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ADOLFO SUÁREZ: UNA SEMBLANZA ALTERNATIVA

ADOLFO SUÁREZ: UNA SEMBLANZA ALTERNATIVA

        Con pesadumbre hemos recibido hoy, en un primaveral domingo de marzo, la noticia del fallecimiento de don Adolfo Suárez, a los 81 años de edad. Ante todo, el pésame hacia la familia. Buen marido y padre, su figura conmueve especialmente por sus padecimientos personales, al ver perder a algunos seres queridos y a su trágica, larga, dura e implacable enfermedad de alzhéimer que ha acabado finalmente con su vida.

        Ahora bien, como ocurre en demasiadas ocasiones, ahora, después de su fallecimiento, hay quien lo quiere canonizar. Pero ni fue un pacifista al estilo de Gandhi, ni un alma caritativa como la madre Teresa de Calcuta. Fue simple y llanamente un político; nada más ni nada menos que eso.

        Doctor en Derecho, desarrolló una dilatada carrera política dentro del régimen franquista. Y conviene insistir en este sentido que su relación con el régimen militar no fue temporal ni circunstancial. Estuvo profundamente implicado en su entramado burocrático y político, empezando su fulgurante carrera política como jefe de la sección primera del gobierno civil de Ávila. Luego fue procurador en Cortes por la misma provincia, jefe del gabinete técnico de la vicesecretaría Nacional del Movimiento, director de Radiotelevisión española (1965 y 1968), gobernador civil de Segovia (1968-1969) y, posteriormente, ocupó distintos cargos en el Ministerio del Movimiento nacional, siendo su ministro entre 1975-1976.

        Fallecido el Caudillo, no estaba dispuesto a dar por finiquitada su carrera política. En mayo de 1976 fue elegido consejero nacional del Movimiento y poco después el rey lo designó presidente del gobierno con el objetivo de que liderase la transición desde el franquismo a la democracia. Suárez se ajustaba al perfil buscado: era una persona joven, con ganas, con ambición política y con un gran talante conciliador. En 1977 ganó las elecciones al frente de Unión de Centro Democrático (UCD), una coalición de partidos de centro que tuvo un recorrido muy corto. Sin embargo, a principios de 1981, poco antes del golpe militar del teniente coronel Tejero, abandonado por el sector democristiano de su partido, tiró la toalla y dimitió, dejando la presidencia a Leopoldo Calvo Sotelo. En la jornada del 23-F permanecía en su escaño como presidente en funciones, de ahí que a todos nos impresionara su serenidad, al permanecer sentado, mientras el resto de parlamentarios se tiraba al suelo.

Después de su renuncia a la presidencia del gobierno quiso seguir en la política, fundando un nuevo partido de centro izquierda, el Centro Democrático y Social (CDS) que obtuvo resultados discretos pero que le permitió mantenerse en el parlamento entre 1982 y 1989. En mayo de 1991, tras el fracaso de su partido en las últimas elecciones generales, presentó su dimisión como presidente de dicha agrupación, acabando definitivamente su carrera política.

        Se suele decir que su gran mérito fue su talante conciliador, evitando la rebelión militar cuando, en la primavera de 1977, se legalizó el Partido Comunista de España. Y aunque cumplió su misión satisfactoriamente, en un contexto muy difícil, no hizo más que cumplir con su obligación. Posteriormente creo el Ministerio de Defensa, al frente del cual colocó a un civil para tratar de extender el espíritu democrático al ejército del Caudillo.

        En resumen, como hemos podido observar en esta pequeña semblanza, fue un político camaleónico, versátil, capaz de servir lo mismo a una dictadura de derechas, que a una democracia y, llegado el caso, a un totalitarismo de izquierdas. Le gustaba el poder y cuando lo ostentó lo desempeñó razonablemente bien. Ha recibido todo tipo de distinciones: varios doctorados honoris causa, el título de Duque de Suárez, el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, además del reconocimiento de la mayoría del pueblo español. Yo creo que fue un político, con sus luces y con sus sombras. Desarrolló su trabajo con honestidad y fue recompensado con creces tanto social como económicamente. Eso es todo; no me siento en deuda con él. Miles de españoles anónimos sufren diariamente por sacar a sus familias adelante y nadie les ha reconocido nunca nada. Ni Suárez fue un héroe ni el resto de los españoles unos villanos.

ESTEBAN MIRA CABALLOS

5 comentarios

Esteban -

Gracias Luis, por dejar tu comentario y tu testimonio. Un saludo.

Luis Amado -

Muy buen articulo. Yo conocí en La Moncloa a Suárez por un asunto relaccionado con la R. Dominicana. En aquella ocasión, acompañado de varios politicos nacientes, le saludamos y lo pasamos muy agradablemente, jun to con su cuñado. Era una gran apuesta, una pena, la verdad. Pero, muchos de los hipócritas le hicieron mucho daño, y ahora seguro que lo sienten. Una vergüenza.
Espero que allá arriba le reciban con los brazos abiertos, lo tenía muy mereciodo.

Victor -

En España como siempre, mitificamos y alabamos a las personas después de muertas. ¿Quién lo quiso mientras vivió? ¿Cuántos se acordaron de él? muy pocos, y ahora surgen las plañideras por todos lados.

Anonimus -

En líneas generales estoy de acuerdo con el post. Fue la persona moderada, adecuada a quellos tiempos difíciles. El franquista moderado que supo, quiso y pudo evolucionar hacia posiciones democráticas. Y ese fue su mérito. Solo ese. Mientras él ostentaba altos cargos durante el franquismo, decenas de miles de españoles se podrían en el exilio o eran marginados y silenciados en las ciudades y pueblos de España. Eso es lo que no dices y debieras haber dicho en tu artículo.

Fran Báez -

Amigo Esteban: me parece un artículo ecuánime. Creo, de acuerdo contigo, que Suárez, siendo una gran persona y un gran político, simplemente cumplió con su obligación. Y pese a la pena que nos produce su óbito no hay que olvidar, como bien insinúas en el artículo, que fue un oportunista.