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DIVERSIONES Y FIESTAS EN LA CAMONA DE ANTAÑO: LA NAVIDAD Y LOS REYES MAGOS

 

 

                                                                                                                                                                                                                               Por Esteban Mira Caballos

 

Con gran satisfacción he recibido la invitación de don Antonio Rueda, presidente de la Peña “La Giraldilla”, para participar en una revista que se prepara sobre el cincuenta aniversario de la Cabalgata de Reyes Magos. Y digo que me satisface por los gratísimos e inolvidables recuerdos que tengo en mi infancia y adolescencia, cuando acudía como un niño a ver la llegada de Sus Majestades a nuestra localidad.

Hace casi tres lustros ya que, por unos motivos u otros, no he podido estar en Carmona el día cinco. Pero el recuerdo que tengo de los desfiles y de las carrozas, tan bellamente diseñadas por nuestro admirado artista don Manuel Fernández, es gratísimo. Es posible que, en mayor o en menor grado, mi memoria esté engrandeciendo esos recuerdos, pero lo cierto es que mi sensación es que ninguna de las cabalgatas que he podido ver en estos quince años en Extremadura, e incluso, en América, me ha parecido comparable con las que yo conocí en mi Carmona natal.

Obviamente, el lector podrá comprobar que estas páginas que he escrito con todo mi cariño para la Peña La Giraldilla, no tienen ningún tipo de aspiración científica. Son sencillamente, algunas reflexiones que a bote pronto se me ocurren sobre la fiesta de la Pascua y de los Reyes Magos.

 

1.-MONARQUÍA E IGLESIA EN LAS FESTIVIDADES

Como es bien sabido, en la sociedad del Antiguo Régimen había dos elementos bien fundamentados, a saber: religiosidad y monárquica. Las fiestas estarán muy vinculadas a todo lo relacionado con el calendario litúrgico y también con la monarquía celebrándose, alumbramientos, matrimonios, coronaciones y defunciones de los monarcas y de otros miembros de la familia Real1.

Cualquier acontecimiento relacionado con la familia real podía tener una gran trascendencia festiva. Pero conviene insistir que casi nunca se hacía por generación espontánea o por iniciativa del concejo. Estos actos constituían importantes gastos extraordinarios para una localidad periódicamente azotada por las malas cosechas y por las carestías. Era la Corona la que solía elegir a las ciudades y villas –siempre las más importantes del Reino- donde se debían celebrar los actos conmemorativos. Y no pocas veces el cabildo se veía desbordado por no tener caudales suficientes de los bienes propios y se veía obligado a hacer una derrama entre los contribuyentes o a implantar algún gravamen.

En 1624 la estancia de Felipe IV en Carmona, concretamente en casa del regidor Alonso Bernal de Escamilla fue causa de que se engalanase la ciudad y se celebrase suntuosamente el acontecimiento. El 14 y el 15 de agosto de 1810 se celebraron actos solemnes con repique de campanas, salvas de fusilería y misa solemne por el aniversario del emperador y de la emperatriz María Luisa2. Al año siguiente, el día 14 de abril de 1811 se celebró una misa solemne de Te Deum por el “feliz alumbramiento de la emperatriz de Francia”3

Pero es más, simplemente el paso de una infanta de España por nuestra ciudad era motivo de regocijos, como los vividos el 23 de abril de 1849 en que hubo repique general de campanas y besamanos tras la llegada a Carmona de la infanta Maria Luisa Fernanda y su esposo4. También el hecho de que la reina cumpliese felizmente un nuevo mes de embarazo podía ser causa de celebraciones como ocurrió el lunes 25 de febrero de 1850 en que por dicho motivo se celebró misa cantada solemne con asistencia de las autoridades civiles y eclesiásticas5.

Incluso, en 1716, se celebraron en Carmona unas “solemnísimas exequias” en honor de Luis XIV, rey de Francia, aunque Borbón igual que el de España6. Recién instaurada la casa Borbón en España, cualquier acto celebrando un evento relacionado con esta familia real parecía adecuado, aunque se tratase del rey de Francia.

