DATOS SOBRE LA SOCIEDAD Y LA VIDA COTIDIANA EN ACEUCHAL A TRAVÉS DE UN PLEITO DEL SIGLO XVII
Buenos días: por supuesto, es todo un placer poder estar aquí en Aceuchal para hablar de su historia. Mi aporte es muy pequeño, pero espero que todo sume para despertar el interés por la historia de esta pequeña villa rural de la Orden de Santiago. La historia de Aceuchal tiene el atractivo para el historiador de quedar infinidad de aspectos inéditos por estudiar, un verdadero filón para el apasionado por los papeles viejos.
En este pequeño artículo analizamos un proceso incompleto conservado en el Archivo de la Chancillería de Granada, entre varios vecinos de Aceuchal, Marina Valenciano y su familia frente a Fernando García de León y su hermana Isabel de León, entre otros. Lo de menos es el proceso, que además al estar incompleto y carecer de sentencia no sabemos cuándo ni cómo finalizó. Lo realmente interesante son las pesquisas que se hicieron a raíz del suceso en las que salen a relucir varias los testimonios de varias decenas de vecinos. Ellos nos ofrecen su forma de ver las cosas, sus miedos, sus problemas, y sus atavismos sociales. Un proceso de esta magnitud, auspiciado por la Chancillería de Granada, con un extenso interrogatorio a algunas de las personas más conocidas del pueblo, debió generar un enorme revuelo en esta tranquila localidad.
Aceuchal era una pequeña villa, poblada a partir del siglo XV por la Orden de Santiago que obtuvo el título de villa en tiempos de los Reyes Católicos. Pertenecía pues, a la demarcación señorial más extensa de Extremadura, la santiaguista, con un total de 78 villas y aldeas y más de 25.000 vecinos. La población se mantuvo más o menos estable durante toda la Edad Moderna, en torno a los 500 vecinos, aunque, eso sí, con una reducción drástica en la primera mitad del siglo XVII.
EL CONTENCIOSO
El 16 de marzo de 1682 sucedió en Aceuchal un altercado que creó una gran conmoción en la villa y que acabó con una herida por arma blanca en la cara y varios encarcelados. Narremos lo sucedido:
La desgraciada protagonista del suceso fue una tal Marina Valenciano, vecina de la localidad que, aunque pobre, pertenecía a una señera familia. Se había desposado con Francisco Ortiz de Zarate, y recibió en ese momento 1.000 reales del patronato para casar doncellas pobres de su linaje que había fundado su pariente el licenciado Ortiz, presbítero de la iglesia parroquial de Aceuchal. Durante un tiempo, estuvo viviendo con su marido en Almendralejo y en Mérida. Pero por encontrarse en extrema pobreza su marido la envió de vuelta a Aceuchal, a casa de su madre, donde vivió los últimos años de su vida en compañía de su hermana, Juana García Cordobesa y del marido de ésta. Su padre Alonso Durán Cordobés era ya difunto y su madre, Catalina González Valenciana, tampoco se encontraba en una situación económica airosa. Marina Valenciano aportaba lo que podía, trabajando en los ejercicios que las mujeres de esta tierra usan para sustentarse. Cuando se desposó obtuvo 2.000 reales de la obra pía fundada por el licenciado Ortiz para casar doncellas de su linaje, y lo debió cobrar en plazos, pues en su testamento manifestó que todavía le debían una parte. Parece que la ocupación principal a la que se dedicaba, además de las tareas domésticas, era a tejer lana, es decir, de tejedora, un oficio vinculado secularmente a la mujer.
Ella misma se definió a sí misma como una mujer honrada y pobre que estoy pacífica y no malquista ni alborotadora y sin haber cometido delito por donde mal me pudiese venir. Efectivamente, como ella decía, llevaba una vida honesta y discreta, aunque todo el mundo murmuraba de ella, sospechando una posible separación y extrañando que no hiciera vida maridable con su esposo, pese a que se suponía que residía en la vecina localidad de Almendralejo. Era una situación delicada, pues ninguna mujer honesta podía quedarse sin la protección de un padre, un esposo o, cuanto menos, un hermano.
Para remediar su delicada situación, acudía a Almendralejo cada cierto tiempo a las casas de Alonso García de León y de Marina Esteban Ortiz, que tenían una buena posición económica. Allí recogía vellones de lana que ella tejía para hacer ropa. No se especifica, cómo obtenía su beneficio, si ella entregaba las prendas elaboradas a los anteriores o si los vendía por su cuenta, abonando el precio de la lana. Lo cierto es que en esta ocasión, Alonso García y Marina Esteban tuvieron la deferencia de suplirle cierto dinero que le había faltado, regalándole asimismo un paquete de lana para que se confeccionase ropa para su vestido. Según declaró después la propia Marina Valenciano, lo hicieron por caridad.
