevas tierras descubiertas. Parece evidente, pues, que las medidas fueron siempre más drásticas para enemigos considerados naturales como los franceses o, más tarde, los ingleses y holandeses.

 

 

PARA SABER MÁS:

 

MIRA CABALLOS, Esteban: “Los prohibidos en la emigración a las Indias (1492-1550)”, Estudios de Historia Social y Económica de América, Nº 12, Alcalá de Henares, 1995, pp.  37-53

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

PROGRAMA DE LOS XLV COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA

PROGRAMA DE LOS XLV COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA

LUNES, 19 DE SEPTIEMBRE DE 2016 Inauguración de los XLV Coloquios Históricos de Extremadura. 20,45 horas: Recepción de autoridades y participantes en el Excmo. Ayuntamiento de Trujillo. 21,00 horas: Acto inaugural. Salón de Plenos Bienvenida: Doña María Rosario Alvarado, presidenta de la A.C. Coloquios Históricos de Extremadura. Intervención de autoridades. Palabras de saludo e inauguración de Don Alberto Casero Ávila, Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Trujillo. 21,30 horas: Lectura Inaugural: “Extremadura y Fernando el Católico” Población, economía y sociedad en Extremadura a comienzos del siglo XVI. El ejercicio del poder político: concejos de realengo, señoríos de la nobleza y Órdenes militares. Las rentas del rey Fernando en Extremadura. Viajes y estancias reales en Extremadura, de 1477 a 1511. Los reyes y el monasterio de Guadalupe. El último viaje del rey: diciembre de 1515 y enero de 1516. La lectura correrá a cargo de don Miguel Ángel Ladero Quesada. (Valladolid, 14 enero 1943). MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA Catedrático de Historia de la Edad Media en la Universidad Complutense de Madrid desde 1978 hasta 2013.

 

PROGRAMA DE LOS XLV COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA. EXPOSICIÓN DE PONENCIAS Y COLOQUIOS Salón de Actos de la Fundación Xavier de Salas (La Coria) (Los horarios de las presentaciones de ponencias pueden sufrir ligeras variaciones)

 

MARTES, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2016 Moderador: D. Teodoro Martín Martín.

 

17,00 horas: José Luis BARRIO MOYA Aportaciones a la biografía de don Juan Francisco Manrique de Lara, obispo de Plasencia entre 1760 y 1765.

 

17,30 horas: José Antonio RAMOS RUBIO y Oscar de SAN MACARIO SÁNCHEZ El patrimonio de los misioneros de La Preciosa Sangre y el legado del Marqués de Ovando en Cáceres.

 

18,00 horas: Francisco GONZÁLEZ LOZANO y María Guadalupe PÉREZ ORTIZ Aportación educativa del Seminario Conciliar de San Atón a la sociedad extremeña: 1860-1900.

 

18,30 horas: Juan REBOLLO BOTE Reconociendo el Trujillo islámico.

 

19,00 horas: Felipe SÁNCHEZ GARZO El Culto y el Misticismo en la obra de Francisco de Zurbarán .

 

19,30 horas: Julián CÁDIZ RODRÍGUEZ Juan González García, un extremeño al servicio de la evangelización de México.

20,00 horas: Teodoro MARTÍN MARTÍN Aldeanueva de la Vera a fines del Antiguo Régimen.

 

MIÉRCOLES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2016 Moderador: Don Jesús Barbero Mateos.

 

17,00 horas: Jesús BERMEJO BERMEJO Bartolomé Dalmao: un conquistador de La Cumbre (Cáceres).

 

17,30 horas: Domingo QUIJADA GONZÁLEZ Superstición, hechizos e Inquisición durante el Barroco extremeño.

 

18,00 horas: Juan Carlos RODRÍGUEZ MASA “Puercos, campanillas, bacines y atabaques” para la demanda de San Antón: un Real Privilegio en la España de los Reyes Católicos

 

18,30 horas: Fernando CORTÉS CORTÉS “EN TODAS PARTES CUECEN HABAS”. Aproximación a una problemática esencial de la escuela extremeña en las décadas finales del XIX.

 

19,00 horas: Juan Pedro RECIO CUESTA y Francisco BARROSO GARCÍA Los Cuesta: una saga de militares en la Primera Guerra carlista (1833-1840).

 

19,30 horas: Beatriz MAESTRO MATEOS Cofradías Mañegas: un Recorrido Histórico Sobre las Antiguas Fraternidades en San Martín de Trevejo.

 

JUEVES, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2016 Moderador: D. Esteban Mira Caballos

 

17,00 horas: José PASTOR VILLEGAS, Jesús Francisco PASTOR VALLE, Montaña Belén PASTOR VALLE Las expediciones científicas españolas a América y las expediciones dirigidas por Miguel de la Quadra-Salcedo Gayarre.

 

17,30 horas: Manuel GARCÍA CIENFUEGOS Las obras hidráulicas en la provincia de Badajoz. El proyecto del ingeniero Manuel Díaz-Marta sobre los riegos de las Vegas Bajas y el Canal de Montijo.

 

18,00 horas: Esteban MIRA CABALLOS El origen converso de Hernando de Soto y su nacimiento en Barcarrota.

 

18,30 horas: José Manuel JEREZ LINDE Repertorio bibliográfico de la villa romana de la Dehesa de “Torre Águila” (Barbaño, Badajoz).

 

19,00 horas: María Teresa HIDALO HIDALGO Manuela Gallardo Gómez. Reflexión y acción pedagógica de una mujer extremeña a mediados del siglo XX.

 

19,30 horas: Ramón TENA FERNÁNDEZ, José SOTO VÁZQUEZ, Ramón PÉREZ PAREJO y Francisco Javier JARAIZ CABANILLAS Análisis de la Instrucción Pública en el Partido Judicial de Trujillo entre 1857 y 1900.

 

20,00 horas: Martiria SÁNCHEZ LÓPEZ El pimentón y sus consecuencias sociales y económicas en La Vera a través de la Historia.

 

VIERNES, 23 DE SEPTIEMBRE DE 2016 Moderador: D. Manuel Rubio Andrada.

 

17,00 horas: Ángela LÓPEZ VACAS. Las modernas corrientes pedagógicas en el comienzo de la educación contemporánea en Fuente del Maestre.

 

17,30 horas: Manuel RUBIO ANDRADA y Francisco Javier RUBIO MUÑOZ El megalitismo en Trujillo: las necrópolis de Las Perillas -Asperillas- y Cañada, Trujillo (Cáceres).

18,00 horas: Jacinto J. MARABEL MATOS. Fiebre y sábanas: el otoño de Wellington en Badajoz (I).

 

18,30 horas: Teodoro Agustín LÓPEZ LÓPEZ. Santa Iglesia catedral Metrapolita de Badajoz.

 

19,00 horas: María del Carmen MARTÍN RUBIO. Hernando Pizarro y la gran ciudad de Cuzco.

 

19,30 horas: Fernando MORENO DOMÍNGUEZ, Francisco PÉREZ SOLÍS, Alberto DURÁN SÁNCHEZ y Gregorio FRANCISCO GONZÁLEZ. El grabado de los Altamirano y la inscripción de la Atalaya.

 

SABADO, 24 DE SEPTIEMBRE DE 2016 Moderador: D. Álvaro Meléndez Teodoro.

 

10,30 horas: Ángel PAULE RUBIO La Vía de la Plata desde Mérida-Astorga.

 

11,00 horas: Álvaro MELÉNDEZ TEODORO La muralla de Badajoz en 1723. El Informe Bordick.

 

11,30 horas: CAFÉ 12,00 horas: Manuel Antonio GARCÍA RAMOS y José Luis CIFUENTES PEREA "1890-1898 Nueve años de quintas en Trujillo. Los mozos trujillanos a finales del siglo XIX"

 

12,30 horas: Alberto SÁENZ DE SANTA MARÍA VIERNA Signos Notariales en el testamento de Fernando el Católico.

 

13,15 horas: ACTO DE CLAUSURA Entrega de premios:

Premio “Xavier de Salas, para jóvenes investigadores” en su XXIX Edición. Premio “Fundación Obra Pía de los Pizarro” en su XXII Edición. Premio “Centro de Profesores y Recursos de Trujillo”, en su XI Edición. Premio Especial XLV Coloquios Históricos de Extremadura.

 

DOMINGO, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2016

Viaje a MADRIGALEJO y GUADALUPE. Visita guiada a Madrigalejo. Presentación de la ponencia: “Importancia de los Coloquios en la conservación de la Casa de Santa María de Madrigalejo”. De doña Guadalupe RODRÍGUEZ CEREZO. Comida de hermandad. Visita a GUADALUPE.

 

LUIS DE MORALES, EL PADRE LAS CASAS PERUANO

LUIS DE MORALES, EL PADRE LAS CASAS PERUANO

        Tomo el título de este post del recordado historiador y diplomático peruano Raúl Porras quien llamó al bachiller Luis de Morales el Las Casas del Perú. Éste vivió en América más de tres lustros, pasando por Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Panamá y Perú.

        El clérigo Luis de Morales fue nombrado por la audiencia de Santo Domingo como veedor en las armadas que se hacían a Tierra Firme, para verificar que se hacía el requerimiento y que se capturaban en guerra justa. Cuando vio el triste espectáculo que esas armadas protagonizaban lo intentó impedir pero los españoles se amotinaron, gritando que a qué diablos venían allí sino a ganar de comer y buscar indios de cualquier manera que pudiesen, que no habían de ir vacíos a Santo Domingo. Como su vida corrió serio peligro firmó los documentos, legalizando sus actuaciones. Pero, tras su llegada a Santo Domingo, regresó a España donde denunció todos los agravios y sufrimientos injustos que los nativos recibían. Luis de Morales fue otro de esos grandes personajes de la Conquista, otro de esos campeones como el padre Las Casas, que se jugaron su vida en defensa de sus ideas de justicia social.

        No fue el único, pues en su misma línea estuvieron fray Martín de Calatayud, obispo y protector de Santa Marta, fray Domingo de Santo Tomás, obispo de Charcas, fray Francisco de Carvajal, Pedro de Quiroga, fray Tomás de Toro, primer obispo de Cartagena de Indias, o el cronista fray Gerónimo de Mendieta que denunció vivamente la explotación a la que se veía sometido el aborigen. Por su parte, fray Domingo de Santo Tomás declaró indignado que lo que se llevaba a España no era plata sino sudor y sangre de los indios, idea que repetirían posteriormente en términos parecidos otras personas, tanto religiosos laicos.

        Hay que destacar el valor de muchos de estos activistas que se jugaron la vida en defensa de los más desfavorecidos. Muchos vieron amenazadas sus vidas, entre ellos el mismísimo padre Las Casas, mientras que otros, como los dominicos de La Española pasaron hasta hambre por la negativa de los vecinos a darles limosnas. Pero algunos corrieron peor suerte. Igual que en el siglo XX el arzobispo de El Salvador, Oscar Romero, fue asesinado por defender a los más pobres de su país, a mediados del siglo XVI, fray Antonio de Valdivieso O.P., obispo de Nicaragua, fue liquidado por motivos muy similares. Este último prelado fue apuñalado hasta la muerte por Hernando de Contreras a quien había reprendido en numerosas ocasiones por el trato brutal que infringía a sus encomendados. Según Antonio de Herrera fue asesinado por la protección en que el obispo tenía a los indios y el cuidado con que procuraba su buen tratamiento y reprensiones que sobre ello hacía. Valdivieso y Romero murieron por defender los mismos ideales pacifistas, aunque entre ellos medien más de cuatro siglos.

         Para mí, si hubo algo de glorioso en la Conquista de América, fue la existencia de un grupo nutrido de religiosos, la mayoría dominicos, pero también miembros de otras órdenes religiosas y del clero secular que se jugaron la vida en defensa de los más débiles. Ahora bien, se dice que el padre Las Casas exageraba, pero hay infinidad de testimonios en el Archivo de Indias que ratifican la mayor parte de sus testimonios. A continuación transcribo un memorial sobre la situación de los indios que redactó Gregorio López, miembro del Consejo de Indias, en 1543, en base a las informaciones proporcionada por varios religiosos, entre ellos Luis de Morales. Es casi otra “Breve Historia de la Destruición de las Indias”, lean, lean. Aunque advierto que puede herir sensibilidades.

 

APÉNDICE

 

        Información sobre la situación de los indios elaborada por Gregorio López, Sevilla, 1543.

 

        En  la ciudad de Sevilla, a veinte días del mes de junio del año de mil y quinientos y cuarenta y tres, el Muy Magnífico Señor licenciado Gregorio López, del Consejo Real de las Indias de Su Majestad y visitador de la Casa de la Contratación, mando a mi Juan de la Cuadra, escribano de Sus Majestades y de la dicha visita, tome el dicho y deposición de Luis de Morales, clérigo, sobre la libertad de los indios y cómo son esclavos, el cual juró y puso la mano en sus pechos de decir verdad y lo que dijo es lo siguiente:

            Y luego, incontinenti, habiendo jurado el dicho Luis de Morales, clérigo, con licencia de su prelado, dijo que lo que sabéis que él estuvo en Santo Domingo y en San Juan de Puerto Rico y en la Habana y en la isla de Cuba y en la provincia de Venezuela de donde fue  provisor, y en el Nombre de Dios y en Panamá y en Ata y en la provincia del Perú conviene a saber que estuvo dieciocho años en el Perú en la ciudad de los Reyes, como provisor y juez eclesiástico. Y lo que sabe acerca de la libertad de los indios es que, estando en la ciudad de Santo Domingo, que es en la isla Española, ocho o diez años que residió en la dicha isla, siendo beneficiado en la dicha iglesia, los indios naturales de la dicha isla que se dice Aytí (sic) se llamaban naborías que es un vocablo paliado para servir contra su voluntad casi como esclavos, aunque no se vendían. Y de esta manera que los tenían depositados personas para servirse de ellos en las minas y en las haciendas y si se querían ir algún cabo no podían porque se llamaban naborías.

        Don Sebastián Ramírez, obispo de la dicha isla, después que vino hizo congregación de ellos y los liberó y los dio por libres que sirviesen y estuviesen a donde mejor les pareciese y mejor se lo pagasen e hizo un pueblo de los dichos indios naturales y dioles tierras y término y púsoles un clérigo que les administrase los sacramentos, puesto que algunos depositaba en personas honradas y de buena vida para que les administrasen en la fe. Y este que depone tuvo uno de ellos.

        Estando en la dicha isla vio venir gran cantidad de indios por esclavos en navíos, muchas veces de a Nueva España y de Pánuco, y de Cuba; ahora de toda la costa del norte,  desde Maracapana hasta la provincia de Venezuela, y otros de nicaragua y los traían por mercaderías y entiende que de sus ropas que allá vendían y cierto se maravillaban éste que depone y otras personas que en la dicha isla de Santo Domingo están eclesiásticos, cómo traían tantos indios de tal manera y se vendían públicamente herrados con el hierro del rey y se disimulaba y dejaba pasar.