Pero estas eran fiestas ocasionales que el pueblo se apresuraba a celebrar cada vez que se producía alguna de estas noticias relacionadas con la Casa real.

El resto de las fiestas, con muy pocas excepciones, eran de carácter religioso. En unas anotaciones hechas por Jorge Bonsor, y conservadas en el Archivo General de Andalucía, enumeraba las siguientes fiestas:

 

1.-San Teodomiro, cuya festividad se celebraba el 30 de julio, fecha en la que se celebraba una procesión con su reliquia.

 

2.-San Mateo: celebrada el 21 de septiembre.

 

3.-El Corpus y su octava.

 

4.-La novena de la Virgen de Gracia.

 

5.-San Juan y San Pedro.

 

6.-Carnaval, que incluían “columpios”, el jueves antes del día señalado para la citada fiesta.

 

7.-La cruz de mayo (mayas): de cuyas celebraciones afirmaba Bonsor que “duraban todo el mes”.

 

8.-Toros y cañas: en relación a estos eventos afirmaba Jorge Bonsor que solían colocar unos “dominguillos” delante de los morlacos. Al parecer, continúa el arqueólogo, estos dominguillos eran “unas figuras de soldados con molarcillas”, vestidos de colorado para “irritar” a los toros.

 

9.-Y hogueras en la noche de San Juan: 24 de junio y víspera de San Pedro.

 

Como podemos observar todas las fiestas señaladas por el afamado arqueólogo eran religiosas. Históricamente se celebraban con mucho ímpetu tanto la de San Teodomiro como la de San Mateo, fiestas que decrecieron en importancia en la época contemporánea. Aunque oficialmente San Teodomiro era el patrón de Carmona, San Mateo se consideraba algo así como un co-patrón. Así, por ejemplo, en el acta capitular del 31 de agosto de 1626, se recogió lo siguiente:

 

"Sr. don Juan Arias de la Milla a cuyo cargo está la fiesta del glorioso san Mateo, patrono de esta villa, la haga con la mayor solemnidad que pudiere, procurando haya fuegos aquella noche y lo demás que le parecerá como se suele hacer...".

 

Excepcionalmente, se consentían algunas fiestas paganas como el carnaval, de origen romano. Pese a que fue duramente perseguido en reinados como el de Felipe V o el de Fernando VII, la fiesta sobrevivió, celebrándose en el interior de las moradas.

También tenían gran importancia las fiestas de los toros. Como es bien sabido, estás últimas se desarrollaban prácticamente a lo largo de todo el año, cada vez que se terciaba la celebración de algún feliz acontecimiento. Normalmente se lidiaban los toros en la Plaza de San Fernando, nuestra Plaza de Arriba7.

 

2.-NAVIDAD Y LOS REYES MAGOS

Aunque estas fiestas tienen unos lejanos antecedentes históricos, lo que más llama la atención hoy es el ingente consumismo que preside estas fiestas. Y lo que sí queremos insistir es que, en los términos que se plantea hoy es algo absolutamente ficticio creado desde la segunda mitad del siglo XX. Históricamente, y en España hasta hace unas pocas décadas, estas fiestas estaban presididas por una humildad, provocada por la precariedad económica. Nochebuena, Navidad, Año Nuevo y Reyes eran fiestas que se celebran desde hace siglos, sin embargo, se movían dentro de unos parámetros que nada tienen que ver con nuestras fiestas actuales.

Oficialmente, la Iglesia celebraba las fiestas de Pascua y de Reyes Magos. En la época de Pascua celebraba varias misas solemnes, a saber: la Noche Buena (día 24 de diciembre), la Navidad (día 25 de diciembre), la Circuncisión de Jesús (día 1 de enero) y la epifanía (día 6 de enero).

Con respecto a la fiesta de los Reyes Magos tiene ancestrales orígenes. Es muy poco lo que sabemos de los Reyes, pues, San Mateo se mostró muy parco en sus afirmaciones. Ni dijo sus nombres, ni el número exacto, ni tan siquiera su lugar natal. Tan solo nos informó de que procedían de Oriente y que traían oro, inciensos y mirra como presentes.