Sin embargo, la hija del matrimonio, Isabel de León, el marido de ésta, el médico Diego Ortiz de Paredes, residentes en Aceuchal, y el hermano de la primera, Fernando García de León, lo interpretaron de otra forma, pensando que se había aprovechado de sus padres y suegros.
Los hechos sucedieron según testimonio de la propia Marina Valenciano, hacia las 19:00 horas del 16 de marzo de 1682. La susodicha estaba en la casa situada en la calle de Enmedio, donde vivía en compañía de su madre, su hermana y su cuñado Francisco Solís Bejarano. Estaban sentados en torno a la lumbre de la chimenea luego se deduce que, pese o que faltaban pocos días para el inicio de la primavera, aún hacía frío, dando por bueno ese viejo refrán que dice que hasta mayo no te quites el sayo. Justo en ese momento irrumpieron varios hombres embozados (y) apercibidos de armas ofensivas y defensivas que la increparon dando grandes voces, con gran escándalo. Poco después acudió Isabel de León, hija del que había sido escribano público y del cabildo de Aceuchal, Alonso García de León, y de Marina Esteban Ortiz. Ésta la volvió a increpar aunque Marina Valenciano no se quedó callada, llamándole puta verdulera. Luego, mientras unos inmovilizaban al varón, otro tiró al suelo a la demandante, propinándole una herida en el rostro y otra en una nalga, sin otras medianas en diferentes partes de su cuerpo de las cuales estuvo al borde de la muerte. Aunque los hombres se tapaban la cara, la agredida acuso a Francisco Agustín Romero, porque ella lo conocía y lo reconoció. Y ello a pesar de que el hermano de Isabel de León, Fernando García de León, confesó reiteradamente que fue él quien la acuchillo, según algunos testigos por las injurias tan grandes que hizo a su hermana. Ante el escándalo acudieron numerosos vecinos y los alcaldes ordinarios quienes detuvieron a Agustín Romero y a Fernando García de León, cuñado del catedrático de la Universidad de Salamanca, Diego Ortiz de Paredes.
Marina Valenciano salió con la cara desfigurada y enferma, hasta el punto que nunca se llegó a recuperar totalmente. Al año siguiente, otorgó testamento, estando enferma, muriendo con toda probabilidad poco después. Sin embargo, tuvo tiempo de llevar ante los tribunales a sus agresores, apelando incluso a la chancillería de Granada.
Sorprende que una mujer con tan pocos recursos económicos se enzarzara en un pleito de esta magnitud. Pero hay una cosa que debemos destacar, el honor de la familia se había mancillado, y algunos de sus miembros eran alcaldes ordinarios, presbíteros o militares. Fueron ellos los que debieron incitar a la agredida a plantar cara a sus agresores, asumiendo lógicamente las costas del proceso. La primera pesquisa, instruida por la justicia ordinaria de Aceuchal se llevó a cabo entre el 17 y el 21 de marzo de 1682, inmediatamente después de los hechos. Inicialmente los acusados fueron recluidos en la cárcel pública de la villa, pero poco después debieron salir en libertad con cargos y tras presentar fiadores.
A Marina Valenciano le debió parecer que la justicia ordinaria actuaba con pasividad por lo que no dudó en apelar a la audiencia granadina. El 8 de octubre de ese mismo año obtuvieron una Real provisión por la que se requería a los ediles de la villa a realizar una nueva información y remitirla a dicha audiencia. Desde este organismo judicial se comisionó al relator Juan Fernando Calvo para que se dirigiese a la villa extremeña a supervisar la pesquisa. Debió salir de Granada el 8 o el 9 de octubre y llegó a Aceuchal a las 20:00 horas del 17 de octubre, es decir, tardó en el trayecto algo más de una semana.
En el expediente, no consta la sentencia aunque es posible que el fallecimiento en 1683 de la demandante, propiciara una solución pecuniaria; dado que en teoría no hubo víctimas mortales, es posible que todo quedase en el pago de las costas y en algún tipo de compensación económica para la familia de la demandante. Era suficiente para cumplir el objetivo: el honor de la agredida y su familia había sido restituido. Bien es cierto que la restitución llegó demasiado tarde para la pobre de Marina Valenciano.