        El audiencia de la ciudad de Santo Domingo y los oficiales, viendo lo susodicho y la burla que en ello pasaba, que de la costa de Tierra Firme de la banda del norte, que es su jurisdicción, que es desde Cubagua hasta el Nombre de Dios, mandaron que no fuesen carabelas ningunas a la dicha costa de Tierra Firme, ni se trajese indio alguno de allá. Y, después de pedimento de la dicha ciudad, que tenía necesidad de indios esclavos para sus haciendas, mandaron con licencia del rey que fuesen a la dicha costa de Tierra Firme ciertas carabelas a traer indios y llevasen un veedor y tesorero y capitán. Y su intención que Su Majestad manda dar a los tales para que se les notifiquen a los indios y les hagan sus requerimientos, esperándoles a un intervalo. Y la dicha audiencia nombró a este que depone y lo mando ir con la dicha carnada para ver cómo se hacían los dichos requerimientos e instrucción que Su Majestad tiene dada para lo semejante a los dichos indios y él holgó de ello y fue por saber y ver el secreto de los dichos indios como se hacía.

        Y llegaron a la dicha costa de Tierra Firme, a Maracapana, que es a sotavento de Cubagua, a quince o veinte leguas surgieron los navíos y echaron dos barcos luengos en la mar, cada uno con cincuenta hombres y sus remos, a saltear indios y a tomarlos y entraron por el río de Neberi y no hallaron indio ninguno. Vinieron muy enojados y muy despechados porque los indios los habían sentido y huido. Fueron más adelante a un puerto que se llama Haguerote y tomaron dos indios que andaban pescando por unos manglares para sustentarse y metiéronles en las carabelas y allí los amedrentaron con amenazas que les dijesen donde estaba su pueblo de donde ellos venían. Y los dichos indios se lo dijeron y luego los tomaron con la lengua y fueron casi doscientos hombres con ellos y, a media noche, dieron en dos pueblos y trajeron todos los indios que hallaron en ellos con todo lo demás que hallaron en sus casas de joyas, preseas y ovillos y hamacas y mantas y todo lo demás que tuvieron en sus casas. Y metiéronles en las carabelas y fueron de la costa abajo y de noche salteaban indios, estando pescando, y los dichos indios les decían luego de donde venían y cuáles eran sus pueblos y daban en ellos a media noche como en los demás. Y traíanlos a todos a donde estaban las carabelas y los viejos y niños que no podían venir dábanles de estocadas o despeñábanlos. Y este testigo hizo traer más de trescientos niños que no vinieron y los bautizaba luego porque se morían y les hacía una cruz en la frente con los cabellos para que fuesen señalados.

        Y (a)cerca de los requerimientos que se les había de hacer no según daba la orden que Su Majestad manda que se guarde ni es posible que se pueda guardar de la manera que se hace. Hacíanles los requerimientos a los dichos indios a la lengua de ellos ahora trayéndolos bien atados de sus tierras o debajo de la puente (sic) del navío. Los dichos indios ni los entendían, ni sabían lo que se decían, antes decían que los dejasen ir a sus tierras que ni conocían a Dios, ni al Rey ni al Papa sino a sus caciques y a su tierra, ni había otro intervalo de tiempo ni otro esperar ni otro venir de paz más de lo que tiene dicho. Y es la verdad que apenas este que depone la instrucción la entendería sino estudiase algunos días ella, aunque es persona que sabe algunas letras, por manera que muchos indios los entendían y ellos estaban en su libertad y que de esta manera se hizo esta dicha armada habrá ocho o nueve años. Y luego los dichos oficiales , veedor y tesorero y capitán que iban allí se juntaban y como los indios no los entendían, ni sabían lo que se decían, decían al escribano que se lo diese por fe como no querían obedecer lo que Su Majestad mandaba y persuadieron a este que depone que pusiese su autoridad y lo firmase lo cual, como no le pareció bien hecho, les dijo su parecer y casi se amotinaron contra este testigo que depone, diciendo que a qué diablos venían allí si no a ganar de comer y buscar indios de cualquier manera que pudiesen que no habían de ir vacíos a Santo Domingo de cualquier manera que fuese. Y, según los vio este que depone, por que no hiciesen allí más desconcierto contra su persona y no hubiese disensión firmó disimuladamente y, en la primera carabela que fue a Santo Domingo de indios, escribió sus cartas secretas a la audiencia y a los oficiales (contando) todo lo que pasaba. Y en otra carabela que quedó para que fuesen los que restaban, faltaban indios para acabarla de henchir y fueron a un pueblo que está debajo de las Carecas, que se llama el pueblo de los Patos, y entraron de paz con ellos porque los indios lo solían hacer así y daban de comer a los cristianos que por allí pasaban y estuvieren con ellos tres o cuatro días las carabelas juntas junto a los pueblos. Y engañáronlos de esta manera, dijeron los dichos indios que tenían falta de sal y los cristianos dijeron que ellos tenían mucha en una carabela que fuesen la mitad de ellos a la carabela a por sal y la otra mitad estuviese en tierra que la meterían en un canay grande. Y estaban concertados que fuesen a un tiempo los dichos indios por la dicha sal de ellos a la carabela de ellos al canay y los cristianos que estaban en la carabela tomasen los indios que estaban en la carabela y los atasen y los de tierra hiciesen lo mismo. Y así fue ni más ni menos y acabaron de henchir la carabela de indios en pago de la buena obra que habían usado con ellos. Más adelante, un poquito, fueron y tomaron otro pueblo con todo lo que tenían y tomaron (a) la mujer del cacique y el mismo cacique vino luego y les dijo que ellos eran sus amigos que por qué le tomaban su mujer y su pueblo; que le diesen su mujer que allí traía otra en rescate de ella y un poco de oro. Ni el oro, ni la india que trajo se le dio, antes lo querían tomar a él y prenderlo si no fuera por este que depone que dio gritos y se enojo mucho hasta que lo soltaron y así vinieron a Santo Domingo. Y tenían los indios que habían llevado en deposito por lo que este que depone había escrito y los demás que llevaron se mandaron depositar y, hecha la relación a los oidores y presidente por este que depone, le culparon mucho porque había firmado y este que depone dijo la causa que fue porque no le matasen y porque muerto este que depone mataran todos y el daño estaba hecho. Y vista la dicha relación los mandaban volver a sus tierras a costa del capitán y de los armadores y túvose por concierto entre no sabe quién que se repartiesen en la dicha ciudad y se depositasen y sirviesen por seis años y fuesen libres y cree que los herraron en el brazo. Pasados los seis años no cree este que depone que se acordarían de ellos.

        Y de esta costa, donde se traían estos indios, se han traído diez millones de ellos y está despoblada toda de que es gran lástima. Y de ellos han venido a las islas de Santo Domingo y San Juan y Cuba y Jamaica a servir y, otros, han quedado en las perlas que son bastantes para acabar todos los indios que hay en las Indias, según el gran trabajo que hay en la provincia de Venezuela se han sacado mucha cantidad de indios para otras partes, no los tiene éste que depone por esclavos porque no se les hacen los requerimientos que Su Majestad manda que se les haga y de cada día se sacan indios. Y los de Cartagena y Santa Marta dice lo mismo porque no hay titulo para que sean esclavos ni es guerra justa y en lo de las islas (de) Santo Domingo, San Juan, Cuba y Jamaica todos los tiene por libres, aunque ayuden de trabajos de minas y de haciendas casi todos son muertos y no hay cosa que más los apoque que las minas. Y en Panamá y en Coro hay muchos esclavos de Nicaragua, herrados con el hierro del Rey de los cuales y de todos Su Majestad lleva quinto, a los cuales tiene por libres a todos. En la provincia del Perú se hallaron unos pocos herrados pero mandose que no fuesen esclavos, todos los tienen por libres y las guerras que se les han hecho no son justas, ni lícitas, ni son Conforme a la instrucción de Su Majestad, ni las que hacen en las otras que tiene dicho porque ni los esperan y les dan término ni los entienden, ni saben lo que se dicen.

        Hay una manera de servidumbre en la dicha provincia del Perú entre los cristianos con los indios a los cuales llaman (y)anaconas para que les sirvan, aunque los indios no quieren y contra su voluntad. Y es de esta manera que viene un cristiano y ha menester indios para su servicio y nombrarlos de la gente que anda por ahí a servir a otros y dice el gobernador o su justicia por una cédula: de esta manera deposito en tal tantos indios, nombrándolos para que le sirvan y que les haga buen tratamiento y les enseñe las cosas de la fe. Sírvele el indio un año y dos y tres de balde y dice después que se quiere ir a su tierra que no le quiere servir más y dísele el cristiano que le ha de servir aunque le pese, y quiébrale la cabeza sobre ello y da la cédula a un alguacil para que se lo dé si se le huye de manera que no vende, para siempre sirve contra su voluntad y si se muere aquel cristiano, demándalos otro al gobernador y dáselos como los tenía el otro. Y entre el protector y el gobernador y su justicia sobre esto hay muchas pendencias en la dicha provincia y éste que depone las ha tenido por manera que Dios lo remedie todo y no había de permitir Su Majestad echar indios a las minas porque se acabarán todos como en los otros cabos se han acabado, ni traer carga, ni servir contra su voluntad. Y que esto sabe porque lo ha visto como tiene dicho, estando en la dicha provincia del Perú y que, de todo lo demás que se quieren informar de éste que depone, de aquella tierra para honra de Dios y bien de los dichos indios lo hará como persona que desea su bien y su conversión y firmolo de su nombre.

        En la ciudad de Sevilla, a veintiún días del mes de junio del año de mil y quinientos y cuarenta y tres años (sic) el muy magnífico señor licenciado Gregorio López, del Consejo Real de las Indias de Su Majestad, en presencia de mí, Juan de la Cuadra, escribano de Sus Majestades, y de la visita en forma de vida de derecho de Rodrigo  Calderón, vecino de la ciudad de México, y que se viene ahora a su naturaleza a la ciudad de Badajoz, el cual juró por Dios y  por Santa María y por la señal de la cruz decir verdad.

         Lo que el dicho Rodrigo Calderón dijo, siendo preguntado por el dicho licenciado Gregorio López, para informarse cómo Su Alteza por su cédula manda: dijo que este testigo ha residido diez años en la Nueva España donde ahora viene y ha tenido su casa siempre en la ciudad de México. Y que  el obispo de la iglesia de aquella ciudad, que se dice fray Juan de Zumarra, que es muy buen prelado y le tienen por santo hombre y amigo de hacer justicia y celoso del buen trato de los indios e indias de su obispado y que se han instruido en las cosas de la fe y que muy a menudo de ocho a ocho días o de quince a quince días sale a visitar los pueblos comarcanos y, los que están lejos, envía sus visitadores y que va bautizando y confirmando por doquiera que anda. Y que, asimismo, la clerecía de México está bien y sírvese la iglesia bien a sus horas y que tiene cargo de mirar por la honestidad de los clérigos y, cuando alguno excede, destierra y que la provincia es tan grande que convenía haber más clérigos y religiosos que anduviesen entre los indios y que este testigo ha tenido algunos requerimientos y así salía por la tierra de la Nueva España. Y que veía algunas veces como algunos frailes de San Francisco castigaban con azotes a algunos indios y los tenían amedrentados para que hiciesen lo que ellos quisiesen y que, como tienen muchos de los indios por los monasterios, fatigan a los indios que les traigan de comer para los dichos niños y para ellos y que algunas veces los ha sacado éste que depone a algunos indios de los cepos porque los dichos religiosos tienen en sus monasterio cárcel y cepos.

        Y en lo de la administración de la justicia que este testigo ha visto hacerse justicia muy recta y derechamente. Y los jueces son personas limpias y que, asimismo, la persona del visorrey es muy honrada y hace muy bien lo que debe, aunque en la manera de los corregidores ha visto que el dicho visorrey ha preferido algunas veces a los conquistadores y pobladores casados por otras personas como a él le ha parecido. Y que en esto no ha tenido buena orden en las proveer que, en todo lo demás, es muy buen caballero y tiene mucha limpieza.

        Y en cuanto al recaudo de la hacienda de Su Majestad que este testigo ha oído decir y ello es publica voz y fama que el tesorero, Juan Antonio de Estrada, debe a Su Majestad sobre treinta o cuarenta mil ducados y el factor Salazar debe otros siete u ocho mil ducados y el contador ciertos pesos de oro que no se acuerda cuántos porque dicen que nunca han acabado de dar las cuentas y se están con la hacienda. Y en cuanto a cobrar los tributos y hacienda de Su Majestad que cree que lo hacen muy bien, sin haber en ello fraude, ni engaño. Y que, en aquella tierra, hay demasiado exceso en los trajes y vestidos y acompañamientos y, asimismo, los oficiales de Su Majestad andan muy ataviados y acompañados que convenía poner en ello alguna tasa y moderación. Y (en) cuanto al tratamiento de los indios que es según los amos tienen; que algunos les tratan mal y otros bien y que los indios que son maltratados saben ya venirse a quejar y les hacen justicia por cuanto al llevar de los tributos que los que son de Su Majestad pagan diariamente lo que deben pero que los que tienen encomenderos, cree este testigo, que pagan muchas veces demasiado porque, cuando se quejan, les hacen justicia y los castigan. Y que ésta es la verdad para el juramento que tiene hecho y firmolo de su nombre. Rodrigo Calderón.

            En la ciudad de Sevilla, a veintidós días del mes de junio del año de mil y quinientos y cuarenta y tres años, el muy magnífico señor licenciado Gregorio López, del Consejo Real de las Indias, para informarse de algunas cosas cuales que una cédula de Su Alteza, en presencia de mi Juan de la Cuadra, escribano de Sus Majestades, tomó el dicho juramento en forma debida de derecho del bachiller Luis de Morales el cual puso la mano en su pecho y juró por sus órdenes de decir verdad de todo lo  que supiese y le fuese preguntado.

            Y lo que el dicho bachiller Luis de Morales dijo y depuso es lo siguiente: que había dos años que vino de la ciudad del Cuzco, que es en la provincia del Perú, a donde fue deán y provisor de toda la provincia por el obispo primero que fue, fray Vicente de Valverde. Y que, cuando salió de la dicha provincia, estaba algo razonable el estado de ella. Aunque se había pasado mucho trabajo por los indios y por los españoles verdad es que andaba mucha gente extraordinaria haciendo daño en los indios, robándolos así de sus ovejas que tenían como de lo demás. Y esta manera de robar se llama en aquella tierra ranchear y como los indios no sabían a quien se habían de quejar ni tenían habilidad para ello quedábanse con su trabajo y siguiéndolos a robar algunos indios mataban algunos cristianos defendiendo sus haciendas y personas. Y lo sabían en los pueblos de los españoles, no mirando por qué los mataban, ni por qué no o quién era causa. Iban allá algunos españoles de guarnición, con comisión de la justicia, vista la información sumaria como los habían muerto, hacían casi justicia de todos y algunas veces sus amos de los dichos indios lo tenían por bien por sus propósitos.

