LA UNIVERSIDAD EN ESPAÑA: FINANCIACIÓN Y RENOVACIÓN
En los últimos días se oye hablar a rectores, estudiantes, políticos y tertulianos, de unos recortes en materia educativa que van a alcanzar de lleno a la Universidad. Por supuesto, estoy de acuerdo en que en investigación y en docencia universitaria no debería recortarse sino mantenerse o incluso aumentarse los recursos.
Ahora bien, es obvio que la Universidad española tiene otros problemas muy graves y yo diría que estructurales que también deben solucionarse. Me refiero a su tradicional endogamia, proselitismo y enchufismo que exhibe sin ningún pudor. Y dado que cualquier escritor parte de sus propias experiencias, relataré la mía:
Cuando preparaba mi doctorado en la Universidad de Sevilla, como becario de Formación de Personal Investigador, compañeros y profesores comentaban que, sin padrino, no tenía posibilidades de hacer carrera docente. Yo no tomaba en serio tales comentarios, pero el tiempo acabó por darles la razón pues, aunque obtuve las máximas calificaciones académicas, no pude hacerme un hueco en ningún sitio. Luego me fui a Extremadura, y allí pensé que dado el carácter campechano del extremeño sería fácil conseguir algún contrato postdoctoral. Pues bien, tampoco pudo ser porque algunos catedráticos, como el del Departamento de Historia Económica de la Facultad de Económicas y Empresariales, me comentaron que habiendo extremeños formados en su departamento no necesitaban a un andaluz. Yo le respondí que pensaba que sencillamente se debían limitar a aplicar un baremo, pero al parecer, según me comentó, eso solo era una tapadera para aparentar legalidad. En la práctica ellos decidían quien entraba y quien no, y no era yo exactamente el elegido. Y ello a pesar de que era el único doctor entre los aspirantes a la plaza de profesor asociado. Finalmente, hace pocos años, salió un contrato de tres horas en otra Universidad para impartir Historia de América. Nos presentamos dos aspirantes, un joven licenciado en Historia Moderna y yo, doctor en Historia de América. Parecía que esta vez sí era mi oportunidad, pero nuevamente me equivoqué. No conté con el hecho de que el licenciado era de la casa y además amigo personal del decano. Daba lo mismo que yo supiera más historia de América que mi contrincante, lo importante es que habiendo un amigote no podía entrar un desconocido. Esa fue la última vez que lo intenté. Desde entonces, me he acostumbrado a trabajar desde la trinchera, frente al poder y con la libertad que da no tener detrás unas siglas de ningún partido, equipo de investigación ni universidad. Y la verdad es que, dada la extraordinaria capacidad de adaptación del ser humano, uno le termina cogiendo el gusto a esto de estar siempre enfrente de la opinión de la mayoría.
Pero al margen de estas circunstancias personales, cuando los rectores hablan de daño irreparable a la investigación y al carro del desarrollo tecnológico, no sé muy bien a qué se refieren. ¿Nadie les ha dicho que en el ranking de las cien mejores universidades del mundo no hay ninguna española? Y en dicho ranking no sólo están bien situadas universidades de los países de siempre, como Estados Unidos, Alemania o Gran Bretaña, sino también de otros países como Israel, Taiwan o Corea del Sur. Está claro que ese carro de la tecnología y del desarrollo del que hablan lo perdimos hace mucho tiempo, si es que alguna vez lo tuvimos. Ahora sin financiación no pasaremos de lo bueno a lo malo, sino de lo malo a lo peor.
Por tanto, creo que hay que financiar adecuadamente a las universidades, y quitar el dinero de cualquier otra partida, pero a cambio, debemos llevar a cabo una seria reflexión que nos lleve a una reforma profunda del sistema universitario. Hay que acabar con esos catedráticos semidioses, situados por encima del bien y del mal, que creen que la Universidad y los fondos públicos son de su propiedad. Como en tantos otros casos, el problema no es sólo económico, sino también político, institucional y ético.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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