EL HONOR DE LA FAMILIA
Para una persona del siglo XXI llama la atención la importancia que se le otorgaba al honor de todo el clan. No hay que olvidar que en la sociedad estamental el prestigio de los individuos no lo confería solo su persona sino su pertenencia a una familia. Por ello, el litigio no fue entre Marina Valenciano y los García de León sino de la familia de la primera frente a la del segundo.
Aunque, como ya hemos dicho, la situación económica de la primera era extremadamente precaria a diferencia de la segunda, ambas familias pertenecían al estamento privilegiado y contaban entre sus filas con miembros destacados. Se aprecia la cuestión del honor y de la prevalencia del clan sobre el individuo. Los principales acusados fueron Isabel de León y su esposo, así como el hermano de ésta Fernando García de León, que era al menos en 1681 alcalde de hermandad en Aceuchal. Cuando trasladaban a este último a la cárcel pública del pueblo gritó delante de todos los congregados: ¡yo lo he hecho y yo lo pagaré, no echen la culpa a nadie! La probanza de Marina Valenciano se dirigió contra él, como autor material de las cuchilladas, pese a que Isabel de León estaba tan implicada como su hermano. Probablemente se trata de un intento de asumir toda la responsabilidad, librando de la cárcel a su hermana y a otros familiares involucrados en el altercado. Había un sentido del sacrificio a favor del interés general de la parentela.
FORMACIÓN ACADÉMICA DE LOS COMPARECIENTES
En el proceso los testigos necesariamente firmaban su declaración o decían no saber firmar por lo que lo hacía un testigo en su nombre. Se observan altas tasas de analfabetismo, pues son numerosos los testigos de distintas edades que declararon no saber firmar, a saber: Juan Baquero, labrador de 50 años, Antonio Esteban de 25 años, Bartolomé García Becerra, de 40 años, trabajador del campo, Pedro Jurado, de 36, trabajador del campo y Gaspar de los Reyes, de 47 años y labrador. No hay que perder de vista que las infraestructuras educativas del pueblo debían ser mínimas y que la posibilidad de enviar a un hijo a estudiar fuera debía estar reservado para una élite. Todavía en el Catastro de Ensenada se señalaban exclusivamente dos maestros de primeras letras: Sebastián Fernández y Manuel Gómez Becerra, que cobraban del Ayuntamiento 50 ducados anuales cada uno. Está claro que la mayor parte de la población no podía accedía a la educación y los que lo hacían sólo recibían una instrucción básica. La educación superior estaba reservada a la élite, pues en el proceso salen a relucir varias personas con formación académica, algunos escribanos y sobre todo varios médicos.
Ahora bien, también aparecen personas con formación superior, como los licenciados Diego Macías y Alonso Miguel, además de escribanos, médicos, maestros y presbíteros. Llama especialmente la atención por las declaraciones de los testigos que en un pueblo tan pequeño entonces como Aceuchal, residieran dos cirujanos, Juan Ribero y Agustín, y nada menos que un médico por la Universidad de Salamanca, Diego Ortiz de Paredes, implicado, por cierto, en el proceso. Y no eran los únicos, pues el 16 de marzo de 1682, por ausencia del citado Diego Ortiz de Paredes se contrató al también almendralejense Rodrigo Alonso de Salas, aunque su nombre no comparece en el proceso que hemos analizado.
Sin embargo, en el Catastro de Ensenada vuelven a salir a la palestra un buen número de sanitarios, lo que refleja la existencia de una infraestructura médica mínima. En primer lugar se menciona la existencia de una casa que servía de hospital que debía ser, como la mayoría de los de su época, un hospicios donde se recogían para morir a los pobres de solemnidad, a los mendigos y a los transeúntes, mientras que todas aquellas personas que disponían de vivienda cumplimentaban el trance de la muerte en sus propias moradas.
También es verdad que, junto a esta medicina más o menos oficial, había otra vinculada a la curandería. Fermín Mayorga descubrió un proceso inquisitorial en el Archivo Histórico Nacional, fechado en 1729, en el que se incautaron unos cuadernos de oraciones, conjuros e invocaciones para curar gota. Al parecer, los vecinos declararon que los había difundido un clérigo de Guadalcanal que curaba la citada enfermedad en la villa, con dichas oraciones, estola y agua bendita. Por tanto, queda claro que medicina oficial y curandería debían convivir sin problemas en la villa, salvo que la Inquisición interpretara, como este caso, que afectaba al dogma o se usaba la fe cristiana inadecuadamente.