        Y en lo que toca al regimiento temporal de la dicha provincia dijo que no se puede bien gobernar si los que la gobiernan tienen cargo de justicia y de la tierra y de los indios quiere decir que no tengan que ver con los indios, ni los tengan, ni los posean, ni tengan que ver con tributos de ellos, ni con otras granjerías, ni contrataciones, ni rescates, ni granjerías en la tierra, ni mercaderías. Que de aquí ha venido casi toda la perdición de aquella provincia y el mal tratamiento de los niños huérfanos. Solamente es necesario que los dichos oficiales y justicias tengan el salario que Su Majestad les diere y con ello vivan y solamente tengan respeto a lo que Su Majestad les mandare y a entender en el bien de los indios y de la tierra, sin entender, como dicho tiene, en otras granjerías. Y que los que de acá fueren a las dichas provincias a gobernar no vayan cargados de deudos, ni gente, ni criados y otros familiares porque esto es torcedor para que hagan lo que no deban y pueblan la tierra de vagamundos como en muchas partes está poblada. Los cuales vienen a robar y echar a perder a los indios y destruir la tierra porque es por fuerza que han de comer y vestir y beber y jugar y no hay de donde se saque esto si no es de los pobres cueros de los indios. Y después vienen estos tales a amotinarse y a hacer morir por Dios de a donde se sigue mucho daño y ha seguido.

        Y que en cuanto a la administración de la justicia de la dicha provincia del Perú dijo que moderada ha sido pero que más rigurosa había de ser porque el gobernador era buen hombre y no era, para ello, remiso. Han sido y muchos en lo que toca a los indios y a los malos tratamientos que les han hecho y, como todos los más de las justicias, regidores y alcaldes participan en bienes de indios, disimulase y, lo que peor es, que los alcaldes por la misma parte como tienen indios de repartimiento y (y)anaconas como tiene dicho en la otra su deposición más favorecen a los vecinos que tienen indios como ellos que no a los indios que en los agravios de los dichos indios ni les quieren oír, ni hacen por ellos como son obligados. Y (cuando) Su Majestad les manda ni dan traslado a los protectores sino cuando quieren y les parece, no obstante, que un alcalde o un teniente dio a este que depone un traslado de uno o de dos pero todo escueta porque hacen lo que quieren y lo pagan los pobres indios porque de los cueros salen las correas porque los dichos alcaldes son hombres que saben poco y no tienen mucho pelo? En lo que toca a los indios ni aun caridad y que en lo que toca al regimiento espiritual moderadamente se ha hecho porque en la iglesia del Cuzco este que depone dejó hecha una iglesia catedral buena de una nave y sacramento dentro de la dicha iglesia con su lámpara que ordinariamente de cada día arde. Una pila de bautizar de plata muy suntuosa que la sacó este que depone de limosna de los vecinos del pueblo e hizo unas gradas alrededor de la iglesia porque tuviese cerquito moderado, tiene buenos ornamentos que el obispo que haya gloria llevó y otros que había de antes dícense las horas ordinariamente cada día cantadas los días solemnes y entono los días no tan solemnes, dícese misa de tercia cada día por el pueblo. Había cuando éste que depone residía en ella que era deán y provisor y un arcediano y dos canónigos y dos curas y sochantre, con un sacristán y, cuando faltaban algunos, eran los mismos beneficiados curas y sochantres y así lo eran en aquel tiempo, puesto que ahora hay dos curas fuera de los beneficiados, ganan las horas por distribuciones cotidianas. Dejó éste que depone (un) cuadrante para apuntar las horas y la orden que se había de tener cerca del régimen del culto divino, conforme a la orden de la iglesia mayor de la ciudad de Sevilla donde éste que depone se crió y de la iglesia de la ciudad de Santo Domingo, a donde fue beneficiado y sochantre mucho tiempo porque aquella provincia es de la metropolitana de Sevilla...

        En la ciudad de Cuzco, en su iglesia, se han bautizado mucha cantidad de indios y mestizos, infantes de los cuales por sus nombres quedan asentados en un libro y éste que depone y algunos letrados, algunos daba bautizar instruidos en la fe y los que sentía que tenían buen corazón a los cristianos y estaban seguros. A los otros no osaba, aunque lo demandaban a éste que depone porque hacían mil burlas y se le iban a los pueblos y al monte y ésta (no) es cosa de este sacramento. Que se celebran honrosamente en Cuzco la eucaristía y la unción de enfermos. En otros lugares los indios tienen a los cristianos por diablos en los sacramentos de la extremaunción,  lo mismo con el sacramento de la penitencia no basta juicio con los españoles o sacarles las mancebas que tienen de indias y, si ellas son bellacas y sucias, mucho más las administran ellos en el dicho acto y este es el ejemplo y doctrina que les dan todos, desde el menor hasta el mayor, aunque algunos hay que son hombres honrados y en esta materia este que depone juntó todos los religiosos y sacerdotes sobre las confesiones para dar orden a no absolverlos porque por la jurisdicción que éste que depone tenía no podía ni era parte, ni el obispo porque cerca de esto les dan poco favor las justicias y el gobernador y aun son injuriados y maltratados de algunas personas sobre que descargan la conciencia en tal caso porque quieren vivir a su propósito y como moro y que nadie les baja la mano y tienen escondidas las indias sobre diez llaves y con porteros para sus torpezas, sin dejarlas venir a doctrina ni a las oraciones que se suelen decir. Y sobre tal caso las tienen en hierros y las azotan y trasquilan para que hagan su voluntad. Y como todos son de la misma opinión se tapa y disimula todo y si éste que depone tuviera favor de Su Majestad y su justicia le favoreciera como convenía en esto él hiciera que vivieran como debían o cesarán con ellas o los echara de la tierra y las dichas indias fueran mejores cristianas de lo que son y se hubiera hecho más fruto porque con solamente la justicia ordinaria hacía en ello lo que podía, aunque no descargaba tanto su conciencia como quisiera porque cada uno le iba a la mano y aun sobre ello le amenazaban. Y no hay otro remedio si no callar por los perjuicios y escándalos (que) ocurrirán en la demanda y esto, por servicio de Dios, que Su Majestad lo remedie con mucho favor y rigor porque los indios toman ruin ejemplo, tomándoles sus mujeres e hijos para usar de ellos y se escandalizan con nuestro malvivir, dándoles mal ejemplo que es gran estorbo para la conversión.

            Pablo Inga, hermano de Atabalipa (sic)y del otro Inca que anda alzado, atrayéndolo a la fe y administrándole, diciéndole que tomase una mujer, la cual quisiere, porque tenía muchas para que la bautizasen juntamente con él dijo para qué, los otros cristianos tenían tantas mujeres, pues que éste que depone le mandaba al que tuviese una. Y que le dijo que eran aquéllos unos bellacos, malos cristianos y que no hacían lo que mandaba Dios. A este dicho inca le atrajo éste que depone muchas veces y fue muy gran amigo de éste que depone por tirarle los ritos, ceremonias y otras ruines costumbres que tenían y así lo hizo en muchas cosas, especialmente le dio a éste que depone el cuerpo de su padre, Guaynacaba (sic), al cual adoraban él y toda la tierra y lo tenían como al sol y lo enterró delante de un notario clérigo que se llama el licenciado Castro y él y el alguacil mayor lo vieron con mucho llanto de la madre del dicho Pablo y de otros que se enterraron muchas piedras que las tenían por dioses de cosas particulares. Y a la redondez del Cuzco hizo derribar muchas guaças y adoratorios y otras ceremonias que tenían los indios e indias de las dichas y de llorar cuando se moría alguno porque era muy feo y supersticioso para la conversión y porque viniesen a la doctrina que todos los domingos y fiestas de guardar se decían en la iglesia mayor de la dicha ciudad, en acabando de comer en su lengua, con lenguas e intérpretes, a la cual iba el obispo y éste que depone. Y estaba una persona diputada buena lengua y la cual para esto que era sacristán allí se les decía como habían de ser cristianos y qué cosa era agravio y el modo que habían de tener y las oraciones de la iglesia con los mandamientos y artículos y lo mismo se hacía en Santo Domingo y cada uno iba donde más devoción tenía.

        Fuera de la ciudad del Cuzco, que es poblada de cristianos, en todos los pueblos de los indios que están de paz o sirven a los vecinos del Cuzco, que son en cantidad, no tienen administración alguna más de sacarles los tributos contra su voluntad o por su voluntad y traérselos a cuestas al pueblo como bestias, y después servir en sus casas para hacérselos y adobárselos. Y si la comida no traen consigo de sus tierras no lo comen cerca de estos ni clérigos, ni frailes no van a los dichos pueblos de indios (a) administrarles las cosas de la fe para la conversión cristiana. Verdad es que algunos pueblos de indios están tan lejanos de los pueblos de los cristianos que si fuesen allá a administrarles una o dos personas recibirían trabajo y peligro de la vida y otros hay tan cercanos y tan anejos de cristianos que se hacía mucho fruto en gran manera y los indios  y caciques se holgarían de ello y les darían de comer y beber a los clérigos (que) están en su iglesia y los frailes en sus monasterios y en los mejores cabos del pueblo con indios de repartimiento que les sirven y buenas chacras en que siembran y comen en su refectorio y algunos predican en los dichos pueblos de los españoles y oyen de penitencia que para esto parroquia hay y clérigos parroquianos en cada pueblo que lo haga. Y ello es más necesario su doctrina fuera de los pueblos de los cristianos a los indios que no allí y a esta causa no se ha hecho fruto en la tierra ninguno, Su Majestad bien lo tiene mandado sino que no se guarda que traigan los caciques y los hijos a las iglesias y que allí se les haga una casa a donde les administren la doctrina cristiana no lo hacen ni lo han querido hacer los obispos bien lo querían y lo proponen pero no les ayudan quien manda la tierra y por esto ni ha conversión ni sacramento fuera de los pueblos do están los cristianos que en cada pueblo de indios había de haber un sacerdote clérigo o seglar a costa de los que tienen los tales indios y pueblos y encomienda en recompensa de los tributos y otros agravios que les hacen y les dan.

        Cerca de los tributos ha habido una desorden y hay que cada uno hace lo que quieren y demanda lo que quieren y no hay quien le vaya a la mano porque todos son de una opinión y todos viven por esta vía y a esta causa han fatigado a muchos indios y hecho muchos malos tratamientos y muerto. Bien lo tiene mandado Su Majestad cerca de esto pero no se guarda pero sobre esto es menester gran remedio en la tierra porque se despoblará en breve tiempo porque los cristianos son ingobernables y no se contentan con lo moderado, especial que ellos son los jueces en esta causa y los señores y aun algunos hay de los indios que son tan pobres que no pueden dar plata, ni oro, ni su valía y a poder de palos y de azotes y de cosas se les hacen buscar los que tienen por encomendados y en la ciudad del Cuzco les han tomado muchas chacras que son tierras en que siembran y casas y no hay quien se las haga restituir de a donde los indios se destierran y se van por ahí y aun de ellos se ahorcan. Y en esto pasan los indios mucho trabajo y detrimento y han pasado y aunque no se les demandase tributo por dos o tres años, según ellos están destruidos y desbaratados, sería gran bien para los naturales en recompensa de los robos que les han hecho para que ellos se rehiciesen y se esforzasen y animasen y lo que peor es que un Ave María no saben.

            Y los que lo tienen los administran por la mayor parte en recompensa de sus trabajos y de lo que les llevan y que esto pasa en toda la provincia del Perú a lo que este testigo ha visto por la mayor parte. Y en lo que toca a la población de la dicha provincia se pueden poblar más pueblos de cristianos repartiendo los indios moderadamente como se pueda pasar cada español y estará la tierra más segura y los indios vendrán más. Y los indios se han huido (a) los montes por los malos tratamientos y no se quieren volver porque no tienen chacras, ni casas a donde venir y da pena ver la gran cantidad de pueblos despoblados en torno a Cuzco.  

        En cuanto al tratamiento que hacen en los indios son perseguidos por la justicia real y por los capitanes, aperreándolos vivos que es muy gran lástima, echándoles diez y doce perros que solamente los tienen avezados para aquel efecto y los crían y los ceban en ellos. Su Majestad debe mandar matar todos los perros de esta casta porque son muy perjudiciales a los naturales y mereciendo la muerte el tal indio sea moderada como le dejen recibir el sacramento del bautismo y otros ahorcan de los pies y están allí muriéndose dos o tres días. Y este testigo vio uno en la ciudad del Cuzco, ahorcado en la picota de los pies, y rogó que no hiciesen de él justicia sin hacérselo saber para instruirle y bautizarle y fue corriendo des(de) que se lo dijeron y hallolo diciendo Santa María, Santa María y allá con la lengua le interrogó y bautizó. Su Majestad debe mandar que no se haga justicia de ningún indio sin hacerlo saber al cura parroquial o a algún religioso y que den traslado a los protectores y que muchos indios e indias andan por el Cuzco muriendo de hambre porque les han quitado sus tierras y casas. Y andan pidiendo limosnas con una cruz en la mano.

        Francisco Rodríguez Santos, testigo, en Sevilla el veintitrés de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres años, siendo canónigo en la santa iglesia de México, prometió decir la verdad. Que a muchos indios los castigan y azotan y trasquilan y traen en cepos. Si les preguntan no saben el ave Maria. Y que muchos mueren sin haber recibido los sacramentos porque hay pocos clérigos y la tierra es larga. Y que a algunas mujeres indias que no se saben el Ave Maria las prenden y allí dicen que tienen ayuntamiento con ellas. Que algunos frailes de mala vida hacen desmanes en Nueva España.

