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LA ENCÍCLICA “LAUDATO SI”: REFLEXIONES DE UN DECRECENTISTA

LA  ENCÍCLICA “LAUDATO SI”:  REFLEXIONES DE UN DECRECENTISTA

        En 1968 se fundó el célebre Club de Roma por un grupo de científicos que cuatro años después publicaron su primer texto: el informe Meadows, llamado así por el apellido de su autora principal la biofísica Donella Meadows. En dicho documento se alertaba sobre los límites del crecimiento y sobre otros problemas que empezaba a sufrir el mundo y que, de no producirse un cambio, amenazaría la propia subsistencia del ser humano. Desde entonces se comenzaron a celebrar las Cumbres Mundiales de medioambiente, aparecieron Organizaciones no gubernamentales ecologistas, como la pionera Greenpeace y cientos de científicos corroboraron el problema que se avecinaba.

        Por tanto, está claro que hace décadas que sabemos que el capitalismo lleva intrínseca su propia autodestrucción porque se basa en el consumo ilimitado cuando los recursos del planeta son limitados. Desde la I Revolución Industrial, el desarrollo se ha sustentado sobre el consumo de energías fósiles, primero el carbón y, después, el petróleo y el gas. Su consumo va a seguir aumentando en los próximos años por la industrialización de los países emergentes.

Pero es más, hace varios lustros que conocemos posibles soluciones a esta crisis ecológica que está provocando el capitalismo; existen diversas propuestas: una propuesta muy conservadora, adaptada a aquellos que piensan que el capitalismo es insustituible, se llama el capitalismo verde. Esta doctrina pretende mantener el consumismo pero bajo una apariencia ecológica: desarrollo sostenible, coches ecológicos, líneas de alimentos ecológicos, etc. Se trata de cambiar la apariencia para que lo esencial del sistema capitalista siga funcionando. Existen otras propuestas más serias y también más radicales como la del decrecimiento que defienden los ecosocialistas. Para ellos, si queremos evitar el colapso, es necesario decrecer, es decir, disminuir drásticamente el consumo. Se trataría, como ha escrito Jorge Riechmann, de sustituir la actitud consumista ante la vida y mirar a la creación como forma de realizarnos: el arte, la poesía, la filosofía… son materias que nos permiten realizarnos personalmente, sin dañar el medio ambiente.

        De no ocurrir este decrecimiento, vaticinan grandes males para la humanidad. Las energías fósiles se agotarán en pocas décadas y no parece que las alternativas estén en condiciones de sustituirlas en estos momentos. La energía se encarecerá progresivamente. Pero hay algo peor, los alimentos básicos escasearán y su precio se multiplicará. Se calcula que en el mundo hay unas 13.000 millones de hectáreas bioproductivas, es decir 1,8 hectáreas por persona. El aumento poblacional -10.000 millones de personas en el 2.060-, unido al cambio climático y a la desertización van a reducir drásticamente la producción provocando hambre y migraciones a gran escala. Las multinacionales lo saben y llevan algunos años comprando miles de hectareas de tierra fértil en África y en Asia. También, escaseará el agua potable de calidad.

Hoy 18 de junio de 2015 el Papa Francisco nos ha sorprendido con la publicación de la encíclica “Laudato si” en la que básicamente alerta de la amenaza que sufre nuestra casa –el planeta Tierra- debido al cambio climático, a la pérdida de la biodiversidad y a la escasez de agua dulce. Con respecto a las soluciones el Pontífice se muestra esperanzado por la capacidad del ser humano para cambiar el rumbo de la historia. Para ello, además de rezar, se hace necesario cambiar el estilo de vida.

Bueno, como se puede observar, la encíclica no aporta absolutamente nada a lo que ya sabíamos. La Iglesia asume como propia la doctrina ecológica, aunque eso sí, con un retraso de casi medio siglo. Pero bueno la Iglesia lleva dos milenios llegando tarde a todos los cambios políticos, económicos, sociales y culturales. En esta ocasión el retraso ha sido de solo medio siglo porque en otras cuestiones se arrepintió o reconoció los errores varios siglos después. Recuérdese que hasta el 12 de enero de 2000, en un documento titulado Memoria y Reconciliación, no pidió perdón por los excesos cometidos en nombre de la Iglesia y de Dios en la conquista y evangelización de las Indias.

Ahora bien, dicho esto, bienvenida sea la encíclica ecológica y el cambio de actitud de una institución siempre tan anquilosada y conservadora como la Iglesia. Solo añadir un par de consideraciones: por un lado me asusta bastante pensar cómo se estará poniendo el panorama para que hasta la Iglesia se haya sumado al movimiento ecológico. Debemos estar en una situación límite. Y por el otro, me parece muy positiva su incorporación pues hasta la fecha parecía que militar en el ecologismo era propio de comunistas, anarquistas o como mínimo de “progres”. La incorporación oficial de la Iglesia a la doctrina ecológica puede significar un empuje hacia adelante de este movimiento. Cuando el Papa habla de cambiar el estilo de vida y volver a la sobriedad está defendiendo sin explicitarlo las posiciones decrecentistas y ecosocialistas. Ideas que debería asumir toda la humanidad si queremos evitar la catástrofe que se avecina en cuatro o cinco décadas.

Y efectivamente como afirma el Pontífice estamos a tiempo de cambiar el mundo. Si los católicos quieren rezar que recen, no hay problema, pero también hay otras sencillas reglas propuestas por Carlos Taibo que pueden ayudar mucho más al necesario cambio: una, recuperar una vida social que, a su juicio, nos ha sido robada, es decir, las relaciones sociales pausadas de nuestros antepasados. Dos, Desplegar fórmulas de ocio creativo, ajenas al consumismo. Tres, redistribución de la carga laboral, trabajo para todos aunque en menos cantidad y una renta básica que nos permitan satisfacer las necesidades no acumular. Es necesario recuperar el espacio público. Cuatro, reducir las infraestructuras productivas, administrativas y de transporte. Quinto, restaurar la vida local, la autogestión y la democracia directa, poniendo freno a la globalización desbocada. Y sexto, recuperar voluntariamente y a nivel individual la sencillez y la sobriedad de antaño.

En pocas palabras, renta básica, austeridad, reducción del consumo, estímulo de la economía local frente a la global y reciclaje y reutilización. Ésta es la receta y ahora tenemos nada menos que al Papa de nuestra parte. Espero que nunca más me tilden de “progre” o de utópico. ¡Suerte!

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

1 comentario

Alfredo E Villasmil F -

Me parece bien lo que dices, pero se aleja de la inmoralidad de los métodos de control de la natalidad y el aborto. El ambiente se cuida pero la familia y el hombre también. Esta es una encíclica basada en el hombre no en el sistema.