MISERIA Y POBREZA
Se aprecia también la precariedad que se vivía en la época, pues incluso familias bien acomodadas podían llegar a la indigencia por algún imprevisto o por un cúmulo infortunios. Cuando llegaban las carestías, las hambrunas y las epidemias, muy pocos se encontraban a salvo de la pobreza y la enfermedad. De hecho, con frecuencia en los padrones de vecinos de Extremadura en la Edad Moderna encontramos referencias a personas que siendo labradores, hortelanos, sastres, herreros, o viudas estaban en situación de extrema pobreza. Enviudar o simplemente enfermar podía llevar a una familia acomodada a engrosar la extensa bolsa de pobreza.
En el caso concreto de Aceuchal, su término era escaso en relación a su población. Comparemos por ejemplo los casos de Solana de los Barros y Aceuchal a mediados del siglo XVIII. Mientras la primera localidad tenía 54 vecinos y 7.257 fanegas de término, Aceuchal estaba poblada por 500 vecinos que disfrutaban de una extensión de 8750 fanegas. Eso significa, que cada vecino de Aceuchal cabía a una media de 17,5 fanegas mientras que cada solanero disponía de 134,3 fanegas. Teniendo en cuenta que la calidad de la tierra era similar la disponibilidad de tierras para explotar de los vecinos de Aceuchal era muy inferior a la que disponían sus vecinos, los solaneros. Ello explicaría las presiones de los primeros sobre tierras de los segundos y el arrendamiento que formalizaba el duque de Feria de tierras de Solana sobre vecinos de Aceuchal.
Sin embargo, la condición de hidalgo otorgaba privilegios pero no generaba por si mismo dinero. Por eso, la condición de hidalga de la pareja no impidió que ella se tuviese que casar con una ayuda de 1.000 reales para doncellas pobres de su linaje y que llevara una vida mísera por los malos negocios de su marido, Francisco Ortiz de Zárate. Harta de penalidades retornó a casa de su madre, aunque no por eso acabaron, pues fallecido su padre, la economía de su progenitora era extremadamente precaria. Y se fue a vivir al hogar familiar de su madre, pues su padre había ya fallecido, donde también vivían su hermana y su marido, que no tenían descendencia. Se confirma también la existencia de hogares extensos donde los padres vivían con uno, dos y hasta tres de sus hijos, lo mismo casados que solteros. De hecho, a mediados del siglo XVIII se dice en el Catastro de Ensenada que había 428 casas habitables y 500 vecinos, evidenciando que algunas familias debían compartir casa.
DELINCUENCIA
Asimismo, es de reseñar la existencia de delitos, pese a la presencia de alcaldes ordinarios, alguacil mayor y alcaldes de hermandad. Así, por ejemplo, Bartolomé García Ortiz, labrador, de 42 años, declaró que a los ocho de la tarde se dirigía a su cortinal, para evitar que el hurtasen el aliajer (sic), lo que parece indicar que se producían robos en el campo. Tras pensar ese concepto de aliajer, debe entenderse que en su cortinal había aliagas o aulagas, una planta típicamente mediterránea que junto a la retama, la coscoja y la jara abundan en las dehesas extremeñas, junto a los encinares, los acebuches y los alcornocales. Se trataba de una planta muy apreciada como alimento para el ganado, cuyas puntas tiernas comía el ganado y el resto de la planta se machacaba para hacer pienso. Al regreso, Agustín Romero prometió echarle medio cuartillo de vino en su casa. Dado que el cuartillo equivalía más o menos a medio litro, es de presuponer que la invitación se limitaba a un buen vaso de vino, lo que evidencia el valor que se le daba a este preciado líquido del que se disponía en cualquier hogar que se preciase. En el término de Aceuchal había viñedos, cereales, dehesas, huertas y en menor medida olivares que además con frecuencia aparecían intercalados entre los viñedos y los campos de cereal.
Pero retornando al problema de la delincuencia, llama la atención el dato que proporciona el alguacil mayor, pues dice que en la Semana Santa de ese mismo año de 1682 habían asesinado en el pueblo a un joven, Miguel Merchán el Mozo, hijo, por cierto, del cuñado de Marina Valenciano. Un año antes, los alcaldes ordinarios habían encerrado en la cárcel pública a Francisco Mogollón, criado de Alonso Matías Ortiz, por diferencias no especificadas contra Lorenzo Jiménez. Para que lo soltasen con cargos Alonso Matías tuvo que dar fianzas, al tiempo que se constituyó en carcelero.