Con respecto a su lugar de origen, se han planteado varias hipótesis pero las más plausibles los hacen de Persia, donde al parecer era frecuente la existencia de magos o astrólogos. Con respecto a sus nombres ya en el siglo VI d. c. encontramos en un mosaico de la iglesia de San Apolinar Nuevo, en Rávena, los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. Posteriormente, encontramos estos mismos nombres en un códice de la Biblioteca Nacional de Paris, fechado en el siglo VII, y posteriormente, en los escritos de un monje benedictino, llamado Beda, que los popularizó a partir del siglo IX.

Tampoco San Mateo especificó su número, aunque habida cuenta que traían tres presentes –incienso, mirra y oro- desde el siglo V de nuestra era se comenzó a pensar que debieron ser tres. No obstante, la iglesia cristiana ortodoxa sostiene que fueron nada menos que doce los Reyes que acudieron a venerar al Niño a Belén.

Los presentes que le llevaron al recién nacido tenían un carácter simbólico. El oro, era un regalo frecuente a los reyes, el incienso se empleaba comúnmente en las liturgias y, finalmente, la mirra se untaba en la antigüedad a los hombres escogidos.

Como ya hemos dicho, estas fiestas se celebraban en Carmona pero de forma mucho más modesta. La Nochebuena se celebra desde tiempo inmemorial. Al igual que en la actualidad era una fiesta familiar. Las familias más acomodadas se podían permitir el lujo de comer un pollo de corral o un pavo, acompañadas por algún vino, que era una bebida al alcance de casi todos. Los postres solían ser caseros, garrapiñadas, bizcochos, frutos secos o castañas asadas.

Se hacían belenes también mucho más discretos que los actuales. Aunque las familias acomodadas que labraban incluso escultores –“La Roldana”, por ejemplo, era especialista en la confección de estos-, lo frecuente era que fueran domésticos. Efectivamente, solían ser de fabricación casera, hechas con figurillas de barro o de telas cosidas. Los niños pedían por las casas el Aguinaldo, cantando villancicos.

Igualmente, la fiesta de Reyes Magos era infinitamente más modesta que la actual. Pero sí existía la tradición de ofrecer a los niños algún regalo por estas fechas, rememorando los presentes que los tres Magos llevaron a Jesús.

El roscón de reyes también tiene su tradición, aunque hasta hace pocas décadas era un artículo de lujo que solo las familias mejor acomodadas económicamente podían degustar. Aun así era un dulce eminentemente casero. Al parecer, hubo algunos niños que sobrevivieron a la matanza de los Inocentes decretada por Herodes, al esconderlos sus padres en tinajas de harina. Según cuenta la tradición, los judíos comían desde entonces un bizcocho en el que escondían un muñeco de barro, simbolizando este acontecimiento.

1 En relación a las proclamaciones de Reyes acaba de ver la luz un enjundioso y exhaustivo estudio: LERÍA, Antonio: “Proclamación y jura Reales. El caso de Carmona”, Carel 2. Carmona, 2004.

2 Cabildos de julio y agosto de 1810. A.M.C. Libro 226.

3 A.M.C. Libro 226.

4  MIRA CABALLOS: Carmona en la Edad Moderna. Sevilla, Muñoz Moya, 1999, pág. 411.

5  IBÍDEM, pág. 412.

6  PERALTA, Manuel de: Oración fúnebre en las solemnísimas exequias que con magnífico aparato celebró la muy Noble y muy Leal ciudad de Carmona a la heroica memoria de Luis XIV, Borbón el Grande, Rey de Francia difunto, dijola el M.R.P. Manuel de Peralta, de la Compañía de Jesús. Sevilla, Francisco de Garay, 1716, 20 págs.

7 En relación a la fiesta de los toros en la historia de Carmona también existe un trabajo monográfico, curiosamente publicado en la revista que la Peña la Giraldilla celebró con motivo del 50 aniversario de su fundación. GARCÍA RODRÍGUEZ, Antonio: “Toros en la villa”, Revista conmemorativa del 50 aniversario de la Peña la Giraldilla. Carmona, 1996, s/p.

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