            En la ciudad de Sevilla, a veintitrés días del mes de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres años, el señor licenciado Gregorio López tomo juramento en forma de vida de derecho a Andrés Núñez, clérigo mayordomo del obispo de México, el cual puso la mano en sus pechos y prometió y juro de decir verdad de lo que le fuese preguntado. Dijo que lo que este presente testigo ha visto que el que se excedía ha sido castigado y que bien es verdad que hay falta de ministros que administren los sacramentos y que de esta causa muchos indios mueren sin sacramentos porque hay muchas tierras donde nunca vieron clérigos y frailes y que a este testigo les ha acaecido salirle muchas mujeres con los niños a rogarles que los bautizasen y que aunque hay una cedula de Su Majestad para que los encomenderos paguen un sacerdote en cada pueblo los más de ellos no lo hacen y que le parece a este testigo que convenía que los indios que se doctrinan en los monasterios se cursen por tres o cuatro años cuanto supiesen la doctrina cristiana y la lengua española y no estuviesen más tiempo porque de estas más viene mucho daño porque, con la ociosidad, andan perdidos entre los indios y los temen los caciques y aun los indios labradores. Y también le parece a este testigo que no les debían enseñar a los dichos indios más de la doctrina cristiana porque ha visto que se lee públicamente lengua y filosofía que oyen diez o doce indios poco más o menos y que uno de estos indios le vino a preguntar a este testigo dime quid est tunitas. Y también parece que la diversidad de muchos hábitos de religión no ha hecho mucho fruto en la tierra que convenía que se conformasen todos en un hábito porque los indios se alteran en ver tanta diversidad de hábito. Y que en lo de la administración de la justicia que no sabe cosa.  Que en lo de la población México y sus comarcas está muy bien poblada de indios y lo saben porque le dieron un informe con trescientas iglesias de campana y que los indios están muy diestros  y corren ya un caballo en perfección y que, a esta causa, convenía tener mucho cuidado en la población de los españoles y que los españoles trabajasen en sus oficios y que hay en México mas de seiscientos españoles sin oficio, corriendo en costa ajena que el tributo de los indios es en mantas y sería bueno que se le diese a elegir como quieren pagar y que, cuando pagan en gallinas y son flacas, no se las quieren coger y terminan esclavos.

            En la ciudad de Sevilla, a veintitrés días del mes de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres años, juramento de San Juan de Sasiola que ha estado cuatro años y medio en Guatemala, Honduras y valle de Olancho y que ha visto que los indios son muy maltratados porque los ha visto llevar cargados ciento y ciento y veinte leguas de sus pueblos, cargados de maíz y de sal y de otras cosas y que se han muerto muchos por los caminos. Que no hay clérigos suficientes y que mueren sin bautizar muchos de ellos. Que en esos cuatro años y medio años faltan de Guatemala unos catorce mil indios

            En Sevilla a veinticinco días del mes de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres, pareció como testigo Alonso Rodríguez, natural de Guadalcanal, quien declaró haber estado en México por espacio de catorce años. Que los ha visto bien tratados y los clérigos van por las provincias bautizando y confesando los indios.

        En Sevilla, a veintiséis de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres, prestó juramento fray  Martín de Figueroa, comendador de Nuestra Señora de la Merced, dijo que estando en el Nuevo Reino de Granada, que es en la gobernación de Santa Marta, desde hacía trece años y medio, él ha estado mucho tiempo en Santa Marta y hay una cosa que le parece que convendría mucho proveerse para ganar aquella tierra de paz y volverla a la fe y es que junto a la ciudad de Santa Marta hay unas cinco villas que son puertos de mar que hay siete u ocho pueblos de indios y otro que se dice la Ciénaga y otro valle que se llama de Gavira que están todos junto al mar y que estos están de paz cuando quieren y que convenía mucho que a estos se mandase, so graves penas, que no llevasen sal, ni pescado a los indios de la sierra que están de guerra porque todos los indios de la sierra no comen carne y su mantenimiento es pescado y sal la cual les llevan estos indios de estos pueblos y los mismos pueblos de la sierra hacen a los mismos indios que estén de paz por tener ellos bastimentos de su mano y quitándoles este mantenimiento los indios de la sierra vendrían de paz y teniendo estos mantenimientos ni los unos ni los otros están de paz  porque acaeció muchas veces salir los cristianos a los caminos a defender que los indios de guerra no les maten los caballos ni los ganados y así los indios que están de paz como los de guerra matan a los cristianos y este testigo lo ha visto y le han dado a él un flechazo. Y también convenía que los indios que se hubiesen de guerra de aquella sierra Su Majestad hiciese merced de su quinto de ellos a los tomadores porque se inclinasen más a la guerra viendo que les venía mayor provecho y cuando los de la sierra se viesen molestados vendrían de paz y que no se lleve almojarifazgo de las cosas de comer.

        En Sevilla, a veinticinco días del mes de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres años pareció por testigo Benito Sanabria, natural de la villa de Cáceres,  el que juro decir verdad. Dijo que ha estado este testigo en el Nuevo Reino de Granada dos años. Y que al tiempo que fue oyó decir como se le habían hecho muy malos tratamientos a los indios por les sacar oro y habían muerto muchos indios. Y que, después que este testigo está allí, ha visto matar algunos indios. Especialmente vio matar a uno que era indio principal porque decían que había dicho que no trajesen los indios a los cristianos más mantas, ni maíz, ni carne y cree que Gonzalo Yánez o por su mandado se hizo proceso contra él y le ahorcaron. Y que, en Santa Fe, a otro indio le hicieron cuartos porque trajo cierta moneda que decía que era de oro y era de metal. Y también oyó decir este testigo que Pedro de Colmenares había tenido a un indio cacique suyo colgado de un brezo que casi no llega los pies al suelo porque le diese oro y que no murió el indio porque este testigo lo vio después. Y que ha visto este testigo como cargan a los indios, aunque les pesa, sin pagarles cosa alguna si son indios de su pueblo cuando son indios criados o cuando van de caminos…

            Que este testigo oyó decir  después de partido ya que se venía de camino, estando en el río de Bogotá, como se había hecho justicia en Tunja que es en el Nuevo Reino de Granada de un indio principal, señor de Tunja, que se llamaba Tochacipa que estaba encomendado al capitán Juan del Junco y que decían que era porque apellidaba la tierra y que decía que los mercados que no sirviesen los indios a los cristianos y que oyó decir que le había hecho justicia Gonzalo Suárez  y que también oyó decir que algunos vecinos amenazaban con perros a los indios para que le diesen oro, trayendo indios ladinos por la tierra, amenazando con los dichos perros. Y que este testigo vio preso al cacique de Tunja que lo puso preso Gonzalo Suárez y luego lo soltó y los indios de Junco los repartió a otros encomenderos. Que los indios de la sierra de Santa Marta están alzados y que necesitan los españoles mucha ayuda porque tienen muchos trabajos.

            En Sevilla, a veintiséis días del mes de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres años, compareció el testigo Francisco de Alegría, clérigo tesorero de la iglesia de Guatemala, el cual juro decir verdad. Dijo que hacen todo lo que pueden por los indios, que los bautizan a los indios y los confiesan y que los indios son muchos y los sacerdotes pocos y que, en esta provincia de Guatemala, convenía que se juntasen los indios en pueblos porque, estando dispersos por los campos y casas, no pueden ser administrados en las cosas de la fe, y que unos encomenderos acuden al obispo para que envíe un cura a atender e instruir o visitar a sus indios y otros no se curan de ello, y que a esa causa se mueren muchos indios sin bautizar y sin otros sacramentos. Y que la tierra es muy montuosa y que la única forma que habría de que esto no ocurriera era juntando a los indios en pueblos y que eso pasa aunque el obispo premia a los encomenderos que cumplen.  Y en cuanto a la justicia se han dejado de castigar muchos encomenderos que abusaban aunque desde que llego el obispo la justicia anda mejor. Que hay muchos españoles pobres que viven allegados a encomenderos y a otras personas que tienen de comer.

        En Sevilla, a veintisiete días del mes de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres años compareció el testigo Martín de Maturana, vecino que dijo ser de la ciudad de Vitoria, dijo que ha estado en la ciudad de Santiago de Guatemala doce o trece años hasta ahora que podrá haber hasta nueve meses que partió de allá y que en lo que toca a la gobernación de aquella tierra  y los clérigos de la iglesia hacen bien sus oficios y viven honestamente porque los deshonestos no osan pasar a la tierra aunque hay pocos clérigos y muchos indios y que los que tienen pueblos de indios encomendados llevan de tiempo en tiempo a clérigos para que los bauticen y confiesen pero que, de asiento, no tienen clérigos en los pueblos y que las casas de los indios están derramadas por los campos y que se podían juntar y vivir juntos porque muchos indios se mueren sin recibir los sacramentos. Y que la justicia se hace bien aunque algunas veces se disimulan cosas porque son pobladores nuevos para evitar que la tierra se despueble. Que los indios ahora andan regular porque, después del terremoto de Guatemala, caen más tributos sobre ellos que a catorce leguas de Guatemala esta la provincia de Teculaclán que está de guerra y también otros pueblos a veinte leguas que los frailes mandaron allí a caciques de paz pero siguen de guerra y los frailes no han ido allí a predicar y que si no los presionasen tanto con los tributos holgarían de tener amistad con los españoles.

            Otrosí dijo que vio este testigo algunas veces venir indios a Guatemala a servir a sus amos o a trabajar en el edificio de las casas y que se les acababa la comida y los enviaban sin darles cosa alguna para el camino que le parecía a este testigo gran inhumanidad que se iban muriendo de hambre, aunque algunos otros de sus amos lo hacían bien con ellos y les daban con que se volviesen…

        En la ciudad de Sevilla, a treinta días del mes de junio del año de mil y quinientos y cuarenta y tres, compareció el testigo Pedro de Aguilar, vecino de México, morador en las minas de Cultepeque y juró decir la verdad. Siendo preguntado dijo que ha estado en muchos pueblos de la Nueva España y en todos ha visto que se tiene cuidado del bautizo de los indios y de los confesar, así por clérigos como por religiosos. Y que, en donde el testigo vive, se sirve muy bien la iglesia de los oficios divinos y que, algunos de los que tienen pueblos de indios encomendados, tienen clérigos en sus pueblos y que otros no los tienen porque caen cerca de otros pueblos o de monasterios donde siempre oyen misa y se les administran los sacramentos y que los clérigos que el conoce viven honestamente y que la justicia el virrey y la audiencia lo hacen bien.

        Otrosí, dijo este testigo que en las dichas minas de Cultepeque trabajan muchos indios que los alquilan los señores que tienen encomendados pueblos de indios a los de las minas a veinte y a diez y ocho castellanos por año por cada indio, los cuales se pagan al mismo señor que los alquila. Y que estos trabajan de sol a sol y que no ha visto este testigo que muera ningún indio por el trabajo que allí pasan y que los señores que los alquilan renuevan de veinte a veinte días los indios porque sufran el trabajo. Y que el virrey envía a las minas a un visitador al año para ver si han ido contra las ordenanzas de los indios a las minas de Cultepeque y que el visitador no sabe de minas pero pone multas por valor de mil pesos de oro y se va. Y que, en realidad, es una imposición porque este testigo ha tenido que pagar muchas veces sin tener culpa de nada. Es el salario del visitador.

         Otrosí, dijo este testigo que los diez y ocho o veinte castellanos que tiene dichos que se dan por cada indio se hace con licencia del visorrey y en recompensa de los tributos en que los indios están tasados. Por manera que no pagan los tributos y más este servicio sino este servicio en lugar de los tributos. Y que las Indias no se podrían conservar si no se hiciese esto de los indios y que se da a escoger a los indios que cual quieren más pagar los tributos, en tributos o en esto del servir de las minas, y que ellos escogen lo que más quieren.

        En Sevilla, a treinta días del mes de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres pareció presente Diego Alemán, vecino de la villa de Comayagua, en la provincia de Honduras. Siendo preguntado, dijo que lleva diecinueve años en las Indias y en Honduras seis o siete años y que ha venido ahora de Honduras. Siendo preguntado, dijo que sólo están doctrinados los indios que sirven con los españoles pero los demás, que están dispersos, no hay quien los doctrine, ni los bautice, ni les administre los sacramentos. Sólo los naborías son los doctrinados, pero los indios de encomienda que están en sus pueblos no, ni se preocupan sus encomenderos. No hay tasación de tributos sino que cada encomendero cobra lo que quiere y hace lo que quiere y los ponen a cargar bastimentos y mantenimientos hasta las minas, donde trabajan los esclavos negros, y algunos mueren por el camino. Y en las minas trabajan los esclavos negros y los esclavos indios y los naborías y que son maltratados los indios porque mueren a veces por ir muy cargados y también por sacarlos de tierra fría a caliente. Los únicos indios doctrinados son los naborías que sirven en las casas de los españoles.

          En Sevilla, a veintiún días del mes de junio de mil y quinientos y cuarenta y tres, pareció por testigo fray Tomás de Berlanga, obispo de la ciudad de Tierra Firme llamada Castilla del Oro, y dijo que se tiene mucho cuidado de culto en su Catedral y que en todo el obispado no hay pueblos de indios si no es en el pueblo de Nata y en la isla de Flores y en los demás, Nombre de Dios, Aclá y Nata, administran los sacramentos clérigos y curas. Que hay muchos indios que están a ocho leguas de los pueblos y que no son bautizados y sus encomenderos no tienen cuidado de nada y que los encomenderos tienen muy poco cuidado de sus ánimas que ya pluguiese a Dios que tuviesen cuidado de sus cuerpos y que estos encomenderos les llevan las sangres y las vidas y no les dejan tener su propia y que este repartimiento de los indios trae todos los daños… Que aunque hubo cédula para que el obispo interviniese en la tasación de los tributos no lo cumplieron y no se tasan los indios en gran perjuicio. Y que si se tratara bien a los indios comarcanos de los que están de guerra estos vendrían de paz. Aún así huelga decir que el trato que se les da a los indios ha mejorado mucho porque algunos españoles se dan cuenta que los indios son la única hacienda que tienen.

(AGI, Patronato 231).

 

 

PARA SABER MÁS:

 

 

MIRA CABALLOS, Esteban: “Conquista y destrucción de las Indias”. Sevilla, Muñoz Moya Editor, 2009.

 

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

BENEFICENCIA EN CARMONA EN LA EDAD MODERNA: LIMOSNAS Y OBRAS PÍAS

BENEFICENCIA EN CARMONA EN LA EDAD  MODERNA: LIMOSNAS Y OBRAS PÍAS

        Prácticamente hasta el siglo XVIII el Estado no se implicó en el campo de la asistencia social. Con anterioridad toda la previsión social de los ciudadanos se debía basar en un sistema privado de contraprestaciones.

         La cobertura social de los carmonenses en el Antiguo Régimen se canalizaba de dos formas diferentes, según se tratase de personas que habían cotizado o de pobres “de solemnidad”. Por ello, Rumeu de Armas habla de dos conceptos diferentes, el de la asistencia y el de la beneficencia.

        La población común normalmente se pagaba su propia asistencia privada a través de las hermandades y cofradías. Para cubrir cualquier eventualidad social prácticamente todas las familias pertenecían a alguna hermandad, algunas de ellas gremiales. De hecho, en otro trabajo nuestro ya afirmamos que a finales del siglo XVIII había en Carmona una cofradía por cada 500 habitantes o por cada 100 vecinos. Esto significaría que prácticamente todas las familias estaban implicadas en algún tipo de corporación, lo que les equivalía a tener una verdadera póliza de seguros para ellos y sus familias. Todas las cofradías tenían, pues, ese doble cometido el devocional y el asistencial, proporcionando a sus hermanos una asistencia en la enfermedad y un enterramiento digno.