Lo que quiero decir con todos estos casos que la sociedad de la época distaba mucho de ser idílica. La extrema pobreza, las desigualdades, la guerra y la enfermedad creaban un ambiente enrarecido donde muchos solo buscaban la mera supervivencia. Y esa situación dura y extrema que los vecinos vivían día a día provocaba robos, daños y altercados frecuentes. Hurtos, peleas, acuchillamientos y hasta asesinatos eran moneda de cambio habitual.
INSTITUCIONES Y TOPÓNIMOS
Salen a relucir instituciones civiles y religiosas así como topónimos que merece la pena señalar. Se menciona, por supuesto, la cárcel pública, un recinto necesario pensado para albergar a presos por delitos menores y por un período muy breve de tiempo. Así, por ejemplo, el testigo Alonso Serrano Macarro, alcalde ordinario de la villa y familiar del santo oficio, declaró que vio en la cárcel pública a Fernando (García) de León. Si se confirmaba una pena mayor debían trasladarse a la cárcel de Badajoz o a alguna otra preparada para acoger presos de larga duración. No se menciona en el pleito pero sí en otros documentos la existencia de un hospital de pobres, para recoger los pobres transeúntes. En realidad, se trataba de un asilo donde se recogían a moribundos pobres para evitar el drama que suponía verlos morir en medio de la vía pública. En cambio, no había casa de niños expósitos por lo que los abandonos se realizaban casi siempre a las puertas del templo parroquial.
Entre las instituciones religiosas se menciona a la cofradía de San Pedro, una de las más señeras de la localidad. Al parecer era la de mayor crédito de la villa y realizaba una probanza a todos los aspirantes para probar que eran cristianos viejos. A esta hermandad pertenecía la nobleza de la villa de ahí que entre las obligaciones de sus hermanos figurase el enterrar de caridad a mendigos, transeúntes y pobres de solemnidad. Ésta tenía su sede en la única iglesia parroquial, bajo la advocación del fundador de la Iglesia, aunque Bernabé Moreno de Vargas afirma que históricamente la ermita de San Andrés se desempeñó como segunda parroquia. En otros documentos de la misma fecha se alude a otras cofradías, como la del Santísimo Sacramento, la de las Benditas Ánimas del Purgatorio o la de la Cruz. Esta última poseía algunos bienes raíces, concretamente, varias fanegas de tierra en el término de la villa.
Además de la citada ermita de San Andrés había otras dedicadas a Nuestra Señora de la Soledad –patrona de la villa-, San Antonio Abad y a los Mártires San Fabián y San Sebastián. Sin embargo, esta última se encontraba arruinada en 1683, aunque su mayordomo, Bartolomé Sánchez Ortiz, trabaja de conseguir los fondos suficientes para reconstruirla.
Se citan asimismo varios topónimos empezando por el mismo nombre de la villa que aparece referido en algunas ocasiones como Acebuchal. Eso denota claramente su origen, vinculado a un árbol típicamente mediterráneo como el acebuche. En otras ocasiones aparece citada como el Azauchal, forma que también usaba, pocos años antes, Bernabé Moreno de Vargas, según decía por haberse fundado en sitio lleno de azauches. En el Catastro de Ensenada, a mediados del siglo XVIII se la denomina como Azehuchal, por cuyo nombre es y ha sido siempre conocido y distinguido en esta provincia. Se ajustaba ya a la fonética actual, aunque intercalando una h. Al parecer, fue a partir del censo de 1857 cuando se estableció el nombre oficial de Aceuchal.
Salen a colación varias calles principales, como la de Enmedio, la de la Cañada, Alvarino y la de Santa Marina. Asimismo, se mencionan el Camino Viejo y el arroyo de Valparaíso, en dirección a Almendralejo, cerca de donde estaban los límites de ambos términos.
CONCLUSIÓN
A modo de conclusión solo decir que mi aporte es pequeño pero espero que no sea el último. La historia de Aceuchal tiene el atractivo para el historiador de ser un terreno casi virgen para la investigación, un verdadero filón para un apasionado por los papeles viejos como yo.
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SÁNCHEZ MARROYO, Fernando: “La mujer como instrumento de perpetuación patrimonial”, Norba, Revista de Historia Nº 8-9. Cáceres, 1988.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
(*) Texto de la ponencia que leí en Aceuchal en el marco de las VI Jornadas de historia de Almendralejo y Tierra de Barros, celebradas en noviembre de 2014. Las actas se publicarán en 2015 donde aparecerá un texto más extenso y anotado.
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