         Sin embargo, todos los que participaban en las hermandades y cofradías eran mutualistas que habían cotizado durante toda su vida. Pero, ¿qué ocurría con aquellas personas que no tenían recursos para cotizar? Pues, bien, para ellos no había asistencia sino beneficencia. Y, ¿qué diferencia había? Como dice Rumeu de Armas la asistencia era un derecho mientras que la beneficencia era una gracia o limosna. Los enfermos, los mutilados, los inválidos, los mendigos y los menesterosos en general se sostenían a duras penas de la caridad de los pudientes. Una caridad que se suponía era una virtud cristiana que debían practicar los pudientes, los nobles, los burgueses ricos y, sobre todo, el estamento eclesiástico, al que se le suponía una especial generosidad.

            Esta caridad cristiana se canalizaba, por un lado, de manera informal, a través de las limosnas que decenas de pedigüeños obtenían a las puertas de las iglesias o en los espacios más concurridos de cada localidad. Y por el otro, mediante la fundación de una obra pía en la que, casi siempre a través de un testamento, se dejaba un capital para invertirlos en rentas con las que invertirlas en alguna mejora social. Las obras pías eran de muy diversos tipos, desde redimir cautivos hasta dotar doncellas huérfanas para el matrimonio o para entrar en un cenobio como monja, la escolarización de pobres o la hospitalización de enfermos.

             Dentro de la beneficencia en Carmona hay una institución que ha jugado un papel muy destacado desde la Baja Edad Media. Se trata de la cofradía de la Misericordia, fusionada en 1670 con la de la Santa Caridad. El objetivo de esta cofradía de la Caridad y Misericordia era la asistencia a los presos y a los "pobres vergonzantes". Al menos desde principios del siglo XVI tenía su propio hospital siendo, pues, una más de tantas cofradías asociadas a pequeños hospicios que existían en nuestra localidad. Sus rentas se incrementaron de forma sustancial en 1511 cuando la Duquesa de Arcos la benefició con un importante legado, nombrando a la cofradía y hospital como heredero universal de sus bienes, con el objetivo expreso de que "se reciban y provean y curen y remedien trece pobres". Y ¿quiénes pertenecían a esta corporación?, pues, obviamente las personas más pudientes de Carmona, los Milla, Los Romera, los Tamariz, los Montes de Oca, etcétera.

            Otras cofradías también incluían entre sus estatutos algunas obligaciones para con los pobres no mutualistas. Por ejemplo, entre los cometidos de la cofradía de San Antonio, sita en el convento de San Francisco, figuraba dar de comer a los pobres el día de su festividad.

            Pero, además de esta cofradía, fueron fundadas en Carmona diversas obras pías. Una de las más generosas fue la fundada por el escribano público y de cabildo Pedro de Hoyos en su testamento redactado en 1619. Dicha obra pía la dotó con un pinar, siete tiendas, siete mesones y nueve casas con cuyas rentas pagar una dote de 20.000 maravedís a 15 doncellas pobres. Como patrono y administrador de dicha obra pía se designó perpetuamente a los rectores del colegio de San Teodomiro. Con frecuencia en los años posteriores se subvirtió la voluntad del fundador, rebajando la dotación a 15.000 maravedís y ampliando las dotadas hasta veinte. Así ocurrió, por ejemplo, en 1669, cuando se dotó a las doncellas pobres solo con los citados 15.000 maravedís y ampliando el número de prebendadas hasta la veintena.

            En el siglo XVIII el clérigo de menores, Hernando de Ojeda, alias Cabrito, fundó en el colegio de San Teodomiro un patronato para dotar a parientas suyas. Sus bienes se invirtieron en propiedades con las que se sufragaron dotes, administrando el patronato los jesuitas.     

Mucho más modesta fue la obra pía fundada por el indiano Francisco Navarro dispuso en su testamento, fechado en 1648, que se entregase cierta cantidad de dinero para dotar como monja a su nieta Francisca Navarro, "hija de María Navarro u otra nieta que quisiere ser monja".

            Mucho más generosa fue la fundación que en 1776 hizo doña Josefa Fernández de Córdoba y Zapata, viuda de Diego de la Milla, Marqués del Saltillo. Destinó una buena parte de su capital a la fundación de un hospicio de niñas huérfanas. Contaba el Curioso Carmonense que la fundadora era natural de Granada y que se enterró en la bóveda de entierro de la hermandad del Rosario del convento de Santo Domingo.

            Pues, bien, a continuación daremos a conocer otra obra pía que hasta donde nosotros sabemos no era conocida por la historiografía: la que instituyeron Fernando de Rueda y su mujer Beatriz de Góngora para asistir a “niños expósitos y pobres de la cárcel”. Sabemos muy poco de esta fundación. Lo único que tenemos es un pleito que se generó en 1623 por el que los administradores de la obra pía –el concejo de Carmona- demandaron a Cristóbal Suárez, que tenía en alquiler, una de las casas de la obra pía.

            La fecha de fundación la desconocemos, pues no se especifica en el proceso. Éste es de 1623 y da la impresión que ya entonces era una obra pía fundada de antiguo, por lo que es muy probable que se instituyera en algún momento del siglo XVI.

            De los fundadores, Fernando de Rueda y Beatriz de Góngora tan sólo se dice a lo largo del proceso que fueron “naturales de Carmona y vecinos de Sevilla”. Está claro que pertenecían a la más rancia élite carmonense, pues, los Rueda estaban entre los miembros del regimiento desde la Baja Edad Media. Ya tenemos noticias de que en 1445 era regidor del cabildo carmonense Diego de Rueda, quien casi con toda seguridad era ascendiente del fundador de la obra pía. Unas décadas después, en 1477 y 1478 encontramos a dos regidores de esta misma familia Luis y Pedro de Rueda y en 1483 a Francisco de Rueda.

            El objetivo de la obra pía se menciona en dos ocasiones a lo largo del pleito. Concretamente se dice que se fundó “para la asistencia y remedio de los pobres que son de la cárcel y crianza de niños expósitos”. Por tanto, todo parece indicar que su caritativo objetivo era doble: por un lado, asistir a los presos más pobres y, por el otro, la crianza de los niños expósitos o huérfanos.

            Sobre la dotación económica de la fundación, no se dice mucho. Tan sólo sabemos que al menos una parte de su capital estaba invertido en propiedades urbanas. Éstas se alquilaban y sus réditos servían para dotar de liquidez a la obra pía.

            El patronazgo de la fundación lo tenía el concejo carmonense que periódicamente diputaba a uno de sus miembros para que se encargase de su administración. Según el proceso, había sido administrador Juan de Humanes, regidor y, en 1623, era su administrador Juan de Vilches Tamariz, teniente de alférez mayor de Carmona.

            El pleito se generó en 1623 cuando el arrendatario Cristóbal Suárez, vecino de Carmona fue acusado de no pagar el alquiler y condenado al pago de 30 ducados. Sin embargo, él recurrió a la Chancillería de Granada alegando, primero, que el concejo no podía juzgar el caso aunque “hubiera costumbre de que las apelaciones fueran al cabildo” ya que era la otra parte en litigio. Y segundo, que había gastado mucho más, es decir, 525 reales en reparar las puertas y ventanas porque, sin los dichos reparos, “no se pudieran habitar las dichas casas”.

No obstante, el concejo alegaba que, según un parecer de los alarifes Alonso y Francisco Gutiérrez, los gastos no eran exactamente necesarios. Y, según constaba en el contrato de alquiler, los gastos hechos por su gusto para agrandar o achicar ventanas o puertas debían correr por cuenta del tomador de la vivienda.

            Felipe IV dio autorización por una real cédula dada en Aranda, el 10 de septiembre de 1623, para que el proceso se viese en Granada, por lo que dio al concejo de Carona un plazo de 15 días para que diese poder a algún letrado. Cristóbal Suárez dio poder a Juan Ocaña de la Peñuela, por carta firmada en Sevilla el 19 de septiembre de 1623, mientras que el concejo carmonense dio poder pocas semanas después a Gabriel Mallen.

            El resto del proceso y la sentencia final no aparecen en el documento. De todas formas, lo más interesante del documento ha sido que nos ha permitido conocer la existencia de esta obra pía a favor de los presos más desfavorecidos y de los niños expósitos.

 

APÉNDICE I

 

            Juan Ocaña de la Peñuela en nombre de Cristóbal Suárez, vecino de la villa de Carmona en el pleito con don Juan de Vilches Tamariz diputado nombrado por el cabildo de la dicha villa para la obra de los niños expósitos digo que la sentencia de remate y todo lo demás proveído contra mi parte es nulo y por tal se debe declarar y cuando alguno sea se debe revocar por lo general y que resulta de los autos. Y porque los 30 ducados por que mi parte está ejecutado los tiene pagados en lo que gastó en los reparos que hizo en las casas que se le alquilaron los cuales fueron útiles y necesarios y con orden y consentimiento y en presencia de Juan de Humanes, regidor de la dicha villa, diputado antecesor del dicho Juan de Vilches Tamariz todo lo cual consta por el proceso y por las declaraciones y testimonios por mi parte presentados. Lo otro, no hace contradicción a los dicho lo que declararon Alonso Gutiérrez y Francisco Gutiérrez, alarifes, porque de los mismos autos se echa de ver haberse engañado en la dicha declaración pues los dichos gastos fueron muy necesarios porque sin ellos no se pudieran habitar las dichas casas. Lo otro las condiciones de la escritura las guardó mi parte y en conformidad de ellas hizo los dichos gastos y aunque hayan de ser por cuenta de mi parte las ventanas y puertas que mudare en la dicha casa por su gusto para agrandar o achicar los aposentos o trocar el gobierno de ella no han de ser las ventanas y puertas que es necesario mudarse o hacerse para poder habitar las casas porque esto ha de ser por cuenta del alquiler. Pido y suplico a Vuestra Alteza dé por ninguna la dicha sentencia de remate y todo lo demás contra mi parte proveído o por lo menos lo revoque pues es justicia que pido y costas. En Sevilla a diecinueve días del mes de septiembre de mil y seiscientos y veintitrés.

A.Ch. Granada Cabina 205, Leg. 5330, Pieza 4.

 

 

APÉNDICE II

 

            “Juan de Ocaña de la Peñuela en nombre de Cristóbal Suárez, vecino de la villa de Carmona, en el dicho pleito con el concejo,, justicia y regimiento de ella y don Juan de Vílchez Tamariz en su nombre digo que sin embargo de la declaratoria de contrapuesta por Gabriel Mallen le ha de mandar vuestra alteza que responda derechamente por lo general y que resulta del proceso. Y porque aunque en la dicha villa de Carmona hubiera costumbre de que las apelaciones fueran al cabildo no ha lugar en este caso porque mi parte litiga con el mismo cabildo y sus regidores que siendo partes formales en este pleito y no pueden ni deben ser jueces ni se ha de entender que vuestras leyes reales y pragmáticas les quisieron dar jurisdicción en casos semejantes induciendo corrección de todo el derecho tácitamente. Lo otro mi parte se ha querellado ante v. a. del agravio que se le ha hecho a quien pertenece y toca el remedio supuesto que por ser los mismos regidores los contrarios han hecho seguiir este pleito contra mi parte ejecutándole en virtud de escritura que no es pública ni hecha por escribano público y habiendo mi parte recusado al alcalde mayor le hicieron sentenciar el pleito sin nombrar acompañado, condenándole en lo que de los mismos autos consta no deber en que se echa de ver el agravio notorio que se ha hecho a mi parte y se hará si se diese lugar a que sus contrarios sean sus jueces. Porque pido a v. a.  y suplico que por el remedio que más haya lugar de derecho haga a mi parte cumplimiento de justicias mandando que el dicho Gabriel Mallen y las partes contrarias respondan derechamente sin embargo de su declinatoria para los cuales… En Veintisiete de octubre de mil y seiscientos y veintitrés años.

A.Ch. Granada Cabina 205, Leg. 5330, Pieza 4.

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

EL MECENAZGO DE MARÍA DE MONSALVE CON EL CONVENTO DE AGUSTINAS DE CARMONA

EL MECENAZGO DE MARÍA DE MONSALVE CON EL CONVENTO DE AGUSTINAS DE CARMONA

        A lo largo de la Edad Moderna las fábricas de las iglesias y los cenobios dispusieron de importantes propiedades y rentas con las que construyeron los majestuosos edificios y catedrales que, en buena parte, todavía hoy podemos contemplar.

          En realidad, esas obras de arte se sufragaron directa o indirectamente de la devoción y de la fe del pueblo. Casi todas las personas que testaban dejaban una o varias mandas a la iglesia, a las cofradías, a un convento o a un hospital o a todos ellos. La muerte, omnipresente en siglos pasados, suponía una de las mayores fuentes de ingresos para la iglesia: por un lado, los templos eran los cementerios, y los pudientes pagaban importantes sumas por enterrarse en el presbiterio o en la capilla sacramental. Cuanto más cerca estuviese el enterramiento del Santísimo mayor era su coste económico, mientras que los inhumados a los pies de la iglesia pagaban sumas muy inferiores. Pero, por el otro, los creyentes, al final de sus vidas sentían la necesidad de descargar sus conciencias, dejando una parte de su fortuna en fundaciones, capellanías y obras pías.   Por todo ello, la Iglesia obtuvo unas importantes rentas con las que financió esos majestuosos templos que por fortuna nos han legado.

            En Carmona tenemos numerosos ejemplos de personajes de la élite que dejaron una buena parte de su fortuna a distintos fines religiosos. Entre ellas, doña Ana Salvadora Luisa de Ureña, esposa del regidor perpetuo don Antonio Tamariz y Armijo. Ésta, siguiendo las disposiciones testamentarias de su marido dejó 10.000 ducados para la fundación del convento de carmelitas descalzos de San José.

            Un caso muy similar es el de doña Beatriz de Vargas, esposa del medico Cristóbal Tocado, quien dejó las casas de su morada para la fundación del convento de Santa Catalina. Y por citar un último ejemplo, don Teodomiro Lasso de la Vega dejó 3.000 ducados para labrar la capilla mayor del convento de Carmen.

            Pues, bien, estas líneas queremos citar el caso de otra mujer, doña María de Monsalve, que dedicó gran parte de sus bienes en este caso al convento de las Agustinas Recoletas de Carmona.

          Es muy poco lo que sabemos de la biografía de esta mujer. Debía pertenecer al linaje de los Monsalve sevillanos cuyos orígenes se remontan a la época de la Reconquista de Sevilla. Al parecer, don Guillén de Monsalve, era de origen catalán, pues en el Repartimiento de Sevilla figuraba como uno de los “cien ballesteros catalanes”. Por lo demás, el nombre de María –al igual que el de Guillén- se repite con frecuencia en la genealogía de los Monsalve. De hecho conocemos otra María de Monsalve, que vivió en el siglo XV, hija de Luis de Monsalve y de María Barba que al parecer se crió en la Corte de Juan II, fue apadrinada por los reyes y se desposó con el también linajudo Pedro de Tous, teniente de alcaide del alcázar y de las atarazanas de Sevilla.

        En lo concerniente a nuestra María de Monsalve, sabemos que era esposa de un miembro de la élite carmonense, don Diego de la Milla. Este último pertenecía a una familia muy linajuda de la localidad, originaria de Galicia y residente en Carmona al menos desde el siglo XIV. Tras la muerte de éste se dedicó durante décadas a sufragar diversas obras religiosas en Carmona.

        Teníamos noticias de que, siendo ya viuda, compró un vestido, jubón y saya para la imagen de Nuestra señora del Escapulario, sita en el Carmen.

        Repasando en el archivo de las Agustinas Recoletas encontramos datos inéditos referentes al caudal legado por esta carmonense para favorecer a este cenobio. Según un apunte contable registrado por las religiosas en 1748 recibieron 1.000 reales de limosna de la citada benefactora. Sin embargo, unos años después para acometer las obras del retablo mayor volvieron a apelar a la caridad de sus benefactores. El dinero recaudado –en reales- y sus donantes fue el siguiente: doña María de Monsalve 22.600, doña Juana de Romera 300, Universidad de Beneficiados 300, Martín Barba 75, Marqués del Saltillo 20 y doña Juana de Tovar 20. Está claro que el retablo se pudo sufragar gracias a la donación testamentaria hecha por doña María de Monsalve. Su donativo sirvió para acabar sobradamente el retablo que se tasó con Miguel de Gálvez, maestro ensamblador, en 16.000 reales. Incluyendo una gratificación que se le dio al maestro, el costé quedó en unos 16.500 reales.

        Pero como la dádiva de María de Monsalve fue tan generosa las monjas no dudaron en contratar también el graderío de piedra de jaspe del presbiterio. Así, el 23 de abril de 1755 contrataron la hechura del retablo y tan solo dieciocho días después, es decir, el 11 de mayo del mismo año contrataron con el cantero antequerano José Guerrero la hechura de las gradas de piedra y del sotabanco donde se debía colocar el retablo.

        El coste de esta última obra, incluido su transporte y colocación superó escasamente los 2.000 reales por lo que todavía le siguió quedando a las monjas de la donación para el retablo 4.815 reales. Y las monjas continuaron invirtiendo en su templo, pues decidieron sobre la marcha mandar hacer “la loza del coro y puerta del presbiterio”.  Ocho reales más se gastaron en unas palmatorias que hizo el maestro José Bares y nueve pesos en dorar por dentro el sagrario.

        En definitiva, una donación que sirvió para que la monjas pudiesen sufragar las obras de la capilla mayor del convento de las Agustinas Recoletas. Por tanto, si hoy los carmonenses podemos disfrutar de esa magnifica obra de arte se debe a la generosidad y a la sensibilidad de esta carmonense cuyo nombre hemos rescatado del olvido en estas líneas. 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

LA FUSIÓN ENTRE LAS COFRADÍAS CARMONENSES DE LA MISERICORDIA Y DE LA SANTA CARIDAD (1670)

LA FUSIÓN ENTRE LAS COFRADÍAS CARMONENSES DE  LA MISERICORDIA Y DE LA SANTA CARIDAD (1670)

        Desde la Baja Edad Media la cofradía de la Misericordia jugó un papel muy destacado dentro de la vida religiosa y sobre todo asistencial de Carmona. Pese a ello, y al margen de algunas referencias esporádicas en artículos referidos al Hospital del mismo nombre, su historia sigue siendo hoy en día una gran desconocida.

        Al parecer esta cofradía se fundó a finales del siglo XIV o principios del siglo XV, teniendo como cometido fundamental la asistencia a los presos y a los "pobres vergonzantes". Al menos desde principios del siglo XVI tenía su propio hospital siendo, pues, una más de tantas cofradías asociadas a pequeños hospicios que existían en nuestra localidad. Un golpe de suerte hizo que en el testamento de la Duquesa de Arcos, protocolizado el 5 de abril de 1511, ante Alonso de Baeza, escribano público de Carmona, se dotase a esta cofradía y hospital de un considerable legado. Como es bien sabido, en el testamento se nombraba a la cofradía y al hospital de la Misericordia como heredero universal de sus bienes, con el objetivo expreso de que "se reciban y provean y curen y remedien trece pobres". En el mismo texto de la fusión que ahora comentamos se citaban las obligaciones que tenía contraída dicha cofradía:

 

 

            “La fundación de dicha cofradía fue con obligación de que el prioste hermanos de ella acudiesen a enterrar los cuerpos de los pobres de solemnidad que fallecieren en esta ciudad y su término y acompañar hasta el suplicio a los que por la justicia Real de Su Majestad mandasen ajusticiar y enterrar sus cuerpos y dar en cada un año por el día de Sábado Santo a los pobres de la collación de Santiago de esta ciudad una limosna de pan y carne...".

 

 

        Desde muy pronto esta cofradía se fue poblando de miembros de la élite cabildante y de la alta jerarquía religiosa local. Y es que con frecuencia estas asociaciones caritativas solían estar integradas por las personas más pudientes de cada villa, pues, se suponía que la nobleza y la élite, tenían una obligación moral con los grupos sociales más desfavorecidos. Incluso, antes de la donación de doña Beatriz Pacheco, ya encontramos a destacados personajes carmonenses vinculados a este instituto. De hecho, en 1511, con motivo de la donación, había dos hermanos mayores, don Luis de Romera y don Fernando Montes de Oca, ambos pertenecientes a la élite hidalga de la localidad. 

            Pues, bien, hasta la fecha no se sabía nada de la cuestión de la fusión tratada en este artículo. Es más, ni tan siquiera se tenían noticias de la otra hermandad asistencial, intitulada de la Santa Caridad, y con sede en el arrabal. La historiografía afirmaba erróneamente que lo único que ocurrió en el siglo XVII fue un cambio de nombre, dejando de llamarse Cofradía de la Misericordia y pasando a ser Caridad y Misericordia.

 

 

LA FUNDACIÓN DE LA COFRADÍA DE LA CARIDAD

 

        En principio no consta el año exacto de la fundación y de la aprobación de sus reglas de la Cofradía de la Caridad, intitulada oficialmente de "la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo". En cambio, sí constan en el expediente determinados indicios que nos pueden acercar mucho a esta fecha en cuestión. Concretamente encontramos dos datos bastante significativos: uno, sus reglas fueron aprobadas por el arzobispo Ambrosio Ignacio Espínola y Guzmán. Dos, cuando se refieren a esta hermandad se menciona como "nuevamente erigida y fundada en la ciudad de Carmona". Y tres, en 1670 se fusionó con la de la Misericordia.

            Por tanto, teniendo en cuenta que el arzobispo Espínola accedió a su cargo en 1669, y que en 1670 se fusionó con la de la Misericordia es prácticamente seguro que las reglas de esta corporación debieron aprobarse a lo largo de 1669 o, como mucho, a principios del siguiente. En nuestra opinión, fundación y aprobación de reglas debieron ocurrir consecutivamente, muy probablemente en el mismo año de 1669.

            Mucho más problemático es conocer los motivos exactos de esta erección que provocó litigios y enfrentamientos con la señera cofradía de la Misericordia. Y desde luego, por los síntomas que pasaremos a describir, tenemos fundadas sospechas de una rivalidad entre el área del arrabal, y particularmente de la parroquia de San Pedro, con la élite política, económica y religiosa de intramuros. Para empezar es necesario destacar que, la cofradía de la Misericordia, al menos en el siglo XVII, estuvo regida y controlada por los presbíteros de las parroquias intramuros y por la élite de la localidad. En cambio, llama mucho la atención que la de la Santa Caridad estuviese liderada e impulsada por los presbíteros de la iglesia de San Pedro, todos ellos destacados miembros de su junta, así como por algunos profesionales liberales, como los escribanos Francisco Blaso del Vado o Teodomiro de Cifuentes y Sarmiento. Muchos de sus miembros fundacionales, como el propio Blaso del Vado, sabemos que residían en la collación del arrabal y eran parroquianos de la iglesia de San Pedro. 

            Por otro lado, la cofradía nació “unida y agregada” a la cofradía del mismo nombre de la ciudad de Sevilla. Habida cuenta de los sucesos ocurridos años después, y que en líneas posteriores comentaremos, no sabemos si también hubo una pugna entre la hermandad sevillana de la Santa Caridad y la carmonense de la Misericordia. La corporación hispalense había nacido en 1564, es decir, mucho después que la de la Misericordia, con un fin asimismo asistencial pero, desde 1608, había experimentado un gran auge, gracias al impulso de don Miguel de Mañara. La creación de una filial en Carmona debió ser para la hermandad de la Caridad sevillana, por utilizar un conocido refrán, algo así como "poner una pica en Flandes".

 

 

LA FUSIÓN DE AMBAS CORPORACIONES 


            Como ya hemos dicho la fundación y aprobación de la hermandad de la Santa Caridad trajo consigo enfrentamientos, litigios y rivalidades con la de la Misericordia que provocó la propia intervención del arzobispo y la de su provisor. Con la intervención de dicho prelado y, por la buena voluntad de ambas partes, decidieron acabar con sus enfrentamientos y llegar a un acuerdo de fusión. Así, por un lado, la cofradía de la Misericordia dio poder para tal efecto a sus hermanos Alonso Antonio de Armijo y Tamariz y a Martín Barba de la Milla, por carta fechada el 29 de junio de 1670. Y, por el otro, la de la Caridad, el 1 de julio de 1670, nombró al mismísimo don Miguel de Mañara Vicentelo de Leca, caballero de la Orden de Calatrava y hermano mayor de la cofradía de la Caridad de Sevilla, y al carmonense Juan de Cifuentes.

            Y no tardaron en llegar a un acuerdo porque dos días después, es decir, el 3 de julio de 1670, se firmaba la fusión con las condiciones de la misma. Concretamente, se establecía lo siguiente:

 

 

            “Que ambas desde hoy en adelante para siempre jamás estén juntas y sean un cuerpo y una misma hermandad y cofradía en el uso y ejercicio de sus oficios, ejercicios y santas obras de caridad y administración de bienes y demás obras pías que cada uno de por si tenía antes de esta agregación...”

 

 

            Una vez ratificada la fusión lo primero que se hizo fue disolver las dos juntas, cesar al prioste de la Misericordia y al hermano mayor de la Caridad y nombrar un gobierno interino. Quedaba en manos del arzobispo el designar un hermano mayor que se hiciera cargo de la corporación hasta el día de Pascua en que se debían nombrar, en cabildo general, nueva junta de gobierno.

            La sede de dicha cofradía estaría, como no podía ser de otra forma, en la capilla de la Misericordia ya que los hermanos de la Caridad no tenían casa propia. Sin embargo, dicho edificio debía estar en obras porque se decía que, si no estuviese acabado de hacer, residieran en “la parte que eligieren y fuere más conveniente a la dicha hermandad”.

 

 

EL INTENTO DE FUSIÓN CON LA CARIDAD DE SEVILLA


            Años después se dio un curioso suceso que no fue otro que la pretensión de la cofradía carmonense de la Caridad y Misericordia de fusionarse con su homónima sevillana. Los hermanos de Carmona pretendían, en función del vínculo de confraternidad y unión que la cofradía de la Santa Caridad de Carmona poseía desde 1669, que “ambas casas quedasen en un cuerpo unidas”. La pretensión no tenía muchos precedentes en esos momentos porque si bien eran frecuentes las fusiones de hermandades ubicadas en la misma parroquia, o a lo sumo en la misma villa o ciudad, las realizadas entre corporaciones radicadas en distintas ciudades no era en absoluto usual. Parecía una situación difícil o imposible de llevarse a cabo en esa época. Pero estaba claro que los carmonenses se movían probablemente por el interés de unirse a una casa muy prestigiosa socialmente y muy bien dotada económicamente. Mucho más improbable es que lo hicieran, con una mentalidad inusual en su época, por buscar una mayor eficiencia en el cometido de dos casas que desarrollaban tareas similares.

            La oposición de los hermanos de Sevilla fue tajante y contundente: "no podían condescender a lo que proponía la venerable hermandad de la ciudad de Carmona". Según decían se había entendido mal el concepto de confraternidad que, desde 1673, había establecido la hermandad sevillana con otras corporaciones similares de la provincia. Al parecer esta confraternidad solo hacía referencia a la libertad de los hermanos de las distintas corporaciones firmantes de acudir a las funciones públicas de la otra. Concretamente especificaban que la confraternidad entre la hermandad de Sevilla y Carmona solo pretendía:

 

 

            “Recibir a los hermanos de la referida hermandad a la confraternidad que piden de tal suerte quede hecha esta unión, que los hermanos de una casa puedan asistir recíprocamente en las funciones públicas y ejercicios de la otra, según lo acostumbramos con las demás casas unidas a ésta, como son Alanila, Utrera, Carmona, Las Cabezas, haciéndolos participar de todas las obras, ejercicios e indulgencias de ésta en la forma que podemos por derecho y que se siente en los libros, mediante quedar los hermanos de aquella por de ésta para ganar las gracias e indulgencias lo cual hacemos para siempre jamás. Y estas propias son las contenidas en el de mil seiscientos setenta respectivo a la venerable de la ciudad de Carmona como se ve de la referencia que hace”.

 

 

            Finalmente, alegaban que era injusto para las otras hermandades filiales, con las que también se habían establecido lazos de confraternidad, que en el caso de Carmona se entendiese de una forma diferente. Sin embargo, a nuestro juicio la situación no era la misma porque la de la Caridad de Carmona se fundó en 1670 en unas circunstancias muy especiales y, da la impresión por los documentos conservados, que plenamente ligada y dependiente de la sevillana.

            Sea como fuere, lo cierto es que los hermanos de Sevilla no condescendieron ni consintieron tal propuesta de la cofradía carmonense, quedando el intento de fusión en papel mojado.

 

 

APÉNDICE DOCUMENTAL

 

            Aprobación de la fusión entre las hermandades de la Misericordia y de la Santa Caridad (1670).

 

            “Licenciado don Gregorio Bastan y Arostegui, provisor y vicario general de esta ciudad de Sevilla y su arzobispado, por el ilustrísimo y reverendísimo señor don Ambrosio Ignacio Espínola y Guzmán, mi señor arzobispo de esta dicha ciudad y arzobispado de Sevilla, del Consejo de Su Majestad, por cuanto por parte de las cofradías y hermandades de la Santa Misericordia y de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo de la ciudad de Carmona se ha presentado ante mi cierta escritura de concordia por la cual parece que las dichas dos hermandades y cofradías pretenden quedar para desde hoy en adelante para siempre jamás reducidas, agregadas y consolidadas en una y los hermanos de ellas por de una misma hermandad, conferido el título de Misericordia y Caridad de Jesucristo, y obligados a guardar la regla y estatutos de la de la Santa Caridad, ejercicios y buenas obras como de la dicha escritura parece, cuyo tenor es como se sigue:

            In Dei nomine amen, por el tenor del presente público instrumento sea notorio y manifiesto como en la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla, a los dos días del mes de julio del año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de mil seiscientos y setenta, indiecion octava y del pontificado de nuestro muy Santo Padre Clemente por divina providencia Papa décimo, año primero, en presencia de mi el notario público apostólico y de los testigos infrascritos personalmente constituidos, de la una parte, los seglares don Martín Barba de la Milla, don Alonso Antonio de Armijo Tamariz, vecinos de la ciudad de Carmona, estantes al presente en esta ciudad, hermanos de la cofradía de la Santa Misericordia de la dicha ciudad de Carmona, en nombre y en voz del prioste y hermanos de esta dicha cofradía y en virtud del poder que les otorgaron, ante Alonso María, notario apostólico de la dicha ciudad, su fecha en ella en veintinueve de junio de dicho año, y de la otra parte, el licenciado don Francisco Rodríguez Bordas, presbítero beneficiado propio de la iglesia parroquial del señor san Pedro de la dicha ciudad, consiliario de la hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo que nuevamente se ha erigido y fundado en la dicha ciudad de Carmona y Juan de Cifontes Lobo, hermano de la dicha hermandad y residente en dicha ciudad, en nombre y en voz de los alcaldes y hermanos de la dicha hermandad de la Santa Caridad y en vista del poder que les dieron y otorgaron, ante Juan Caro Almagro, notario apostólico de la dicha ciudad, su fecha en ella en primero día de este mes de julio que todas las dichas partes me entregaron los dichos poderes para los insertar en esta dicha escritura y son del tenor siguiente:

            In nomine Dei amen, en la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Carmona, en veinte y nueve días del mes de junio de mil seiscientos y setenta años, por ante mi el notario apostólico y testigos, el prioste y hermanos de la cofradía de la Santa Misericordia o Caridad de esta dicha ciudad, estando juntos y congregados como lo han de costumbre es a saber: don Juan de Romera Tamariz, prioste, don López del Álamo, presbítero comisario del Santo Oficio de la Inquisición y beneficiado propio de la parroquial del Señor San Bartolomé de esta ciudad, don Luis Barrasa, presbítero, don Luis de Romera Tamariz, presbítero beneficiado propio de la parroquial del señor San Felipe de esta ciudad, don Antonio Gil Barba de la Milla, clérigo de menores ordenes beneficiado propio de dicha iglesia del señor San Bartolomé, don Juan Tamariz de Bordas y Guzmán, don Alonso Antonio de Armijo Tamariz, don Gonzalo Tamariz Bordas y Guzmán, don Juan de Romera, don Martín de Barcia y Milla, todos hermanos de la dicha hermandad por si y en su nombre y de los demás hermanos que de ella son hasta el día de hoy y serán en adelante por quien prestaron bastante voz que estarán y pasarán por lo que aquí será contenido y en su virtud se hiciere y otorgare y a la dicha voz obligaron sus caudales y rentas de la dicha cofradía de un acuerdo y conformidad y que por cuanto la fundación de dicha cofradía fue con obligación de que el prioste y hermanos de ella acudiesen a enterrar los cuerpos de los pobres de solemnidad que fallecieren en esta ciudad y su término y acompañar hasta el suplicio a los que por la justicia Real de Su Majestad mandasen ajusticiar y enterrar sus cuerpos y dar en cada un año por el día de Sábado Santo a los pobres de la collación de Santiago de esta ciudad una limosna de pan y carne y por el Ilustrísimo señor don Ambrosio Ignacio Espínola y Guzmán, arzobispo de la ciudad de Sevilla, del Consejo Real de Su Majestad fue servido de mandar se fundase en esta ciudad dicha hermandad de Caridad por tener su ilustrísima noticia estaba fundada la dicha cofradía de la Misericordia y Caridad y porque por obviar algunos inconvenientes que se pueden recrecer los dichos priostes y hermanos de la santa Misericordia y Caridad están conformes con los hermanos de la santa Caridad nuevamente fundada en que se agregasen de la santa Misericordia para que estén incorporados juntas y consolidadas y se cumpla con las obligaciones de su fundación todo lo cual ha de ser con beneplácito de su señoría Ilustrísima y para que tenga efecto otorgaron que daban y dieron todo su poder cumplido el cual de derecho se requiere y es necesario a los señores don Alonso Antonio de Armijo Tamariz y don Martín Barba de la Milla, hermanos de la dicha cofradía de la Santa Misericordia, dieron poder especial para que ambos y no el uno sin el otro puedan parecer y parezcan ante su señoría ilustrísima y pidan y supliquen que se sirva de mandar se haga la dicha agregación de la dicha hermandad de la santa Caridad nuevamente fundada a la dicha cofradía de la Misericordia o Caridad con la obligaciones, cargos e institutos que constan en la fundación de dicha cofradía de la Santa Misericordia y con las demás que tiene o tuviere la dicha hermandad de la santa Caridad, nuevamente fundada, y las que su ilustrísima fuere servido de mandar añadir que fueren convenientes para su confección y aumento.

            Para todo lo cual los dichos señores otorgantes, por si y en el dicho nombre, resignaron su voluntad en la de su señoría ilustrísima y que para ello mande se despachen las letras y demás despachos que para la dicha agregación se requieren... y los señores otorgantes, a quien yo el notario doy fe conozco, lo firmaron, siendo testigos Juan Sánchez Carreño, Manuel Rodríguez y Diego de Santiago, vecinos de Carmona. Don Juan de Romera Tamariz, don Luis de Romera Tamariz, don Martín Barba de la Milla, Luis Barrasa, don Gil Antonio Barba de la Milla, Don Pedro López Álamo, ante mi Alonso Macías, notario.

            En el nombre del muy alto Dios todopoderoso que vive y reina por siempre y sin fin amen y de la bienaventurada siempre Virgen María Madre de Dios, señora nuestra, concebida sin mancha de pecado original en el primer instante de su ser, sea notorio a cuantos vieren esta carta como en la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Carmona en primero día del mes de julio de mil seiscientos y setenta, estando en la iglesia parroquial del señor San Pedro de esta ciudad, juntos y congregados como lo han de uso y costumbre los alcaldes y hermanos de las hermandades de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo siendo llamados a son de campana tañida, conviene a saber: el licenciado Gregorio Alanís y Lara, cura de dicha iglesia, y Francisco Blasco del Vado, escribano público del número de esta ciudad y ambos alcaldes de la dicha hermandad, Bartolomé Canelo, mayordomo, el licenciado Juan Ruiz de Santaella, presbítero cura de dicha iglesia, secretario, Gaspar del Castillo, fiscal, el licenciado Fernando Romero, el licenciado Diego Nuño, el licenciado Juan Moreno, el licenciado Juan Martín, presbíteros consiliarios, el licenciado Bartolomé de Ávila, el licenciado Martín de Ávila, presbíteros, el reverendo padre fray Fernando Gómez, predicador y religioso del Orden de nuestro padre San Agustín, don Alonso de la Plata, consiliario, Antonio Murillo, escribano del cabildo y consiliario, Juan de Cifontes, Teodomiro de Cifontes y Sarmiento, escribano público y del número de esta dicha ciudad, Juan Caro de Almagro, Francisco de Aguilar, Francisco Serrano, Manuel Gómez, todos hermanos de la dicha santa hermandad por si y en nombre de los demás hermanos de la dicha santa hermandad, presentes y ausentes que hoy son y serán de aquí adelante de dicha santa hermandad por quien prestaron voz y caución de rato en forma de que estarán y pasarán por lo que aquí será contenido y no lo contradirán en manera alguna, antes lo ratificarán y aprobarán, y a manera de fianza obligaron los bienes de dicha hermandad habidos y por haber y todos unánimes y conformes en presencia de mi el presente notario y testigos de yuso escritos dijeron que por cuanto, habiéndose fundado dicha santa hermandad en esta ciudad, unida y agregada con la misma de la ciudad de Sevilla, por el prioste y hermanos de la santa Misericordia de esta ciudad se pretendió haber y hacer y cumplir algunas de las obligaciones de esta santa hermandad sobre que acudieron al ilustrísimo y reverendísimo señor don Ambrosio Ignacio de Espínola y Guzmán, arzobispo de la ciudad de Sevilla, del Consejo de Su Majestad y su provisor en su nombre, en orden a lo cual fueron ganados diferentes mandamientos por una y otra parte y ahora por parte de la hermandad de la santa Misericordia se ha entendido el que dicha hermandad y cofradía se agrege con ésta de la santa Caridad y que se guarden y cumplan su regla, capítulos e institutos de dicha santa hermandad, por estar confirmada y aprobada por el Ilustrísimo y reverendísimo señor arzobispo de esta dicha ciudad de Sevilla y para confirmación de dicha unión, deseando estar al mayor servicio de Dios nuestro señor y que permanezca con toda paz y quietud y en aquella vía y forma que mejor puedan y haya lugar de derecho de un acuerdo y conformidad otorgaron y conocieron que daban y dieron todo su poder cumplido cuan bastante de derecho se requiere y es necesario a los señores don Miguel de Mañara Vicentelo de Leca, caballero del orden de Calatraba, hermano mayor de la santa Caridad de la ciudad de Sevilla y vecino de ella, y al licenciado don Francisco Rodríguez Bordas, presbítero beneficiado propio de la dicha iglesia del señor San Pedro de esta ciudad y consiliario de esta dicha santa Caridad de esta dicha ciudad, y a Juan de Cifontes y a cada uno insolidum y especialmente para que en nombre de la dicha santa Hermandad puedan conferir con el ilustrísimo y reverendísimo señor don Ambrosio de Espínola y Guzmán, arzobispo de la dicha ciudad de Sevilla y el reverendo provisor de su arzobispado en su nombre, y con la disposición que pareciere por parte de la Santa Misericordia de esta dicha ciudad y con las demás personas que convengan todos los capítulos, calidades y disposiciones necesarias en orden a la perfecta unión de dichas dos hermandades y que se consiga para el mayor servicio de Dios Nuestro señor... Y los otorgantes que yo el escribano doy fe que conozco lo firmaron, siendo testigos Miguel Sánchez, Jacinto del Real y Juan Castellanos, vecinos de esta dicha ciudad...

            Y usando de los dichos poderes dijeron que las dichas dos hermandades sobre sus ejercicios han tenido algunas diferencias una con otra sobre que se han seguido algún litigio ante el señor provisor y vicario general de esta dicha ciudad y arzobispado de Sevilla en que se hicieron algunos autos y se despacharon mandamientos como de los autos consta a que se refieren y por quitarse del dicho litigio y juzgar ser más deservicio de Dios nuestro señor la paz unión y conformidad entre las dichas dos hermandades y que estén juntas y hechas un cuerpo para siempre jamás: están de acuerdo de la dicha unión y dieron los dichos poderes para que sobre esto se otorgue escritura en razón de la dicha agregación y unión.

            Y los dichos señores otorgantes quieren hacerlo así y, poniéndolo en efecto por esta presente carta, en voz y en nombre de las dichas cofradías de la santa Misericordia y de la santa Caridad de nuestro señor Jesucristo y en virtud y fuerza de los dichos sus poderes hacen, juntan y agregan a la cofradía y hermandad de la Misericordia la dicha hermandad de la santa Caridad; y a la dicha hermandad de la Santa Caridad la cofradía y hermandad de la Misericordia para que ambas desde hoy en adelante para siempre jamás estén juntas y sean un cuerpo y una misma hermandad y cofradía en el uso y ejercicio de sus oficios, ejercicios y santas obras de caridad y administración de bienes y demás obras pías que cada uno de por si tenía antes de esta agregación para que corra con título de la hermandad de la Misericordia y Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo sin que se puedan dividir ni apartar una hermandad de otra ni los títulos de ella: y que los ejercicios y ocupaciones que cada una de por si tenía estén juntos, gobernados y ejecutados por unos ministros sin que se pueda ir ni venir contra ella por ninguna causa ni razón que sea y así se ha de gobernar por un cuerpo sólo y sola una hermandad y que el gobierno y administración de hacienda, oficios y elecciones han de ser conforme lo dispone la regla de la hermandad de la Santa Caridad que está aprobada por su ilustrísima el señor don Ambrosio Ignacio Espínola y Guzmán, Arzobispo de Sevilla del Consejo de Su Majestad, sin exceder de ella en cosa alguna ni en el numero que la gobiernan que son veintiuno y con condición que han de cesar los oficios de hermano mayor de la Caridad y Prioste de la Misericordia, quedando a cargo de su ilustrísima el nombrar por esta vez hermano mayor de las dichas dos hermandades unidas para que asista y gobierne de aquí a las elecciones generales que son por el día de pascua de Navidad de este año y que unidos todos en cabildo general nombren todos los oficios del gobierno que como dicho es son veinte y ocho como la regla de la Santa Caridad lo dispone y que para hacer las dichas juntas, cabildos, elecciones y demás ejercicios de la dicha hermandad puedan hacerlos y los hagan con efecto en la capilla de la Misericordia por ser ambas hermandades una y con facultad de que en el interín que la dicha capilla no estuviese acabada o por otra cualquiera razón que sean los puedan hacer en la parte que eligieren  y fuere más conveniente a la dicha hermandad... Y lo aprobé en Sevilla, a 3 días del mes de julio de mil seiscientos y setenta años”.

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

NOTICIAS SOBRE LA ANTIGUA HERMANDAD DE SANTA BÁRBARA DE CARMONA

NOTICIAS SOBRE LA ANTIGUA HERMANDAD  DE SANTA BÁRBARA DE CARMONA

        Muy poco es lo que se ha escrito hasta la fecha de esta señera y decana hermandad carmonense y todo ello muy a pesar de que se conserva abundante documentación sin examinar en el archivo parroquial de Santa María.

        Por circunstancias meramente físicas –mi residencia actual lejos de Carmona- no he podido llevar a cabo una investigación exhaustiva sobre los fondos de esta corporación. Por ello, las páginas que vienen a continuación no pretenden agotar la temática sino arrojar alguna luz y ser el punto de partida para futuras y más completas investigaciones.                          

       La hermandad de Santa Bárbara fue fundada en 1470 en la iglesia parroquial de San Felipe por los clérigos "in sacris" de Carmona, según la referencia que nos ofrece el Curioso Carmonense. En un cabildo del siglo XVIII se hizo referencia a las primeras reglas de la hermandad, redactadas el 10 de octubre de 1470 y aprobadas el 16 de ese mismo mes por Nicolás Martínez y Marmolejo, provisor y vicario general del arzobispado de Sevilla ante el notario eclesiástico Juan Núñez. Las segundas reglas se aprobaron casi cuarenta años después exactamente el 8 de agosto de 1508. A comienzos, del siglo XVI está probada la existencia en Carmona de al menos trece cofradías entre las que se contaba, obviamente, la de Santa Bárbara (Lería, 1998: 32).

        Su precoz fundación pudo influir a la hora de elegir una advocación de raigambre bajo medieval y, hasta cierto punto, poco frecuente. Como es bien sabido, Santa Bárbara fue una joven mártir que, por su belleza y con la idea de casarla adecuadamente, su padre encerró en una torre. Al final terminó decapitada por su propio progenitor al enterarse, en una época en la que el cristianismo estaba perseguido, que se había entregado a Dios. Su padre, llamado Dióscoro, sufrió un supuesto castigo divino por su delito nefando, muriendo poco después fulminado por un rayo.

        Desde entonces se la vincula con los fenómenos meteorológicos, encomendándose los fieles a ella cuando hay tormenta. De ahí el famoso dicho de que “solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”. También se la relaciona con todo lo que suponen explosiones, barrenas o estallidos por lo que tanto los artilleros, como los mineros y los canteros la han tenido históricamente como su patrona. Por ejemplo, en la ciudad Condal de Barcelona había, en la temprana fecha de 1500, una cofradía de Santa Bárbara, vinculada a los artilleros.

        Pese a todo se trata, como ya hemos dicho, de una advocación que no es demasiado frecuente, pues, se cuentan con los dedos de la mano las que existían en cada diócesis. Y los datos en este sentido son bien claros. Por ejemplo, en el obispado de Córdoba de 688 cofradías que se censaban en el siglo XVIII tan solo había una, modestísima por cierto, dedicada a esta joven mártir en la localidad de Fuente Ovejuna. Por otro lado, de las 300 que había en el partido de Badajoz había también una –de seglares obviamente- en la propia capital dedicada a la santa.

        Pues, bien, si es cierto que no es una advocación frecuente menos aún es que además fuese de clérigos “in sacris”, cuando la mayor parte de estas cofradías solían adoptar como patrón a San Pedro. Y ésta es quizás la mayor particularidad de esta corporación carmonense, es decir, que la cofradía de clérigos esté bajo la advocación de Santa Bárbara. 

         Al parecer, y sin que conozcamos los motivos exactos, la cofradía se trasladó en 1595 a la iglesia Prioral de Santa María. Creo que fue desde ese momento cuando se generalizó la realización de una solemne procesión, el día de Santa Bárbara, con la asistencia de todos los clérigos de Carmona, en dirección al templo de San Felipe. Llegado el cortejo a este recinto sagrado, en un altar dedicado a la santa, se oficiaba una solemne función. En 1595 el prioste de la cofradía, Antonio Barba, decía lo siguiente:

 

            “...Que cada año solemos hacer una procesión general el día de Santa Bárbara y vamos desde la iglesia mayor hasta San Felipe donde se hace la fiesta de San Bárbara en presente y sitio no tan decente como es razón...”


 

            En vista de tal circunstancia se solicitaba la adjudicación de sitio en la iglesia para hacer una capilla dedicada a la mártir. En estos momentos, no sabemos mucho más de esta citada procesión ni tan siquiera de los años que estuvo realizándose. Tampoco tenemos información sobre la devoción a Santa Bárbara en el templo de San Felipe. Hernández Díaz citaba la existencia en esta iglesia de un lienzo dieciochesco de grandes dimensiones representando a Santa Bárbara con la custodia que actualmente se encuentra en San Bartolomé (Hernández Díaz 1943: II, 175).

            A principios del siglo XVII recibió por legado testamentario la administración de la capellanía fundada en Santa María por el presbítero y vicario de Carmona Martín Martínez de Carvallar y Cárdeno. Desde entonces nombraba capellán para servir dicha memoria en la pequeña capilla que se sitúa en el muro del coro que da a la nave del evangelio.

            En el siglo XVIII continuó su vida activa como hermandad gremial de los eclesiásticos carmonenses. En 1782 se quejaba el hermano mayor que muchos hermanos no acudían a las solemnidades de Santa Bárbara ni tan siquiera a los entierros de los hermanos. Aludiendo a las reglas pasadas se aprobó que los miembros que no justificasen sus faltas se les condenaría al pago de media libra de cera por cada una.

            Estas cofradías de clérigos eran frecuentes en muchas ciudades y villas de España. El fin básico de la cofradía era la de dar sepultura a los sacerdotes de la localidad. Por tanto, funcionaba a fin de cuentas como una auténtica cofradía gremial, pues, era totalmente corporativa, aunque su fin fuese exclusivamente asistencial, sirviendo de seguro de deceso de sus hermanos. No hay que olvidar que casi todas las hermandades, además del fin puramente devocional, incluían aspectos asistenciales haciendo las veces de seguro de deceso. Pues, bien, así como las cofradías de San José aglutinaban a los carpinteros o las de San Crispín a los sastres éstas de clérigos, casi siempre vinculadas a San Pedro, respondían a las necesidades del importante grupo clerical. Por razones obvias solamente existían en aquellas localidades que por su importancia disponían de un clero secular numeroso (Arias de Saavedra, 2002: 66).

            Por tanto, los objetivos de esta cofradía de Santa Bárbara debían ser dos: uno, la realización de diferentes obras de caridad, como la asistencia a los condenados a muerte o la ayuda a niños huérfanos. Y dos, el auxilio en la enfermedad a los hermanos de la cofradía a quienes debían procurarle además un enterramiento digno a ellos y a sus progenitores. Como se decía en un documento la razón de ser de la corporación era la de “curarnos en nuestras enfermedades y enterrarnos unos a otros cuando alguno falleciere, y (a)demás que cada hermano le ha de decir una misa…”. Asimismo, los clérigos estaban obligados a acudir a velar a los hermanos fallecidos y a proporcionarles un número de blandones o ciriales. Su función era, por tanto, fundamental en una época en la que el bajo clero padecía una escasa remuneración.

            El entierro del hermano se hacía en una bóveda que para tal efecto poseía la hermandad, primero en la iglesia de San Felipe y luego en la Prioral de Santa María. Obviamente, tras su enterramiento el nombre del finado quedaba inscrito en un libro de difuntos. Así, por citar un ejemplo concreto, la partida de enterramiento del beneficiado de la iglesia de Santiago, y gran devoto por cierto de la Virgen de la Esperanza de la iglesia de El Salvador, Juan Rodríguez Borja, decía así:

 

            “El día veinte de marzo del año pasado de mil seiscientos ochenta y cinco fue sepultado en dicha iglesia en la bóveda de la capilla de Nuestra Madre y Patrona Santa Bárbara don Juan Rodríguez Borja, beneficiado propio que fue de Santiago de esta dicha ciudad”.

 

 

Hasta donde nosotros sabemos la cofradía fue languideciendo con el paso de los años hasta bien entrado el siglo XX. Al parecer, su extinción oficial ocurrió en plena II República, allá por el año de 1932. Como es de sobra conocido, aquellos años fueron muy difíciles para la mayor parte de las cofradías carmonenses y españolas en general, donde un buen número de ellas llegaron al punto de su extinción. Pero es que además era una cofradía que tenía un fin muy específico de forma que, cuando el número de curas comenzó a descender perdió en buena parte su razón de ser.

            Para conocer con más detalle los motivos exactos de su desaparición así como una secuencia más completa de este proceso y de su devenir en los siglos XIX y XX haría falta llevar a cabo una investigación en el Archivo Parroquial de Santa María. Solo así podremos conocer con detalle los entresijos de esta importante y señera hermandad carmonense.

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS



    

NOTAS SOBRE LA EXTINGUIDA COFRADÍA DE SAN JOSÉ DE LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE CARMONA

NOTAS SOBRE LA EXTINGUIDA COFRADÍA DE SAN  JOSÉ DE LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE CARMONA

         En este pequeño trabajo vamos a dar a conocer un cabildo de la antigua cofradía de San José cuya imagen titular se conserva en la iglesia de San Pedro de Carmona. Aunque aparentemente parezca que es un pequeño aporte lo cierto es que estos pocos datos resultan fundamentales porque se desconocía prácticamente todo de esta corporación. Es suficiente para darse cuenta de esto consultar la bibliografía para percatarse que apenas si se limita a la atribución de su imagen titular dieciochesca al escultor Montes de Oca (Hernández Díaz, 1943: II, 154). Nos ha sorprendido, además, no haber encontrado ningún dato complementario en la ya extensa bibliografía cofradiera carmonense.

        El documento que ahora analizamos, aunque breve, ofrece algunos datos de interés. Además como ya hemos dicho, es tanto más importante cuanto que se desconocía prácticamente todo sobre la fundación e historia de esta señera cofradía carmonense. Tan sólo se sabía, por tradición oral, que se había fundado en el convento de Santa Ana y que por motivos desconocidos se había trasladado a la iglesia parroquial de San Pedro.

        El manuscrito que transcribimos y analizamos en el apéndice documental es un cabildo protocolizado el día ocho de junio de 1659 ante el escribano público Juan de Santiago. En él los hermanos otorgaron poder al prioste Juan Amaro para que solicitara al arzobispado de Sevilla su traslado desde el convento de Santa Ana de frailes dominicos a la parroquial de San Pedro. En el citado texto se aporta un dato fundamental para la reconstrucción de la historia de esta corporación:

        Se afirma que la primera fundación de la corporación se había realizado en el mencionado convento de Santa Ana "donde ha estado cinco o seis años". Teniendo en cuenta que escriben en junio de 1659 podemos concluir que la cofradía de San José fue fundada en 1653 o en cualquier caso en 1654 en el convento de Santa Ana. Hemos de destacar la fiabilidad del dato ya que, por un lado, lo aportan los propios hermanos y, por el otro, se refiere a un acontecimiento -la fundación- ocurrido tan sólo cinco o seis años antes. Es una pena que no precisasen la fecha exacta de la fundación que sin duda conocían perfectamente por la cercanía de los hechos.

        En cualquier caso debemos señalar que el primer domingo de mayo de 1650 se hizo una procesión rogativa por una epidemia que azotaba Carmona y que iba acompañada por la imagen de San José. Por lo tanto, parece lógico pensar que antes de ese año ya existía una imagen de dicha advocación en el convento que probablemente fue aglutinante de una devoción que desde 1653 se convertiría oficialmente en cofradía.

        En el documento sin embargo aparece un dato desconcertante, pues se afirma que habían estado asignados a dos conventos antes de pasarse a la parroquial de extramuros. Pero hemos de tener en cuenta que paralelamente se dice que la corporación se fundó en el monasterio de Santo Domingo y que en 1659 se trasladaron desde allí a la iglesia de San Pedro. Por tanto, hemos de pensar que durante los años posteriores a su fundación intentaron trasladarse infructuosamente a otro convento, posiblemente al Carmen o a San Francisco, y que finalmente acabaron en la parroquia de extramuros. Esta iglesia era ya por entonces populosa y, por tanto, podía permitir a la corporación sobrevivir de limosnas y reclutar nuevos hermanos entre la feligresía.

        En cuanto a los motivos del traslado aparecen bien claros: tenían desavenencias con los frailes dominicos por motivos económicos, pues, les hacían cargar con obligaciones que no podían asumir. Hemos de pensar que al tratarse de una corporación recién fundada debía disponer de muy pocos medios económicos. En cualquier caso no fue posible el acuerdo y, en junio de 1659, se reunían ya en la iglesia de San Pedro a la espera de la consecución de la licencia oficial que en breve llegó.

        Estos pocos datos nos han servido para introducirnos en el estudio de una antigua hermandad carmonense que, como tantas otras, permanecía olvidada. Esperemos que en el futuro nuevos documentos alumbren con nuevas informaciones la historia de esta hermandad que aglutinó a un grupo de devotos carmonenses.

 

 

APENDICE DOCUMENTAL

 

   Cabildo de la cofradía de San José, Carmona, 8 de junio de 1659.

 

        “En la ciudad de Carmona en 8 días del mes de junio de mil y seiscientos y cincuenta y nueve años estando juntos en la iglesia del Señor San Pedro de dicha ciudad el  y algunos de los hermanos de la cofradía de San José llamados a son de campana tañida como lo han de uso y costumbre para tratar de cosas que convienen al servicio de Nuestro Señor y de dicha cofradía conviene a saber los siguientes: Juan Amaro, prioste; Lucas Ponce Bonifaz, presbítero; Bernardino Muñoz, diacono; Bartolomé Muñoz Madroñal; Agustín Sevillano; Gregorio de Molina; Isidro de Mata; Lorenzo de Cea; Domingo González; Sebastián Pérez; José de Llamas; Juan Vázquez; Cristóbal de Acosa; Cristóbal Pacheco; Juan Vidal; Diego de Santana; Tomás Holg(u)ín; Juan de Moreda; Juan del Valle; Baltasar de los Reyes; Pedro Jiménez; Francisco Martín; Andrés de Castro; Alonso Martín; Benitos de Vastos; Bartolomé de Cárdenas; Juan de Santiago; Amaro (perdido), todos hermanos de dicha cofradía y el dicho  dijo que bien sabían los dichos hermanos que la dicha cofradía de su primera fundación fue en el convento de Señora Santa Ana de la Orden de Predicadores donde ha estado cinco o seis años y los religiosos les han pedido se obliguen a cosas que la dicha cofradía no las puede cumplir aunque tuviese mucho caudal y por estas y otras causas que protesta decir ante el señor arzobispo y que su parecer era que le era más conveniente a dicha cofradía el estar y pasar a la dicha iglesia parroquial de Señor San Pedro por cuanto en dos conventos que ha estado asignada dicha cofradía no la han podido sustentar y que para ello se acudiese al señor arzobispo y al señor provisor en su nombre para que diese licencia para remover y pasar la dicha cofradía a la dicha iglesia de Señor San Pedro. Que le parecía a los dichos hermanos de este parecer los cuales unánimes y conformes dijeron que el parecer del dicho prioste se guardase porque movía así y que los votos de ellos era el mismo que el del dicho prioste para lo cual en voz y en nombre de la dicha cofradía y en nombre de ella parezca ante el señor Arzobispo de la ciudad de Sevilla u otro juez competente para que les de licencia y su mandamiento para pasar la dicha cofradía a esta Santa iglesia y en razón de ello presente escritos y testigos y probazas y otros velados y haga todos los demás autos y diligencias judiciales y extrajudiciales que convengan...

        Y lo firmaron los que supieron y por los que no un testigo, siendo testigos Gaspar del castillo, José Navarro (y) José Márquez, vecinos de Carmona".

(A.P.C., Escribanía de Juan de Santiago 1659, fols. 626-626v)

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

FERNANDO VILLA NOGALES